Griezmann y Mandzukic se lo pasan como niños en el barro


Eibar, As
En un barrizal y bajo el diluvio, en un partido de estética tan ochentera que sólo lo estropeaba el hortera balón amarillo en lugar de un buen Mikasa, el Atleti respondió al estruendo que le rodea con una demostración de personalidad. No se inmutó y salió a Ipurua como si estuviera en Maracaná. Ni una queja y a jugar al fútbol. Y su capacidad de adaptación a las circunstancias es extraordinaria: si hace sol, es un león; en el agua, un pez. Siempre encuentra soluciones para competir. En Eibar, el Atleti se desenvolvió como si fuera de Bilbao o de Bolton de toda la vida. En el minuto 25 ya había solventado un partido con aspecto de trampa para osos: 0-3 y, ahora sí, a pensar en el derbi del sábado.


El estado del césped levantó cierto runrún de suspensión antes del comienzo, pero era exagerado. Cualquiera que haya visto fútbol en la época de los defensas con bigote, antes de los tintes y los tatuajes, sabía que se podía jugar. El escenario sirvió, eso sí, para acrecentar el aura de último reducto de la tradición que rodea al Eibar, pese a que Garitano le hace jugar de modo mucho más elaborado de lo que la leyenda dibuja. Pero entre simpatizar con el de Hierros Servando o el de Azerbaijan, pues...

Por desgracia para el equipo armero, el Atleti no le dejó demostrar nada de lo que le ha convertido en la sorpresa de la Liga. Tiago, que lee los partidos como si fuera dos cursos por delante del resto, no perdió un minuto en hacer malabares: balones largos buscando el poderío aéreo de Mandzukic y Raúl García y la velocidad de Griezmann, que está descomunal. A los 7 minutos, la receta, sencilla como un buen bocadillo de jamón, tuvo premio: pelotazo de Tiago, maniobra perfecta (recorte y pase) de Raúl García y Griezmann que define con la facilidad de los que van sobrados: con la izquierda, rasa, ajustada, imparable. En enero ha marcado cinco goles y ha dado tres. Hay meses peores. Años, incluso.

Esta vez, el Atleti no respondió a la ventaja dando un paso atrás, sino que subió aún más la presión. El Eibar no encontraba salida. Cada balón largo lo despejaban sin apuros Godín, Giménez; Tiago, Raúl García y Saúl robaban constantemente en mediocampo, y Koke (200 partidos en el Atleti con sólo 23 años recién cumplidos), Griezmann y Mandzukic disfrutaban como niños con catiuscas rebozándose en el barro.

En tres minutos, del 23 al 25, fue el delantero croata quien cerró el partido. Primero, remató al primer toque y a bocajarro un centro de Griezmann tras recuperación de Saúl. Casi de inmediato, aprovechó un despeje desafortunado de Abraham, que pegó en la espalda de Navas y quedó muerto en el área, para batir a Irureta con un gran disparo. 0-3 y el Cholo sonriendo en la banda con su gorro de pescador.

Sólo entonces, más por orgullo que por fe, reaccionó el Eibar, que pudo acortar distancias justo antes del descanso cuando un rechace dejó a Piovaccari solo ante Moyá. El portero, rapidísimo, ganó el duelo. Garitano buscó el golpe de efecto con un triple cambio para empezar el segundo tiempo. Y el toque de atención surtió cierto efecto, pero la reacción final fue como los últimos capítulos de El Señor de los Anillos: intranscendente.

El Atleti ya pensaba en el Madrid, quitando al apercibido Raúl García, dando descanso a Griezmann y arriesgando lo justo sobre un césped traicionero. En el último minuto, Piovaccari, tras una estupenda jugada de Saúl Berjón, dio una leve alegría a la empapada hinchada, pero la moraleja se había escrito mucho antes: no hay tormenta que ahogue a este Atleti.

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