Griezmann Superstar
Marcó los dos primeros goles del Atlético y Manucho, en propia puerta, hizo el tercero. El Atlético aprovechó los fallos en defensa de los rayistas.
Madrid, As
Durante tres meses, Simeone trató a Griezmann como si en vez de 30 millones hubiese costado tres. El francés entraba y salía de las alineaciones, el técnico le tiraba pullitas en las ruedas de prensa y la afición empezaba a preocuparse: “¿Qué pasa aquí? ¿No le gusta?”. Pues no, Simeone estaba sometiendo al chico al mismo tratamiento con el que transformó a Arda de artista displicente en futbolista imponente, tan capaz de hacer magia como ejercicio. Griezmann, tipo listo, no protestó y se limitó a trabajar hasta que el Cholo consideró que su máquina estaba preparada para causar dolor: Griezmanator. Pregúntenle al Rayo, que se sumó a Athletic, Levante y Madrid en la lista de cadáveres que ha dejado a su paso el fabuloso delantero del Atleti en el último mes.
Colaboró el Rayo, eso sí. Sin laterales disponibles o de su gusto, Paco Jémez utilizó una defensa de tres centrales con dos problemas graves: les excitaba pasar al rival y tiraban la línea, sí, pero en diagonal. Con Griezmann suelto, el desastre sólo era cuestión de (poco) tiempo. Exactamente, 12 minutos. Morcillo acababa de regalar un balón a Arda que no acabó en la red porque Mandzukic no interpretó el pase, así que Zé Castro, viejo amigo, no quiso ser menos. Pero él dobló la apuesta y le dio el pase a Griezmann. Game over. Y diez minutos después, segunda cornada. Pelotazo de Moyá, Mandzukic peina por encima de Abdoulaye y de nuevo Griezmann se va en velocidad y define como si nada.
Con el 2-0 tras sendos errores defensivos, volvió a oírse aquello de que Paco tiene tendencias suicidas. Pero, más allá de su elección de gorro contra el frío, resulta difícil discutirle. Un suicida tiende a morir y lo que ha hecho el técnico canario es permitir al Rayo disfrutar a lo grande de la vida. Van tres años ya. No es que necesitara defensa, pero Trashorras y Kakuta decidieron dar una lección práctica de lo que es el Rayo, que reaccionó a los golpes agarrando el balón y convirtiendo el trivote del Atleti en plastilina, con Mario como único ancla.
Poco a poco fueron rondando a Moyá, al que protegían bien sus centrales (la pareja Miranda-Giménez aprobó su primer examen) pero dejaban expuesto sus laterales y sus medios. Así llegó el 2-1 a los 35’. Kakuta hizo transparente a Juanfran y se la puso en la media luna a Trashorras. Ninguno de los tres mediocentros llegó a tapar al mejor futbolista sin pinta de futbolista de la Liga, que puso una rosca ajustada al palo con toda la clase del mundo. Golazo y emoción.
El Rayo presionó arriba y con fe hasta el descanso y Mandzukic evitó el empate en una falta muy malintencionada de Kakuta, futbolista de altos vuelos. Pero el descanso espabiló al Atleti, que salió mordiendo, con Griezmann creando peligro desde todas partes. La sentencia la puso, sin querer, Manucho. Tras un córner de, quién si no, Griezmann, el balón golpeó al angoleño en zona teóricamente blanda y salió directo a la red. No hizo ni un gesto de dolor. Tipo duro.
Quedaba más de media hora y el partido giró a correcalles. Moyá cometió un penalti tonto sobre Manucho que se fue al limbo y Bueno pegó una patada al aire cuando sólo tenía que empujar un pase fabuloso de Trashorras. Pero el que más disfrutó con espacios fue Griezmann, que en el minuto 88 aún recorrió medio campo con el balón pegado al pie como si estuvieras pulsando el botón de turbo en la Play. El poste impidió su hat trick. Y ya en el descuento fue Torres quien, deseoso de marcar en el Manzanares, falló al regatear a Toño en vez de ceder al francés. Daba igual. Con dos, tres o cuatro goles, Griezmann es un escándalo.
Madrid, As
Durante tres meses, Simeone trató a Griezmann como si en vez de 30 millones hubiese costado tres. El francés entraba y salía de las alineaciones, el técnico le tiraba pullitas en las ruedas de prensa y la afición empezaba a preocuparse: “¿Qué pasa aquí? ¿No le gusta?”. Pues no, Simeone estaba sometiendo al chico al mismo tratamiento con el que transformó a Arda de artista displicente en futbolista imponente, tan capaz de hacer magia como ejercicio. Griezmann, tipo listo, no protestó y se limitó a trabajar hasta que el Cholo consideró que su máquina estaba preparada para causar dolor: Griezmanator. Pregúntenle al Rayo, que se sumó a Athletic, Levante y Madrid en la lista de cadáveres que ha dejado a su paso el fabuloso delantero del Atleti en el último mes.
Colaboró el Rayo, eso sí. Sin laterales disponibles o de su gusto, Paco Jémez utilizó una defensa de tres centrales con dos problemas graves: les excitaba pasar al rival y tiraban la línea, sí, pero en diagonal. Con Griezmann suelto, el desastre sólo era cuestión de (poco) tiempo. Exactamente, 12 minutos. Morcillo acababa de regalar un balón a Arda que no acabó en la red porque Mandzukic no interpretó el pase, así que Zé Castro, viejo amigo, no quiso ser menos. Pero él dobló la apuesta y le dio el pase a Griezmann. Game over. Y diez minutos después, segunda cornada. Pelotazo de Moyá, Mandzukic peina por encima de Abdoulaye y de nuevo Griezmann se va en velocidad y define como si nada.
Con el 2-0 tras sendos errores defensivos, volvió a oírse aquello de que Paco tiene tendencias suicidas. Pero, más allá de su elección de gorro contra el frío, resulta difícil discutirle. Un suicida tiende a morir y lo que ha hecho el técnico canario es permitir al Rayo disfrutar a lo grande de la vida. Van tres años ya. No es que necesitara defensa, pero Trashorras y Kakuta decidieron dar una lección práctica de lo que es el Rayo, que reaccionó a los golpes agarrando el balón y convirtiendo el trivote del Atleti en plastilina, con Mario como único ancla.
Poco a poco fueron rondando a Moyá, al que protegían bien sus centrales (la pareja Miranda-Giménez aprobó su primer examen) pero dejaban expuesto sus laterales y sus medios. Así llegó el 2-1 a los 35’. Kakuta hizo transparente a Juanfran y se la puso en la media luna a Trashorras. Ninguno de los tres mediocentros llegó a tapar al mejor futbolista sin pinta de futbolista de la Liga, que puso una rosca ajustada al palo con toda la clase del mundo. Golazo y emoción.
El Rayo presionó arriba y con fe hasta el descanso y Mandzukic evitó el empate en una falta muy malintencionada de Kakuta, futbolista de altos vuelos. Pero el descanso espabiló al Atleti, que salió mordiendo, con Griezmann creando peligro desde todas partes. La sentencia la puso, sin querer, Manucho. Tras un córner de, quién si no, Griezmann, el balón golpeó al angoleño en zona teóricamente blanda y salió directo a la red. No hizo ni un gesto de dolor. Tipo duro.
Quedaba más de media hora y el partido giró a correcalles. Moyá cometió un penalti tonto sobre Manucho que se fue al limbo y Bueno pegó una patada al aire cuando sólo tenía que empujar un pase fabuloso de Trashorras. Pero el que más disfrutó con espacios fue Griezmann, que en el minuto 88 aún recorrió medio campo con el balón pegado al pie como si estuvieras pulsando el botón de turbo en la Play. El poste impidió su hat trick. Y ya en el descuento fue Torres quien, deseoso de marcar en el Manzanares, falló al regatear a Toño en vez de ceder al francés. Daba igual. Con dos, tres o cuatro goles, Griezmann es un escándalo.