El asesinato casi imposible de resolver que ha tenido a Italia en vilo durante 4 años
Roma, AFP
Tenía 13 años y el 26 de noviembre de 2010, Yara Gambirasio, una adolescente que vivía en un pequeño pueblo italiano, Brembate di Sopra, al norte de Bérgamo y cerca de la frontera con Suiza, desapareció misteriosamente. Salió de su casa para ir al gimnasio -hacía gimnasia rítmica- a entregar un equipo de música a su instructora y nunca jamás regresó. En ese momento nadie lo sabía, pero acababa de comenzar uno de los casos de asesinato más difíciles de resolver en la historia de Italia.
Una investigación muy complicada que ha tenido a una experimentada magistrada, Letizia Ruggeri, conocida por haberse enfrentado a la mafia en Sicilia, dando palos de ciego durante 4 años hasta que finalmente, ahora está a punto de cerrarse el caso.
Yara salió de su casa a las 17.15 horas y lo último que se supo de ella fue un mensaje enviado a su amiga Martina a las 18:44. Un poco antes había estado en el gimnasio y había hablado con su instructora Tras rastrear las últimas señales del teléfono se concluyó que estaba en Mapello, una aldea cercana, a las 18:49. Es decir, tras salir del gimnasio había ido en dirección contraria a su casa. A partir de aquí los interrogantes y las dudas.
Tras investigar a familia, descartar a un sospechoso que tenía un colchón manchado de sangre en su furgoneta, pero que rápidamente se demostró que era inocente, y hacerse el caso viral en los medios por su complejidad, finalmente por una mera casualidad terminó apareciendo el cuerpo de Yara.
Un hombre jugaba con su avión controlado por radio en febrero de 2011, en un pueblo, Chignolo d’Isola, a apenas 10 kilómetros del de la adolescente, cuando el aparato se cayó a la maleza. Allí vio algo. Eran como unos trapos viejos y unos zapatos. Pocos minutos después la magistrada Ruggeri recibió una llamada diciendo que se había encontrado un cuerpo.
La tumba de Yara llena de flores.La tumba de Yara llena de flores.
La autopsia no resolvió demasiados interrogantes, más bien sumó alguno más. Se encontraron restos de cal en las vías respiratorias de Yara y yute, una fibra vegetal usada para hacer cuerdas. Tenía múltiples heridas de arma blanca, pero la causa de la muerte era que tras ser abandonada había fallecido de frío.
Pero la prueba más importante llegó con las muestras de ADN. Pese a no ser violada, había ADN de un hombre en la ropa interior de la joven, probablemente tras la lucha de Yara por intentar vivir. Fue llamado ‘Desconocido 1’.
A partir de aquí comienzan tres años de dura investigación, decenas de decepciones, dudas e incluso críticas muy duras contra Ruggeri sobre la forma de llevar el caso. Pero sobre todo son tres años de traspiés y de escasos avances. El primer motivo para la esperanza fue que de las muestras tomadas en un club nocturno cercano al lugar donde se encontró el cadáver había una que era similar a ‘Desconocido 1’. Se trataba de Damiano Guerinoni.
Con el fin de encontrar al familiar se buscó su árbol genealógico entero, se llegó hasta 1716. El caso llevó a los investigadores a un pequeño pueblo llamado Gorno, de solo 1.600 habitantes. Allí concluyeron que el hermano del padre de Damiano, Giuseppe, era a su vez el padre de ‘Desconocido 1’. Parecía fácil resolver el caso en este punto, pero las muestras de los hijos de Giuseppe no coincidían con el sospechoso. La única explicación posible era que hubiese algún hijo ilegítimo.
Años de contratiempos en la búsqueda de la escurridiza madre de ‘Desconocido 1’ y amante de Giuseppe hasta que finalmente en junio de 2014 consiguieron el nombre que estaban buscando y que debía resolver el rompecabezas: Ester Arzuffi, una mujer que en los 60 se había casado con Gianni Bossetti, que sufría de psoriasis, artritis y depresión. Ella era justo lo contrario, una mujer activa y resolutiva que tomaba sus propias decisiones. Un perfil habitual hoy en día, pero extraño en un pequeño y tradicional pueblo italiano de hace 50 años.
En este momento clave de la investigación, se dieron cuenta que se había cometido un error. En 2012 ya se había cotejado el ADN de Arzuffi, pero en un laboratorio de Roma lo comprobaron con el de Yara, en lugar de con el de ‘Desconocido 1’. Subsanada la equivocación se demostró que Ester Arzuffi y Giuseppe Guerinoni habían sido infieles a sus parejas y eran los padres del misterioso asesino. En 1970 la mujer había tenido mellizos, un niño y una niña. Era el niño, llamado Massimo Giuseppe Bossetti el autor de la muerte de Yara.
Se trata de un constructor casado y con tres hijos que vive en Mapello, el último lugar en el que estuvo la adolescente asesinada. Tras tomarle las muestras de ADN, mediante un control de alcoholemia falso, fue arrestado el 16 de junio de 2014. Ahora, además de la prueba del ADN hay otras como que estuvo en el pueblo de Yara la noche del asesinato o búsquedas en Internet sobre niñas.
El juicio se celebrará probablemente esta primavera, aunque el acusado sigue defendiendo su inocencia y sus abogados claman que las pruebas de ADN solo demuestran “presencia y no responsabilidad”. Mientras tanto los padres de la joven asesinada intentan seguir adelante, con la esperanza que aunque tarde, se termine haciendo justicia por la muerte de su hija.
Fuente: The Guardian
Tenía 13 años y el 26 de noviembre de 2010, Yara Gambirasio, una adolescente que vivía en un pequeño pueblo italiano, Brembate di Sopra, al norte de Bérgamo y cerca de la frontera con Suiza, desapareció misteriosamente. Salió de su casa para ir al gimnasio -hacía gimnasia rítmica- a entregar un equipo de música a su instructora y nunca jamás regresó. En ese momento nadie lo sabía, pero acababa de comenzar uno de los casos de asesinato más difíciles de resolver en la historia de Italia.
Una investigación muy complicada que ha tenido a una experimentada magistrada, Letizia Ruggeri, conocida por haberse enfrentado a la mafia en Sicilia, dando palos de ciego durante 4 años hasta que finalmente, ahora está a punto de cerrarse el caso.
Yara salió de su casa a las 17.15 horas y lo último que se supo de ella fue un mensaje enviado a su amiga Martina a las 18:44. Un poco antes había estado en el gimnasio y había hablado con su instructora Tras rastrear las últimas señales del teléfono se concluyó que estaba en Mapello, una aldea cercana, a las 18:49. Es decir, tras salir del gimnasio había ido en dirección contraria a su casa. A partir de aquí los interrogantes y las dudas.
Tras investigar a familia, descartar a un sospechoso que tenía un colchón manchado de sangre en su furgoneta, pero que rápidamente se demostró que era inocente, y hacerse el caso viral en los medios por su complejidad, finalmente por una mera casualidad terminó apareciendo el cuerpo de Yara.
Un hombre jugaba con su avión controlado por radio en febrero de 2011, en un pueblo, Chignolo d’Isola, a apenas 10 kilómetros del de la adolescente, cuando el aparato se cayó a la maleza. Allí vio algo. Eran como unos trapos viejos y unos zapatos. Pocos minutos después la magistrada Ruggeri recibió una llamada diciendo que se había encontrado un cuerpo.
La tumba de Yara llena de flores.La tumba de Yara llena de flores.
La autopsia no resolvió demasiados interrogantes, más bien sumó alguno más. Se encontraron restos de cal en las vías respiratorias de Yara y yute, una fibra vegetal usada para hacer cuerdas. Tenía múltiples heridas de arma blanca, pero la causa de la muerte era que tras ser abandonada había fallecido de frío.
Pero la prueba más importante llegó con las muestras de ADN. Pese a no ser violada, había ADN de un hombre en la ropa interior de la joven, probablemente tras la lucha de Yara por intentar vivir. Fue llamado ‘Desconocido 1’.
A partir de aquí comienzan tres años de dura investigación, decenas de decepciones, dudas e incluso críticas muy duras contra Ruggeri sobre la forma de llevar el caso. Pero sobre todo son tres años de traspiés y de escasos avances. El primer motivo para la esperanza fue que de las muestras tomadas en un club nocturno cercano al lugar donde se encontró el cadáver había una que era similar a ‘Desconocido 1’. Se trataba de Damiano Guerinoni.
Con el fin de encontrar al familiar se buscó su árbol genealógico entero, se llegó hasta 1716. El caso llevó a los investigadores a un pequeño pueblo llamado Gorno, de solo 1.600 habitantes. Allí concluyeron que el hermano del padre de Damiano, Giuseppe, era a su vez el padre de ‘Desconocido 1’. Parecía fácil resolver el caso en este punto, pero las muestras de los hijos de Giuseppe no coincidían con el sospechoso. La única explicación posible era que hubiese algún hijo ilegítimo.
Años de contratiempos en la búsqueda de la escurridiza madre de ‘Desconocido 1’ y amante de Giuseppe hasta que finalmente en junio de 2014 consiguieron el nombre que estaban buscando y que debía resolver el rompecabezas: Ester Arzuffi, una mujer que en los 60 se había casado con Gianni Bossetti, que sufría de psoriasis, artritis y depresión. Ella era justo lo contrario, una mujer activa y resolutiva que tomaba sus propias decisiones. Un perfil habitual hoy en día, pero extraño en un pequeño y tradicional pueblo italiano de hace 50 años.
En este momento clave de la investigación, se dieron cuenta que se había cometido un error. En 2012 ya se había cotejado el ADN de Arzuffi, pero en un laboratorio de Roma lo comprobaron con el de Yara, en lugar de con el de ‘Desconocido 1’. Subsanada la equivocación se demostró que Ester Arzuffi y Giuseppe Guerinoni habían sido infieles a sus parejas y eran los padres del misterioso asesino. En 1970 la mujer había tenido mellizos, un niño y una niña. Era el niño, llamado Massimo Giuseppe Bossetti el autor de la muerte de Yara.
Se trata de un constructor casado y con tres hijos que vive en Mapello, el último lugar en el que estuvo la adolescente asesinada. Tras tomarle las muestras de ADN, mediante un control de alcoholemia falso, fue arrestado el 16 de junio de 2014. Ahora, además de la prueba del ADN hay otras como que estuvo en el pueblo de Yara la noche del asesinato o búsquedas en Internet sobre niñas.
El juicio se celebrará probablemente esta primavera, aunque el acusado sigue defendiendo su inocencia y sus abogados claman que las pruebas de ADN solo demuestran “presencia y no responsabilidad”. Mientras tanto los padres de la joven asesinada intentan seguir adelante, con la esperanza que aunque tarde, se termine haciendo justicia por la muerte de su hija.
Fuente: The Guardian