Bale salva a Cristiano
El galés provocó y marcó el penalti que dio el triunfo a un Madrid bajo mínimos en el minuto 89. Cristiano fue expulsado por golpear a Edimar. Benzema había logrado el empate.
Córdoba, As
Todo resultó de interés, no crean, pero lo relevante sucedió al final, concentrado como la gota de un lavavajillas. Cristiano fue expulsado a falta de ocho minutos presa de la más absoluta impotencia. No se le recuerda una jugada durante el partido, ni mala ni buena. Si acaso un tiro de falta que se estrelló contra la barrera. Lo que hubiera sido un encuentro para olvidar, se convirtió en una actuación penosa cuando decidió patear y golpear a Edimar, después de forcejar ambos por un balón. No satisfecho, Cristiano abandonó el campo limpiándose la escarapela de campeón del mundo. La altivez de la que se le acusa no es inventada. Jamás se ganará el afecto que reclama hasta que no modere su arrogancia, hasta que no incluya críticos entre sus palmeros.
La irresponsabilidad de Cristiano abría otra brecha en un equipo con problemas: el Madrid se quedaba con diez frente a un rival que apretaba, y mucho. Pensamos entonces que el partido estaba en manos del Córdoba y, por una vez, no nos equivocamos. Con el empate casi asegurado y la victoria a tiro de piedra, Cartabia levantó el brazo desde la barrera y desvió un golpe franco de Bale. Penalti, roja y jarro de agua fría para Córdoba, califas, equipo y ciudad. El galés transformó la pena y dio el triunfo al Madrid, además de una magnífica asistencia a Cristiano.
Para entender por qué en Córdoba todavía se tiran de los pelos hay que repasar lo ocurrido. Durante la primera parte, el Madrid no encontró caminos, ni razones. En cierto modo, se vio desbordado por el entusiasmo ajeno. No se esperaba a un rival tan aplicado, con las ideas tan claras o con tan buenas ideas. No se esperaba una tarde tan soleada, ni se esperaba a Bebé, un talento extraño. Fichado por el United (siete millones de euros), jugó siete partidos en cuatro años y fue colocado gratis en el Benfica. Desde allí llegó a Córdoba en el mercado invernal. Ahora sabemos lo que vieron en él los ojeadores del Manchester. Los bebés tardan en madurar.
La siesta tuvo castigo. En el primer minuto, Sergio Ramos interceptó con la mano un tiro de Bebé. El árbitro no observó infracción alguna, pero el asistente le dio aviso por el pinganillo: penalti y tarjeta amarilla. No debe ser fácil resistirse a un grito inesperado que penetra directamente en el canal auditivo; el señor juez no se resistió. Ahora podemos discutir si el balón pegó antes en la tripa o en el costillar del central, o si existió voluntariedad, o si convendría recortar los brazos de los jugadores impetuosos con un serrucho. El caso es que Ghilas, futbolista que vale lo que pesa, adelantó a su equipo.
Benzema empató tiempo después con un gol de goleador puro, justo lo que no es. Bale peinó un córner y Karim remató el balón que cayó entre sus piernas. Es obvio que al Madrid le falta frescura y es evidente que él es la única excepción. Benzema siempre ha sido un futbolista al margen de los biorritmos del grupo.
En la segunda parte, Casillas salvó el gol de Florín al rozar con los dedos un balón que luego tocó en el larguero, después de botar plácidamente. Algo más tarde fue Rossi quien probó fortuna desde la frontal. Benzema intentaba dar réplica, pero el Córdoba estaba más próximo al triunfo. Hasta que se formó el torbellino, volaron las sillas (y los brazos) y sólo un equipo quedó en pie, el más alto.
Córdoba, As
Todo resultó de interés, no crean, pero lo relevante sucedió al final, concentrado como la gota de un lavavajillas. Cristiano fue expulsado a falta de ocho minutos presa de la más absoluta impotencia. No se le recuerda una jugada durante el partido, ni mala ni buena. Si acaso un tiro de falta que se estrelló contra la barrera. Lo que hubiera sido un encuentro para olvidar, se convirtió en una actuación penosa cuando decidió patear y golpear a Edimar, después de forcejar ambos por un balón. No satisfecho, Cristiano abandonó el campo limpiándose la escarapela de campeón del mundo. La altivez de la que se le acusa no es inventada. Jamás se ganará el afecto que reclama hasta que no modere su arrogancia, hasta que no incluya críticos entre sus palmeros.
La irresponsabilidad de Cristiano abría otra brecha en un equipo con problemas: el Madrid se quedaba con diez frente a un rival que apretaba, y mucho. Pensamos entonces que el partido estaba en manos del Córdoba y, por una vez, no nos equivocamos. Con el empate casi asegurado y la victoria a tiro de piedra, Cartabia levantó el brazo desde la barrera y desvió un golpe franco de Bale. Penalti, roja y jarro de agua fría para Córdoba, califas, equipo y ciudad. El galés transformó la pena y dio el triunfo al Madrid, además de una magnífica asistencia a Cristiano.
Para entender por qué en Córdoba todavía se tiran de los pelos hay que repasar lo ocurrido. Durante la primera parte, el Madrid no encontró caminos, ni razones. En cierto modo, se vio desbordado por el entusiasmo ajeno. No se esperaba a un rival tan aplicado, con las ideas tan claras o con tan buenas ideas. No se esperaba una tarde tan soleada, ni se esperaba a Bebé, un talento extraño. Fichado por el United (siete millones de euros), jugó siete partidos en cuatro años y fue colocado gratis en el Benfica. Desde allí llegó a Córdoba en el mercado invernal. Ahora sabemos lo que vieron en él los ojeadores del Manchester. Los bebés tardan en madurar.
La siesta tuvo castigo. En el primer minuto, Sergio Ramos interceptó con la mano un tiro de Bebé. El árbitro no observó infracción alguna, pero el asistente le dio aviso por el pinganillo: penalti y tarjeta amarilla. No debe ser fácil resistirse a un grito inesperado que penetra directamente en el canal auditivo; el señor juez no se resistió. Ahora podemos discutir si el balón pegó antes en la tripa o en el costillar del central, o si existió voluntariedad, o si convendría recortar los brazos de los jugadores impetuosos con un serrucho. El caso es que Ghilas, futbolista que vale lo que pesa, adelantó a su equipo.
Benzema empató tiempo después con un gol de goleador puro, justo lo que no es. Bale peinó un córner y Karim remató el balón que cayó entre sus piernas. Es obvio que al Madrid le falta frescura y es evidente que él es la única excepción. Benzema siempre ha sido un futbolista al margen de los biorritmos del grupo.
En la segunda parte, Casillas salvó el gol de Florín al rozar con los dedos un balón que luego tocó en el larguero, después de botar plácidamente. Algo más tarde fue Rossi quien probó fortuna desde la frontal. Benzema intentaba dar réplica, pero el Córdoba estaba más próximo al triunfo. Hasta que se formó el torbellino, volaron las sillas (y los brazos) y sólo un equipo quedó en pie, el más alto.