Maratón en Lima para salvar la cumbre mundial del clima
196 países trabajan contra reloj para cerrar un acuerdo de reducción de emisiones
Inés Santaeulalia
Lima, El País
El acuerdo global para luchar contra el cambio climático que tienen que tienen que firmar los 196 países presentes en la 20ª Conferencia de las Partes (COP) de la convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático no acaba de llegar. La tensión se ha instalado ya en la sede de la cumbre de Lima, que tenía previsto cerrar este viernes sus puertas. Ahora nadie se atreve a augurar cuándo acabarán las negociaciones. “Es la hora de la verdad y todavía está todo en el aire”, lamentaba la organización WWF.
Los negociadores tratan de consensuar un texto que estipule cómo serán los compromisos para luchar contra el cambio climático que está dispuesto a asumir cada país. El entendimiento de los partes no es fácil pero el reto es mayúsculo: la temperatura media del planeta ha aumentado 0,8 grados desde la época preindustrial y los científicos aseguran que si se supera la barrera de los dos grados, los efectos serán devastadores.
En las últimas jornadas de la cumbre, varios líderes mundiales trataron de desatascar las negociaciones. Estados Unidos, el segundo país más contaminante del mundo después de China, quiso dejar claro que su compromiso con el medio ambiente es firme y que ya no está dispuesto a ser señalado como el freno de esta lucha. El discurso, el pasado jueves, del secretario de Estado de EE UU, John Kerry, se convirtió en la intervención más aplaudida por las organizaciones medioambientales en los 12 días de cumbre. “Ningún país puede resolver el problema por sí mismo. No podemos pagar la cuenta solos”, dijo el representante de la Administración Obama.
El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, también dejó claro que no hay tiempo que perder: “Llegó la hora de negociar de manera seria”. Y el presidente de la cumbre, el peruano Manuel Pulgar-Vidal, advirtió a los negociadores de que no se irán de Lima “con las manos vacías”.
Nadie quiere hablar de fracaso pero la lentitud de las negociaciones ha acabado con el optimismo que se había alcanzado este año. El acuerdo de reducción de emisiones anunciado por EE UU y China el pasado mes de noviembre y el plan propuesto por la Unión Europea (tercer emisor del planeta) parecían el impulso necesario para evitar fracasos como el firmado en la cumbre de Copenhague en 2009, última cita a la que acudieron la mayoría de los líderes mundiales.
Cinco años después no hay posibilidad de error, en París en 2015 se tiene que firmar un nuevo acuerdo global que sustituya al ya obsoleto Protocolo de Kioto. Los países están obligados a lograr en Lima un borrador y a definir cómo serán los compromisos que cada nación deberá asumir en la lucha contra el cambio climático. El nivel de reducción de gases de efecto invernadero al que que debe comprometerse cada país y las ayudas económicas que exigen las naciones más pobres para enfrentarse a los efectos del cambio climático han impedido hasta ahora el acuerdo.
El documento que se está negociando, de siete páginas, tiene varios párrafos abiertos a distintas posibilidades. “Contiene un abanico de opciones: lo bueno, lo malo y lo suficientemente bueno”, valora WWF. Para Oxfam, se trata de una especie de “novela de elige tu propia aventura”. Los negociadores cuentan ahora con alargar las horas para conseguir en Lima lo que no se ha logrado en los últimos cinco años. En eso también tienen varias opciones: empezar a hacer historia en la lucha contra el cambio climático o volver a firmar un nuevo fracaso.
Los países se posicionan
JACQUELINE FOWKS
China se niega a que los compromisos de reducción de emisiones sean presentados en detalle pues no acepta una revisión de su propuesta que valore si es adecuada y equilibrada.
La Unión Europea reitera que como “el mundo es diferente al de 1992” no quiere que se use la clasificación de países desarrollados y en desarrollo que se acuñó en 1992 para definir quién debe contribuir a la reducción de emisiones.
India y China no quieren que se les obligue a realizar aportes (contribuciones), pero sí quieren ser receptores de financiación para actividades de adaptación (prevención o preparación ante el cambio climático) y para pérdidas y daños que ocasionan los eventos climáticos extremos.
Los países Like-Minded (árabes y latinoamericanos que mantienen reservas de combustible fósil como Bolivia, Argentina y Venezuela, entre otros) y los de la Sombrilla (Australia, EE UU, Canadá) se negaron a elegir entre algunas de las propuestas que estaban sobre la mesa.
Inés Santaeulalia
Lima, El País
El acuerdo global para luchar contra el cambio climático que tienen que tienen que firmar los 196 países presentes en la 20ª Conferencia de las Partes (COP) de la convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático no acaba de llegar. La tensión se ha instalado ya en la sede de la cumbre de Lima, que tenía previsto cerrar este viernes sus puertas. Ahora nadie se atreve a augurar cuándo acabarán las negociaciones. “Es la hora de la verdad y todavía está todo en el aire”, lamentaba la organización WWF.
Los negociadores tratan de consensuar un texto que estipule cómo serán los compromisos para luchar contra el cambio climático que está dispuesto a asumir cada país. El entendimiento de los partes no es fácil pero el reto es mayúsculo: la temperatura media del planeta ha aumentado 0,8 grados desde la época preindustrial y los científicos aseguran que si se supera la barrera de los dos grados, los efectos serán devastadores.
En las últimas jornadas de la cumbre, varios líderes mundiales trataron de desatascar las negociaciones. Estados Unidos, el segundo país más contaminante del mundo después de China, quiso dejar claro que su compromiso con el medio ambiente es firme y que ya no está dispuesto a ser señalado como el freno de esta lucha. El discurso, el pasado jueves, del secretario de Estado de EE UU, John Kerry, se convirtió en la intervención más aplaudida por las organizaciones medioambientales en los 12 días de cumbre. “Ningún país puede resolver el problema por sí mismo. No podemos pagar la cuenta solos”, dijo el representante de la Administración Obama.
El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, también dejó claro que no hay tiempo que perder: “Llegó la hora de negociar de manera seria”. Y el presidente de la cumbre, el peruano Manuel Pulgar-Vidal, advirtió a los negociadores de que no se irán de Lima “con las manos vacías”.
Nadie quiere hablar de fracaso pero la lentitud de las negociaciones ha acabado con el optimismo que se había alcanzado este año. El acuerdo de reducción de emisiones anunciado por EE UU y China el pasado mes de noviembre y el plan propuesto por la Unión Europea (tercer emisor del planeta) parecían el impulso necesario para evitar fracasos como el firmado en la cumbre de Copenhague en 2009, última cita a la que acudieron la mayoría de los líderes mundiales.
Cinco años después no hay posibilidad de error, en París en 2015 se tiene que firmar un nuevo acuerdo global que sustituya al ya obsoleto Protocolo de Kioto. Los países están obligados a lograr en Lima un borrador y a definir cómo serán los compromisos que cada nación deberá asumir en la lucha contra el cambio climático. El nivel de reducción de gases de efecto invernadero al que que debe comprometerse cada país y las ayudas económicas que exigen las naciones más pobres para enfrentarse a los efectos del cambio climático han impedido hasta ahora el acuerdo.
El documento que se está negociando, de siete páginas, tiene varios párrafos abiertos a distintas posibilidades. “Contiene un abanico de opciones: lo bueno, lo malo y lo suficientemente bueno”, valora WWF. Para Oxfam, se trata de una especie de “novela de elige tu propia aventura”. Los negociadores cuentan ahora con alargar las horas para conseguir en Lima lo que no se ha logrado en los últimos cinco años. En eso también tienen varias opciones: empezar a hacer historia en la lucha contra el cambio climático o volver a firmar un nuevo fracaso.
Los países se posicionan
JACQUELINE FOWKS
China se niega a que los compromisos de reducción de emisiones sean presentados en detalle pues no acepta una revisión de su propuesta que valore si es adecuada y equilibrada.
La Unión Europea reitera que como “el mundo es diferente al de 1992” no quiere que se use la clasificación de países desarrollados y en desarrollo que se acuñó en 1992 para definir quién debe contribuir a la reducción de emisiones.
India y China no quieren que se les obligue a realizar aportes (contribuciones), pero sí quieren ser receptores de financiación para actividades de adaptación (prevención o preparación ante el cambio climático) y para pérdidas y daños que ocasionan los eventos climáticos extremos.
Los países Like-Minded (árabes y latinoamericanos que mantienen reservas de combustible fósil como Bolivia, Argentina y Venezuela, entre otros) y los de la Sombrilla (Australia, EE UU, Canadá) se negaron a elegir entre algunas de las propuestas que estaban sobre la mesa.