Las meteduras de pata de Madonna en las redes sociales
Los seguidores de la cantante la han criticado fuertemente por exagerar y calificar de “violación artística y una forma de terrorismo” el robo de algunos de los temas de su próximo álbum
Patricia Tubella
Londres, El País
Madonna acaba de descubrir que ni siquiera a ojos de sus fans más fieles es siempre el centro del universo, que su condición de longeva diva del pop no le blinda de las críticas cuando mete la pata en el momento más inoportuno. Los usuarios de las redes sociales han sido inmisericordes con ella por calificar de “violación artística y una forma de terrorismo” el robo de algunos de los temas de su próximo álbum, colgados en Internet por los hackers que se colaron en su ordenador. Incluso algunos de sus incondicionales han cargado contra la cantante por declararse víctima del terrorismo justo en la misma semana en que la masacre de estudiantes en una escuela de Pakistán y la cruenta toma de rehenes en un café de Sydney conmocionaba al mundo.
La misiva en cuestión, volcada en su cuenta de Instagram y luego borrada aunque no con la suficiente celeridad como para que nadie reparara en ella, ha suscitado la ira de quienes tildan a la ex Material Girl de “histérica” e “ignorante”. “Querida Madonna. A nadie le importa si tu música ha sido filtrada (ilegalmente). Ni siquiera sabía que ibas a lanzar un nuevo álbum. La violación y el terrorismo no son ninguna metáfora”, es un botón de muestra del tipo de respuestas que ha suscitado el comentario de la artista.
La irritación de Madonna al enterarse de que durante más de una década tanto sus ordenadores como sus teléfonos han venido siendo pinchados por intrusos, que han accedido a material musical y fotografías de la estrella inéditas para luego venderlas en el mercado negro, es comprensible. Su primera reacción al comprobar esta semana que una docena de demos de su nuevo disco circulaba libremente por las redes fue la de buscar la comprensión del público, explicar que se trataba de versiones inacabadas de canciones que, desde que fueron concebidas, “han cambiado y evolucionado”. “¿Por qué quieren algunas personas destruir el proceso artístico? ¿Por qué roban ¿Por qué no me dan la oportunidad de acabar el álbum y de daros a todos los mejor de mí?”, escribía la cantante que, a sus 56 años, pugna por seguir siendo relevante en el panorama musical.
A ese primer comentario, sucedió horas más tarde en el mismo foro de Instagram la diatriba sobre el “terrorismo” que a su entender personifican los hackers. Fuentes del entorno de Madonna, citadas por varios medios internacionales, entre ellos el británico Daily Mail, hablan de una artista al punto de la paranoia “las veinticuatro horas del día”, al saberse espiada, de una estrella que desconfía y sospecha de todo el mundo, convencida de que alguna persona de su entorno que conoce las claves para acceder a su ordenador y teléfonos está colaborando con uno o más hackers. Y que su objetivo último es dañarla.
La gota que colmó el vaso fue para Madonna la difusión, fuera de su control, de parte del material discográfico que se dispone a publicar, y del que oficialmente no hay título ni fecha de salida al mercado. Por eso dijo lo que dijo (aunque luego intentara retractarse demasiado tarde), sin pensar que el foco informativo a veces logra trascender a los disgustos de una estrella musical. Dos días después de la crisis de los rehenes de Sydney, con el saldo de tres muertos y una sociedad traumatizada, 132 niños y nueve profesores eran asesinados por los talibanes en una escuela paquistaní. Quizá sorprendentemente, a nadie le importaba entonces cómo se sentía Madonna.
Patricia Tubella
Londres, El País
Madonna acaba de descubrir que ni siquiera a ojos de sus fans más fieles es siempre el centro del universo, que su condición de longeva diva del pop no le blinda de las críticas cuando mete la pata en el momento más inoportuno. Los usuarios de las redes sociales han sido inmisericordes con ella por calificar de “violación artística y una forma de terrorismo” el robo de algunos de los temas de su próximo álbum, colgados en Internet por los hackers que se colaron en su ordenador. Incluso algunos de sus incondicionales han cargado contra la cantante por declararse víctima del terrorismo justo en la misma semana en que la masacre de estudiantes en una escuela de Pakistán y la cruenta toma de rehenes en un café de Sydney conmocionaba al mundo.
La misiva en cuestión, volcada en su cuenta de Instagram y luego borrada aunque no con la suficiente celeridad como para que nadie reparara en ella, ha suscitado la ira de quienes tildan a la ex Material Girl de “histérica” e “ignorante”. “Querida Madonna. A nadie le importa si tu música ha sido filtrada (ilegalmente). Ni siquiera sabía que ibas a lanzar un nuevo álbum. La violación y el terrorismo no son ninguna metáfora”, es un botón de muestra del tipo de respuestas que ha suscitado el comentario de la artista.
La irritación de Madonna al enterarse de que durante más de una década tanto sus ordenadores como sus teléfonos han venido siendo pinchados por intrusos, que han accedido a material musical y fotografías de la estrella inéditas para luego venderlas en el mercado negro, es comprensible. Su primera reacción al comprobar esta semana que una docena de demos de su nuevo disco circulaba libremente por las redes fue la de buscar la comprensión del público, explicar que se trataba de versiones inacabadas de canciones que, desde que fueron concebidas, “han cambiado y evolucionado”. “¿Por qué quieren algunas personas destruir el proceso artístico? ¿Por qué roban ¿Por qué no me dan la oportunidad de acabar el álbum y de daros a todos los mejor de mí?”, escribía la cantante que, a sus 56 años, pugna por seguir siendo relevante en el panorama musical.
A ese primer comentario, sucedió horas más tarde en el mismo foro de Instagram la diatriba sobre el “terrorismo” que a su entender personifican los hackers. Fuentes del entorno de Madonna, citadas por varios medios internacionales, entre ellos el británico Daily Mail, hablan de una artista al punto de la paranoia “las veinticuatro horas del día”, al saberse espiada, de una estrella que desconfía y sospecha de todo el mundo, convencida de que alguna persona de su entorno que conoce las claves para acceder a su ordenador y teléfonos está colaborando con uno o más hackers. Y que su objetivo último es dañarla.
La gota que colmó el vaso fue para Madonna la difusión, fuera de su control, de parte del material discográfico que se dispone a publicar, y del que oficialmente no hay título ni fecha de salida al mercado. Por eso dijo lo que dijo (aunque luego intentara retractarse demasiado tarde), sin pensar que el foco informativo a veces logra trascender a los disgustos de una estrella musical. Dos días después de la crisis de los rehenes de Sydney, con el saldo de tres muertos y una sociedad traumatizada, 132 niños y nueve profesores eran asesinados por los talibanes en una escuela paquistaní. Quizá sorprendentemente, a nadie le importaba entonces cómo se sentía Madonna.