La Navidad feliz de Pau Gasol
Pau Gasol, que dejó los Lakers el pasado verano para firmar como agente libre con los Bulls, aportó un doble-doble de 23 puntos y 13 rebotes, incluidos ocho defensivos.
Chicago, A
Sería recurrente hablar de la venganza de Pau Gasol, pero no hubo tal. No puede haberla: Pau Gasol eligió irse de los Lakers después del feo final de una relación larga y fructífera. Las cosas de la vida. Primero los Lakers se cansaron de él y después él se cansó de los Lakers. Y se fue a Chicago a pesar de una oferta mejor (en lo económico) para seguir en Los Ángeles... una vez que los Lakers ya sabían que no iban a cazar nada mejor en el mercado. Tan legitima su postura de buscar su tercer anillo en otro lugar como la de los Lakers de haber intentado traspasarle antes: es el negocio NBA, el mismo que le sacó de su creciente estado de crisis en Memphis para ponerle la mítica camiseta de los Lakers y enviarle a jugar tres finales seguidas.
Para que hubiera habido venganza, tendría que haber visitado Chicago Mike D’Antoni. Como mucho y si se apura, Dwight Howard. Pero no están, porque en los Lakers casi nadie está, así que lo único que sí se permitió Pau Gasol fue la reivindicación. Que es mucho: sobrado, terminó con 23 puntos, 13 rebotes y 2 tapones y demostró a su ex que tal vez las cosas podrían haber sido de otra manera. Mucho de eso había en esta frase posterior al partido: “Mi juego encaja muy bien con el estilo de los Bulls, nuestro sistema me permite jugar en las posiciones en las que soy más efectivo”. El pequeño recado quedó en segundo plano tras su abrazo, nada más terminar el partido, con un Kobe Bryant que no jugó y para el que la temporada, en cuanto dejó de gravitar en torno a la persecución de Michael Jordan, parece haberse puesto a girar alrededor del principio del fin.
Entre estadísticas que le señalan como poco útil para su equipo y sus compañeros, Kobe se quedó sin jugar por segundo partido consecutivo. Después de asegurar que siempre quiere jugar, como mínimo por respeto a quienes pagaban una entrada. Nadie ha jugado más partidos en Navidad que Kobe Bryant, entre otras cosas porque los grandes canales estadounidenses siempre han querido emitir partidos de Kobe Bryant. Por eso no sorprendió tanto su ausencia ante los Warriors pero sí fue un susto que no se visitera en Chicago, en Navidad y en casa de Michael Jordan. Él, tan respetuoso con las liturgias y la ceremonia de la NBA, aseguró sencillamente que está “viejo”, y que ni siquiera sabe si jugará hoy en Dallas: “Esto es muy difícil para mí. Me encanta jugar en Chicago y me encanta jugar en Navidad. Va contra mi naturaleza obligarme a descansar pero no me queda más remedio. Tengo dolor en las rodillas, en el talón de Aquiles, en los pies… fuerzas la máquina y de repente ves que tienes que parar. Necesito encontrarme otra vez como al principio de temporada”. Kobe está en su decimonovena temporada y está jugando demasiado, tirando demasiado, forzando demasiado… una dieta de baloncesto que ni él mismo, fanático compulsivo, ha podido asimilar. ¿El principio del fin?
Una cuestión de lógica
La ausencia de Kobe y su abrazo final con Pau Gasol devoró el clímax de un partido que los Bulls ganaron por el simple peso de la lógica. Los Lakers se las apañaron para competir, incluso sin Kobe y con un 3/14 combinado entre Jeremy Lin y Nick Young. Con ese estilo sufrido y colectivo de las noches sin Kobe, persiguieron con la lengua fuera a un rival superior, salieron de una crisis casi definitiva (45-30 en el ecuador del segundo cuarto) y llegaron vivos al último cuarto (83-77). Allí les fulminó una desigual guerra de segundas unidades. Entre Gibson, un Brooks híper efectivo y un Mirotic cada vez más Mirotic, abrieron la brecha que cerró la aparición final de Rose y Gasol.
En total, la mayor ventaja amasada por los Bulls ante los Lakers desde 1997. Y quinta victoria seguida, octava en nueve partidos. Y otra vez más de 100 puntos, veinte veces en veintinueve partidos (69% por el 30% de la temporada anterior…). Y 20 puntos de Rose, que enlaza tres partidos seguidos de 20 o más por primera vez en tres años. Y 21 del infaltable Butler, y 13 de Mirotic, otros tantos de Brooks… con la plantilla completa y sana, los Bulls empiezan a parecer lo que deberían ser: una de las grandes amenazas del Este. Noah define su estado actual de felicidad y confianza: “Empezamos a tener la sensación de que si estamos enchufados y en nuestro nivel competitivo, nadie puede pararnos”. No desde luego unos Lakers empujados por su ciclotímico frontcourt: 62 puntos entre Johnson, Davis, Hill y el abucheado Boozer. Así que Pau Gasol pasa la Navidad feliz, en ruta hacia ser titular en el próximo All Star, con sus Bulls 20-9 y sus ex Lakers 9-20… Su historia en Chicago acaba de comenzar, en primavera hay exámenes, justo cuando la de su más que amigo Kobe Bryant parece que ha empezado definitivamente a terminar. Cosas de la vida.
Chicago, A
Sería recurrente hablar de la venganza de Pau Gasol, pero no hubo tal. No puede haberla: Pau Gasol eligió irse de los Lakers después del feo final de una relación larga y fructífera. Las cosas de la vida. Primero los Lakers se cansaron de él y después él se cansó de los Lakers. Y se fue a Chicago a pesar de una oferta mejor (en lo económico) para seguir en Los Ángeles... una vez que los Lakers ya sabían que no iban a cazar nada mejor en el mercado. Tan legitima su postura de buscar su tercer anillo en otro lugar como la de los Lakers de haber intentado traspasarle antes: es el negocio NBA, el mismo que le sacó de su creciente estado de crisis en Memphis para ponerle la mítica camiseta de los Lakers y enviarle a jugar tres finales seguidas.
Para que hubiera habido venganza, tendría que haber visitado Chicago Mike D’Antoni. Como mucho y si se apura, Dwight Howard. Pero no están, porque en los Lakers casi nadie está, así que lo único que sí se permitió Pau Gasol fue la reivindicación. Que es mucho: sobrado, terminó con 23 puntos, 13 rebotes y 2 tapones y demostró a su ex que tal vez las cosas podrían haber sido de otra manera. Mucho de eso había en esta frase posterior al partido: “Mi juego encaja muy bien con el estilo de los Bulls, nuestro sistema me permite jugar en las posiciones en las que soy más efectivo”. El pequeño recado quedó en segundo plano tras su abrazo, nada más terminar el partido, con un Kobe Bryant que no jugó y para el que la temporada, en cuanto dejó de gravitar en torno a la persecución de Michael Jordan, parece haberse puesto a girar alrededor del principio del fin.
Entre estadísticas que le señalan como poco útil para su equipo y sus compañeros, Kobe se quedó sin jugar por segundo partido consecutivo. Después de asegurar que siempre quiere jugar, como mínimo por respeto a quienes pagaban una entrada. Nadie ha jugado más partidos en Navidad que Kobe Bryant, entre otras cosas porque los grandes canales estadounidenses siempre han querido emitir partidos de Kobe Bryant. Por eso no sorprendió tanto su ausencia ante los Warriors pero sí fue un susto que no se visitera en Chicago, en Navidad y en casa de Michael Jordan. Él, tan respetuoso con las liturgias y la ceremonia de la NBA, aseguró sencillamente que está “viejo”, y que ni siquiera sabe si jugará hoy en Dallas: “Esto es muy difícil para mí. Me encanta jugar en Chicago y me encanta jugar en Navidad. Va contra mi naturaleza obligarme a descansar pero no me queda más remedio. Tengo dolor en las rodillas, en el talón de Aquiles, en los pies… fuerzas la máquina y de repente ves que tienes que parar. Necesito encontrarme otra vez como al principio de temporada”. Kobe está en su decimonovena temporada y está jugando demasiado, tirando demasiado, forzando demasiado… una dieta de baloncesto que ni él mismo, fanático compulsivo, ha podido asimilar. ¿El principio del fin?
Una cuestión de lógica
La ausencia de Kobe y su abrazo final con Pau Gasol devoró el clímax de un partido que los Bulls ganaron por el simple peso de la lógica. Los Lakers se las apañaron para competir, incluso sin Kobe y con un 3/14 combinado entre Jeremy Lin y Nick Young. Con ese estilo sufrido y colectivo de las noches sin Kobe, persiguieron con la lengua fuera a un rival superior, salieron de una crisis casi definitiva (45-30 en el ecuador del segundo cuarto) y llegaron vivos al último cuarto (83-77). Allí les fulminó una desigual guerra de segundas unidades. Entre Gibson, un Brooks híper efectivo y un Mirotic cada vez más Mirotic, abrieron la brecha que cerró la aparición final de Rose y Gasol.
En total, la mayor ventaja amasada por los Bulls ante los Lakers desde 1997. Y quinta victoria seguida, octava en nueve partidos. Y otra vez más de 100 puntos, veinte veces en veintinueve partidos (69% por el 30% de la temporada anterior…). Y 20 puntos de Rose, que enlaza tres partidos seguidos de 20 o más por primera vez en tres años. Y 21 del infaltable Butler, y 13 de Mirotic, otros tantos de Brooks… con la plantilla completa y sana, los Bulls empiezan a parecer lo que deberían ser: una de las grandes amenazas del Este. Noah define su estado actual de felicidad y confianza: “Empezamos a tener la sensación de que si estamos enchufados y en nuestro nivel competitivo, nadie puede pararnos”. No desde luego unos Lakers empujados por su ciclotímico frontcourt: 62 puntos entre Johnson, Davis, Hill y el abucheado Boozer. Así que Pau Gasol pasa la Navidad feliz, en ruta hacia ser titular en el próximo All Star, con sus Bulls 20-9 y sus ex Lakers 9-20… Su historia en Chicago acaba de comenzar, en primavera hay exámenes, justo cuando la de su más que amigo Kobe Bryant parece que ha empezado definitivamente a terminar. Cosas de la vida.