Jesé volvió, el Madrid a octavos
Regresó y marcó Jesé, James firmó un doblete, Medrán lució como titular, Javi Muñoz debutó en el primer equipo y Khedira abandonó el campo conmocionado. No está mal para un partido que no anunciaba grandes historias. Los jugadores del Cornellà no serán los únicos que conserven una huella imborrable en sus cabezas. Como en la ida, el resultado volvió a ser lo de menos. Importaron más el fútbol, la novedad y la experiencia. Lo olvidaba: el Madrid sumó su 17ª victoria consecutiva.
Concluido el resumen (amplio), lo más justo es empezar por Jesé. El muchacho volvió en el mismo punto en que lo había dejado ocho meses atrás. También nosotros recuperamos las mismas preguntas de entonces: cómo hacerle sitio, cómo impedir su frustración en el banquillo, cómo contener tanto talento. Su gol sirvió para culminar el regreso de un futbolista distinto, con la confianza de una estrella consagrada y el cuerpo de un velocista jamaicano. Llegó su hora; ahora sólo falta saber si también llegarán sus minutos.
El joven Medrán, titular por vez primera, hizo méritos para ser el siguiente protagonista. Se parece demasiado a Isco como para pasarlo por alto. Comparten estatura (1,76), horóscopo (piscis), denominación de origen (Andalucía) y un modo muy similar de entender el fútbol, como puro divertimento de carácter vertical. El chico dio pases con intención, se permitió lujos, buscó el gol y pasó un buen rato, como el nuestro. No todos los debutantes pueden decir lo mismo.
Llegados a este punto de la crónica, ya es hora de que pasen las figuras. Isco marcó y lució como suele porque para él no hay cita despreciable si existe un balón de por medio. El doblete de James también merece consideración: hasta en las noches más apacibles su actitud sigue siendo la de un becario. No se comporta como un genio, ni mucho menos como un zurdo genial. Quien le educó debería fundar una universidad.
No me olvido del Cornellà, al contrario, fue un placer encontrarlo en este peldaño de la escalera. Su actuación general deja una sensación de pureza que resulta gratificante en el fútbol de estos tiempos. El penalti fallado por Xavi Boniquet en el minuto 13 (nada es casualidad) fue la prueba de que hay varios mundos y la mayoría vivimos en el más áspero. Nosotros, caso de alcanzar semejante honor, también lo hubiéramos fallado. Por pura coherencia filosófica. El éxito, además, no era marcar; es volver.