Hombres de Sadam apuntalan el poder del Estado Islámico
Exjefes militares del régimen baazista iraquí vertebran la dirección yihadista
ÓSCAR GUTIÉRREZ
Madrid, El País
Muchos en Bagdad estaban convencidos este verano de que el Estado Islámico (EI) no aguantaría mucho al frente de Mosul. Que los extremistas liderados por el iraquí Abubaker al Bagdadi, sin experiencia en la gestión de un Gobierno, dejarían su Administración en manos de los baazistas, exmiembros del partido único que gobernaba Irak antes de la invasión estadounidense de 2003. Los hombres de Al Bagdadi y los supervivientes de la guerra en las filas del Baaz han forjado una extraña alianza con un objetivo: tomar el poder. Unos meses después, Mosul sigue en manos de los yihadistas, y exmandos militares del Ejército de Sadam Husein, como Abu Muslim al Turkmani o Abu Ali al Anbari, apuntalan la dirección del grupo yihadista EI.
Precisamente la operación mediante la que el EI tomó en junio Mosul —ciudad desde donde Al Bagdadi se autoproclamó califa— recibió el nombre de la “invasión de Abu Abdulrahman Al Bilawi”. ¿Quién es ese tal Al Bilawi al que honraban los integristas? Fue, hasta su muerte en la provincia de Anbar, uno de los jefes del Consejo Militar del EI. Pero antes de eso, Al Bilawi había sido capitán del Ejército iraquí a las órdenes de Sadam. Golpes del destino, el ataque que acabó con la vida de Al Bilawi permitió a los servicios de inteligencia iraquíes hacerse con documentación sobre el organigrama del grupo integrista.
Alrededor del califa Ibrahim (nombre de nacimiento de Al Bagdadi), según coinciden algunos analistas, se levanta una cúpula formada en su mayoría por iraquíes, muchos baazistas vinculados al régimen de Sadam. El estudio de ese organigrama revela que un exmiembro de las fuerzas especiales y de la inteligencia militar, Abu Muslim al Turkmani, y un exgeneral del Ejército, Abu Ali al Anbari, son sus dos principales lugartenientes. Al Turkmani dirige el Consejo Provincial y las actividades del EI en Irak, mientras Al Anbari controla la franja siria en manos de los yihadistas y es responsable de seguridad e inteligencia en la organización.
Los expertos apuntan que quizá Al Bagdadi fuera un hombre de paja detrás de una retahíla de baazistas con ganas de recuperar Bagdad. “Lo pensé al principio, pero ahora no estoy tan seguro”, señala Richard Barrett, del centro de análisis estadounidense The Soufan Group. Según Barrett, Al Bagdadi se ha desecho de posibles rivales llegados del Baaz, al tiempo que ha levantado un “aparato de seguridad implacable” para disuadir a los posibles disidentes. “Como califa es el líder supremo y tiene una personalidad suficientemente fuerte como para ejercer su autoridad”, señala el analista.
Cuesta, sin embargo, entender qué pueden compartir los yihadistas y los hombres del régimen de Sadam, nacionalista y laico. Pero la sintonía existe. Una de las piezas que no logró cobrarse EE UU fue Izzat Ibrahim al Duri, El Pelirrojo, hombre duro de la resistencia iraquí y número dos en el Gobierno de Sadam. Al Duri, en paradero desconocido, alabó en una grabación difundida en julio la lucha del Estado Islámico y agradeció a su líder —sin nombrar a Al Bagdadi— el perdón ofrecido a los policías y soldados iraquíes que desertan.
Cercano a Al Duri en tiempos de Sadam era Abu Ayman al Iraqi, ex teniente coronel del Ejército. Al Iraqi es hoy uno de los hombres fuertes del Consejo Militar del EI, junto a Abu Ahmed al Aluani, el máximo responsable de este órgano, también exmiembro de las Fuerzas Armadas iraquíes. Entre los destacados en este consejo, y elemento clave en el organigrama yihadista, está el checheno Omar al Shishani, uno de los grandes héroes de los integristas en el frente de batalla sirio.
Todos estos primeros espadas, junto al sirio Abu Mohamed al Adnani, portavoz de la organización, y Amr al Absi, responsable de la propaganda en las redes sociales, forman parte, según coinciden los expertos, del todopoderoso Consejo de la Shura, dirigido por Abu Arkan al Ameri, del que se tienen pocos datos. Este órgano es la correa de transmisión entre las directrices de Al Bagdadi y el resto de la organización.
No obstante, el órgano más poderoso del EI es el Consejo de la Sharía, supervisado directamente por el califa y formado en su mayoría por religiosos saudíes para la aplicación rigurosa de la única ley posible a sus ojos, la islámica.
Que Abubaker al Bagdadi, líder del autodenominado Estado Islámico (EI), entró a principios de 2004 en Camp Bucca, penal de EE UU en el sur de Irak, parece claro, según coinciden varios informes sobre su pasado. Cuándo salió es una incógnita. “Ni siquiera los estadounidenses saben cuánto tiempo pasó allí: si fueron 10 meses o cuatro años”, afirma Guido Steinberg, analista alemán del SWP (Instituto para Asuntos Internacionales y de Seguridad).
La prisión fue utilizada por EE UU sobre todo tras el escándalo de abusos a los presos en Abu Ghraib. Camp Bucca echó el cierre en 2009. Durante esos años, la cárcel alojó a muchos exmiembros del Ejército iraquí, entonces en el bando de la resistencia contra la invasión estadounidense. Entre aquellos internos estaban hombres fuertes hoy de Al Bagdadi como Abu Muslim al Turkmani, lugarteniente del califa y jefe provincial del EI; Abu Ayman al Iraqi, miembro destacado del Consejo Militar del EI; o Abu Mohamed al Adnani, portavoz del grupo. Por el penal pasó también Haji Baker, excoronel de la Guardia Revolucionaria Iraquí, considerado el principal asesor del Estado Islámico de Irak —anterior nombre del EI— en 2010 y figura clave para aupar a Al Bagdadi a lo más alto de su dirección.
Tanto Steinberg como otros expertos en terrorismo yihadista creen que en esta cárcel se fraguaron buenas alianzas entre yihadistas y exmiembros del régimen de Sadam. “Muchos sabíamos”, dijo en julio en su Twitter James Skylar Gerrond, un militar destinado en Camp Bucca, “que en lugar de alojar detenidos habíamos creado una olla a presión de extremismo”. Por esa olla también pasaron Abu Qasim, al cargo de los combatientes extranjeros del EI; Abu Shema, responsable de los arsenales; o Abu Suja, encargado de atender a las familias de los yihadistas muertos.
ÓSCAR GUTIÉRREZ
Madrid, El País
Muchos en Bagdad estaban convencidos este verano de que el Estado Islámico (EI) no aguantaría mucho al frente de Mosul. Que los extremistas liderados por el iraquí Abubaker al Bagdadi, sin experiencia en la gestión de un Gobierno, dejarían su Administración en manos de los baazistas, exmiembros del partido único que gobernaba Irak antes de la invasión estadounidense de 2003. Los hombres de Al Bagdadi y los supervivientes de la guerra en las filas del Baaz han forjado una extraña alianza con un objetivo: tomar el poder. Unos meses después, Mosul sigue en manos de los yihadistas, y exmandos militares del Ejército de Sadam Husein, como Abu Muslim al Turkmani o Abu Ali al Anbari, apuntalan la dirección del grupo yihadista EI.
Precisamente la operación mediante la que el EI tomó en junio Mosul —ciudad desde donde Al Bagdadi se autoproclamó califa— recibió el nombre de la “invasión de Abu Abdulrahman Al Bilawi”. ¿Quién es ese tal Al Bilawi al que honraban los integristas? Fue, hasta su muerte en la provincia de Anbar, uno de los jefes del Consejo Militar del EI. Pero antes de eso, Al Bilawi había sido capitán del Ejército iraquí a las órdenes de Sadam. Golpes del destino, el ataque que acabó con la vida de Al Bilawi permitió a los servicios de inteligencia iraquíes hacerse con documentación sobre el organigrama del grupo integrista.
Alrededor del califa Ibrahim (nombre de nacimiento de Al Bagdadi), según coinciden algunos analistas, se levanta una cúpula formada en su mayoría por iraquíes, muchos baazistas vinculados al régimen de Sadam. El estudio de ese organigrama revela que un exmiembro de las fuerzas especiales y de la inteligencia militar, Abu Muslim al Turkmani, y un exgeneral del Ejército, Abu Ali al Anbari, son sus dos principales lugartenientes. Al Turkmani dirige el Consejo Provincial y las actividades del EI en Irak, mientras Al Anbari controla la franja siria en manos de los yihadistas y es responsable de seguridad e inteligencia en la organización.
Los expertos apuntan que quizá Al Bagdadi fuera un hombre de paja detrás de una retahíla de baazistas con ganas de recuperar Bagdad. “Lo pensé al principio, pero ahora no estoy tan seguro”, señala Richard Barrett, del centro de análisis estadounidense The Soufan Group. Según Barrett, Al Bagdadi se ha desecho de posibles rivales llegados del Baaz, al tiempo que ha levantado un “aparato de seguridad implacable” para disuadir a los posibles disidentes. “Como califa es el líder supremo y tiene una personalidad suficientemente fuerte como para ejercer su autoridad”, señala el analista.
Cuesta, sin embargo, entender qué pueden compartir los yihadistas y los hombres del régimen de Sadam, nacionalista y laico. Pero la sintonía existe. Una de las piezas que no logró cobrarse EE UU fue Izzat Ibrahim al Duri, El Pelirrojo, hombre duro de la resistencia iraquí y número dos en el Gobierno de Sadam. Al Duri, en paradero desconocido, alabó en una grabación difundida en julio la lucha del Estado Islámico y agradeció a su líder —sin nombrar a Al Bagdadi— el perdón ofrecido a los policías y soldados iraquíes que desertan.
Cercano a Al Duri en tiempos de Sadam era Abu Ayman al Iraqi, ex teniente coronel del Ejército. Al Iraqi es hoy uno de los hombres fuertes del Consejo Militar del EI, junto a Abu Ahmed al Aluani, el máximo responsable de este órgano, también exmiembro de las Fuerzas Armadas iraquíes. Entre los destacados en este consejo, y elemento clave en el organigrama yihadista, está el checheno Omar al Shishani, uno de los grandes héroes de los integristas en el frente de batalla sirio.
Todos estos primeros espadas, junto al sirio Abu Mohamed al Adnani, portavoz de la organización, y Amr al Absi, responsable de la propaganda en las redes sociales, forman parte, según coinciden los expertos, del todopoderoso Consejo de la Shura, dirigido por Abu Arkan al Ameri, del que se tienen pocos datos. Este órgano es la correa de transmisión entre las directrices de Al Bagdadi y el resto de la organización.
No obstante, el órgano más poderoso del EI es el Consejo de la Sharía, supervisado directamente por el califa y formado en su mayoría por religiosos saudíes para la aplicación rigurosa de la única ley posible a sus ojos, la islámica.
Que Abubaker al Bagdadi, líder del autodenominado Estado Islámico (EI), entró a principios de 2004 en Camp Bucca, penal de EE UU en el sur de Irak, parece claro, según coinciden varios informes sobre su pasado. Cuándo salió es una incógnita. “Ni siquiera los estadounidenses saben cuánto tiempo pasó allí: si fueron 10 meses o cuatro años”, afirma Guido Steinberg, analista alemán del SWP (Instituto para Asuntos Internacionales y de Seguridad).
La prisión fue utilizada por EE UU sobre todo tras el escándalo de abusos a los presos en Abu Ghraib. Camp Bucca echó el cierre en 2009. Durante esos años, la cárcel alojó a muchos exmiembros del Ejército iraquí, entonces en el bando de la resistencia contra la invasión estadounidense. Entre aquellos internos estaban hombres fuertes hoy de Al Bagdadi como Abu Muslim al Turkmani, lugarteniente del califa y jefe provincial del EI; Abu Ayman al Iraqi, miembro destacado del Consejo Militar del EI; o Abu Mohamed al Adnani, portavoz del grupo. Por el penal pasó también Haji Baker, excoronel de la Guardia Revolucionaria Iraquí, considerado el principal asesor del Estado Islámico de Irak —anterior nombre del EI— en 2010 y figura clave para aupar a Al Bagdadi a lo más alto de su dirección.
Tanto Steinberg como otros expertos en terrorismo yihadista creen que en esta cárcel se fraguaron buenas alianzas entre yihadistas y exmiembros del régimen de Sadam. “Muchos sabíamos”, dijo en julio en su Twitter James Skylar Gerrond, un militar destinado en Camp Bucca, “que en lugar de alojar detenidos habíamos creado una olla a presión de extremismo”. Por esa olla también pasaron Abu Qasim, al cargo de los combatientes extranjeros del EI; Abu Shema, responsable de los arsenales; o Abu Suja, encargado de atender a las familias de los yihadistas muertos.