Holanda investiga una quincena de asesinatos mafiosos
La pugna iniciada hace dos años por el control de un cargamento de cocaína se recrudece
Isabel Ferrer
La Haya, El País
Luana Luz Xavier, una mujer brasileña de 34 años, murió acribillada el pasado 8 de diciembre frente a sus hijos en su domicilio, cercano a Ámsterdam. Regentaba una tienda de moda en la capital y había sido novia de Najib H., alias Ziggy, un sujeto de los bajos fondos holandeses presuntamente relacionado con varios asesinatos. Desaparecido desde hace meses, la policía le busca por su amistad con Gwenette Martha, un famoso traficante de drogas de origen antillano tiroteado en mayo a pocos kilómetros de la ciudad. Martha, un tipo con un largo historial delictivo, recibió 80 balazos en plena calle. Los pistoleros huyeron a la carrera en un auto que apareció luego vacío y quemado.
En los dos últimos años, ha habido otros 13 crímenes similares en la capital holandesa y sus alrededores. Tal vez veinte, según teme la policía. Una espiral de violencia desatada en 2012 por el control de un cargamento de cocaína llegado al puerto belga de Amberes, que ha derivado en una pugna entre bandas rivales --con miembros de todo tipo: desde holandeses de origen marroquí, de ascendencia antillana, turca u holandes autóctonos-- al más puro estilo mafioso. Hay chantajes, emboscadas con tiroteos y venganzas, y los autores son cada vez más jóvenes.
La situación es tan preocupante, que el Ayuntamiento, las fuerzas del orden y el Ministerio de Justicia trabajan juntos. Quieren yugular los negocios de los sospechosos que prestan ayuda a los bandidos. De momento, la policía ha decidido ocultar a Luciara y Wabia, las dos hermanas de Luana. Dice que es “por su propia seguridad”, pero Mark Teurlings, abogado de la familia, se queja de no haber sido informado a tiempo. Sin clientas visibles, ha optado por defender el honor de la fallecida, a la que califica de “madre excelente y muy ocupada con los niños y la tienda”. “No andaría metida en las drogas”, asegura.
El problema es que, Gwenette Martha, reconoció en un juicio haber utilizado el negocio de Luana como tapadera para blanquear fondos. “Ya se que es ilegal, lo siento. Pero resulta muy rentable”, dijo, tan tranquilo, desde el banquillo. Los investigadores creen que la muerte de la brasileña fue una venganza por una emboscada fallida de la banda de Martha a un rival.
El 10 de diciembre, solo dos días después de que Luz Xavier se convirtiera en la primera mujer asesinada en un contexto mafioso en Holanda, cayó abatido en Ásterdam Murat Huseyin Garki, un delincuente de origen turco de 25 años. Según Paul Vugts, periodista del diario Het Parool, el muerto mantenía una pugna con otros criminales por culpa de los envíos de droga. “Pero no participaba del núcleo duro de estos ajustes de cuentas”, apunta este especialista en el crimen organizado.
“Estos crímenes son difíciles de resolver porque los coches utilizados en las fugas acaban calcinados y nadie quiere declarar. En parte, por miedo a las represalias. Después, porque en el entorno de los liquidados también puede haber delincuentes”, ha declarado Pim Jansonius, jefe de la policía de Ámsterdam, al rotativo De Telegraaf.
Sobre el aumento de la brutalidad, plasmado en el paso del fusil kaláshnikov a las bombas en la calle, Jansonius cree que se trata de algo psicólogico. El temor a ser barrido lleva a adelantarse y disparar al rival, y se produce una reacción en cadena. Con todo, un hampón notable ha sido ya condenado. Se trata de Benaouf A., el hombre al que se atribuye haber declarado la guerra de la cocaína en el muelle belga. Pasará diez años en la cárcel.
Isabel Ferrer
La Haya, El País
Luana Luz Xavier, una mujer brasileña de 34 años, murió acribillada el pasado 8 de diciembre frente a sus hijos en su domicilio, cercano a Ámsterdam. Regentaba una tienda de moda en la capital y había sido novia de Najib H., alias Ziggy, un sujeto de los bajos fondos holandeses presuntamente relacionado con varios asesinatos. Desaparecido desde hace meses, la policía le busca por su amistad con Gwenette Martha, un famoso traficante de drogas de origen antillano tiroteado en mayo a pocos kilómetros de la ciudad. Martha, un tipo con un largo historial delictivo, recibió 80 balazos en plena calle. Los pistoleros huyeron a la carrera en un auto que apareció luego vacío y quemado.
En los dos últimos años, ha habido otros 13 crímenes similares en la capital holandesa y sus alrededores. Tal vez veinte, según teme la policía. Una espiral de violencia desatada en 2012 por el control de un cargamento de cocaína llegado al puerto belga de Amberes, que ha derivado en una pugna entre bandas rivales --con miembros de todo tipo: desde holandeses de origen marroquí, de ascendencia antillana, turca u holandes autóctonos-- al más puro estilo mafioso. Hay chantajes, emboscadas con tiroteos y venganzas, y los autores son cada vez más jóvenes.
La situación es tan preocupante, que el Ayuntamiento, las fuerzas del orden y el Ministerio de Justicia trabajan juntos. Quieren yugular los negocios de los sospechosos que prestan ayuda a los bandidos. De momento, la policía ha decidido ocultar a Luciara y Wabia, las dos hermanas de Luana. Dice que es “por su propia seguridad”, pero Mark Teurlings, abogado de la familia, se queja de no haber sido informado a tiempo. Sin clientas visibles, ha optado por defender el honor de la fallecida, a la que califica de “madre excelente y muy ocupada con los niños y la tienda”. “No andaría metida en las drogas”, asegura.
El problema es que, Gwenette Martha, reconoció en un juicio haber utilizado el negocio de Luana como tapadera para blanquear fondos. “Ya se que es ilegal, lo siento. Pero resulta muy rentable”, dijo, tan tranquilo, desde el banquillo. Los investigadores creen que la muerte de la brasileña fue una venganza por una emboscada fallida de la banda de Martha a un rival.
El 10 de diciembre, solo dos días después de que Luz Xavier se convirtiera en la primera mujer asesinada en un contexto mafioso en Holanda, cayó abatido en Ásterdam Murat Huseyin Garki, un delincuente de origen turco de 25 años. Según Paul Vugts, periodista del diario Het Parool, el muerto mantenía una pugna con otros criminales por culpa de los envíos de droga. “Pero no participaba del núcleo duro de estos ajustes de cuentas”, apunta este especialista en el crimen organizado.
“Estos crímenes son difíciles de resolver porque los coches utilizados en las fugas acaban calcinados y nadie quiere declarar. En parte, por miedo a las represalias. Después, porque en el entorno de los liquidados también puede haber delincuentes”, ha declarado Pim Jansonius, jefe de la policía de Ámsterdam, al rotativo De Telegraaf.
Sobre el aumento de la brutalidad, plasmado en el paso del fusil kaláshnikov a las bombas en la calle, Jansonius cree que se trata de algo psicólogico. El temor a ser barrido lleva a adelantarse y disparar al rival, y se produce una reacción en cadena. Con todo, un hampón notable ha sido ya condenado. Se trata de Benaouf A., el hombre al que se atribuye haber declarado la guerra de la cocaína en el muelle belga. Pasará diez años en la cárcel.