Físicos teóricos sugieren que solo el 10% de las galaxias podría albergar vida compleja
EP
Justo cuando estábamos medio convencidos de nuestras capacidades tecnológicas para encontrar vida extraterrestre en el interior de nuestra galaxia, llegan dos físicos teóricos y lo ponen todo patas arriba con su último trabajo. Si están en lo cierto, tal y como acaban de publicar en Physical Review Letters, apenas un 10% de las galaxias que conforman el universo observable podrían ser susceptibles de albergar vida inteligente. Y lo que es peor, todas las búsquedas emprendidas por los proyectos SETI podrían haber estado dirigidas hacia el lugar equivocado.
Justo cuando estábamos medio convencidos de nuestras capacidades tecnológicas para encontrar vida extraterrestre en el interior de nuestra galaxia, llegan dos físicos teóricos y lo ponen todo patas arriba con su último trabajo. Si están en lo cierto, tal y como acaban de publicar en Physical Review Letters, apenas un 10% de las galaxias que conforman el universo observable podrían ser susceptibles de albergar vida inteligente. Y lo que es peor, todas las búsquedas emprendidas por los proyectos SETI podrían haber estado dirigidas hacia el lugar equivocado.
El trabajo es obra de dos físicos teóricos, el profesor Tsvi Piran de la Universidad Hebrea de Jerusalén y el también profesor Raúl Jiménez Tellado de la Universidad de Barcelona. Según ambos, las galaxias pequeñas y jóvenes, ricas en zonas de nacimiento estelar, podrían verse bombardeadas regularmente por explosiones estelares devastadoras llamadas brotes de rayos gamma, que aniquilarían cualquier forma de vida más compleja que un microbio.
A causa de estos fenómenos destructivos, del total de 100.000 millones de galaxias que componen el universo observable, apenas un 10 por ciento podrían albergar vida compleja como la que vemos en la Tierra. Además, estos mismos procesos debieron hacer imposible que la vida compleja prosperase durante los primeros 5.000 años de vida del universo tras el Big Bang.
Los científicos llevan años preguntándose si los brotes de rayos gamma (compuestos de fotones altamente energéticos) podrían dañar a la Tierra. Descubiertos en 1967 por satélites diseñados para detectar pruebas nucleares en nuestro planeta, los astrofísicos se sorprendieron entonces al contabilizar incluso uno al día. Existen en dos formas: cortos y largos, siendo estos últimos los más peligrosos ya que liberan hasta 100 veces más energía que los cortos.
¿Y por qué resultan tan peligrosos? Bien, si una de estas explosiones de rayos gamma se diera en las cercanías de la Tierra, la energía expedida nos freiría directamente. Pero ni siquiera estando relativamente lejos estamos del todo seguros, ya que al contacto con nuestra atmósfera, los rayos gamma generarían una serie de reacciones químicas capaces de destrozar nuestra capa de ozono. Sin esta capa protectora, los rayos ultravioleta de nuestro propio sol nos cocinarían a fuego lento, causando una mortandad masiva.
¿Y es probable que nos pase eso? Ambos autores han calculado la posibilidad de que algo así haya sucedido en nuestro planeta durante los últimos miles de millones de años con un sorprendente resultado: estas fueron del 50%. De hecho, algunos astrofísicos creen que las extinción masiva del Ordovícico pudo deberse a una de estas explosiones de rayos gamma.
Según los profesores Piran y Jiménez, los lugares más comunes de la galaxia para que algo así suceda se encuentran no en todas las regiones en las que se forman estrellas rápidamente a partir de nubes de gas (como se creía hasta ahora), sino que son especialmente numerosas en aquellas regiones relativamente pobres en elementos pesados (es decir, compuestas principalmente por hidrógeno y helio).
Por ello, creen que para que la vida compleja tenga tiempo a desarrollarse, el lugar ideal donde buscar es el extrarradio de grandes galaxias como la Vía Láctea. El hallazgo es especialmente doloroso para los diseñadores de proyectos SETI, ya que hasta ahora asumían que dado que la densidad estelar era mayor a medida que nos acercábamos al centro de la galaxia, ese era el lugar ideal para emprender la búsqueda.
¡Justo lo contrario a lo que el nuevo estudio sugiere!
De confirmarse, finalmente será cierto que la ubicación de la Tierra, a las afueras de la Vía Láctea, ha resultado proverbial para que nosotros estemos hoy aquí, leyendo el trabajo de estos dos físicos teóricos. ¿Conviene descartar entonces el centro de la galaxia, o las galaxias pequeñas como objetivo de la búsqueda de vida compleja? Yo no diría tanto, la incertidumbre que acompaña a todo trabajo teórico invita siempre a ser precavido, pero sin duda es una opinión a tener en cuenta.
A causa de estos fenómenos destructivos, del total de 100.000 millones de galaxias que componen el universo observable, apenas un 10 por ciento podrían albergar vida compleja como la que vemos en la Tierra. Además, estos mismos procesos debieron hacer imposible que la vida compleja prosperase durante los primeros 5.000 años de vida del universo tras el Big Bang.
Los científicos llevan años preguntándose si los brotes de rayos gamma (compuestos de fotones altamente energéticos) podrían dañar a la Tierra. Descubiertos en 1967 por satélites diseñados para detectar pruebas nucleares en nuestro planeta, los astrofísicos se sorprendieron entonces al contabilizar incluso uno al día. Existen en dos formas: cortos y largos, siendo estos últimos los más peligrosos ya que liberan hasta 100 veces más energía que los cortos.
¿Y por qué resultan tan peligrosos? Bien, si una de estas explosiones de rayos gamma se diera en las cercanías de la Tierra, la energía expedida nos freiría directamente. Pero ni siquiera estando relativamente lejos estamos del todo seguros, ya que al contacto con nuestra atmósfera, los rayos gamma generarían una serie de reacciones químicas capaces de destrozar nuestra capa de ozono. Sin esta capa protectora, los rayos ultravioleta de nuestro propio sol nos cocinarían a fuego lento, causando una mortandad masiva.
¿Y es probable que nos pase eso? Ambos autores han calculado la posibilidad de que algo así haya sucedido en nuestro planeta durante los últimos miles de millones de años con un sorprendente resultado: estas fueron del 50%. De hecho, algunos astrofísicos creen que las extinción masiva del Ordovícico pudo deberse a una de estas explosiones de rayos gamma.
Según los profesores Piran y Jiménez, los lugares más comunes de la galaxia para que algo así suceda se encuentran no en todas las regiones en las que se forman estrellas rápidamente a partir de nubes de gas (como se creía hasta ahora), sino que son especialmente numerosas en aquellas regiones relativamente pobres en elementos pesados (es decir, compuestas principalmente por hidrógeno y helio).
Por ello, creen que para que la vida compleja tenga tiempo a desarrollarse, el lugar ideal donde buscar es el extrarradio de grandes galaxias como la Vía Láctea. El hallazgo es especialmente doloroso para los diseñadores de proyectos SETI, ya que hasta ahora asumían que dado que la densidad estelar era mayor a medida que nos acercábamos al centro de la galaxia, ese era el lugar ideal para emprender la búsqueda.
¡Justo lo contrario a lo que el nuevo estudio sugiere!
De confirmarse, finalmente será cierto que la ubicación de la Tierra, a las afueras de la Vía Láctea, ha resultado proverbial para que nosotros estemos hoy aquí, leyendo el trabajo de estos dos físicos teóricos. ¿Conviene descartar entonces el centro de la galaxia, o las galaxias pequeñas como objetivo de la búsqueda de vida compleja? Yo no diría tanto, la incertidumbre que acompaña a todo trabajo teórico invita siempre a ser precavido, pero sin duda es una opinión a tener en cuenta.