El fantasma de las crisis pasadas
Las señales de contagio a otras divisas emergentes avivan el recuerdo de la caída de 1998, que acabó provocando el colapso de la economía global
Alicia González
Madrid, El País
Desplome de los precios del petróleo. Las divisas de los países emergentes en caída libre. Números rojos en las bolsas. Problemas para el pago de la deuda en Venezuela y en Rusia. Hablamos de 1998, el año en el que la desconfianza de los mercados, contagiados por el impacto de la crisis financiera que arrancó en Tailandia un año antes, provocó el hundimiento del rublo y terminó con la suspensión de pagos de Rusia.
Con sus similitudes y sus diferencias, el escenario actual inevitablemente recuerda al de aquella crisis, que acabaría arrastrando a Brasil y buena parte de Latinoamérica y, desde ahí, al conjunto de la economía global. Fue ese contexto el que forzó una serie de cambios decisivos en las grandes economías en desarrollo, como la acumulación de reservas y los tipos de cambios flexibles, que impulsaron posteriormente su crecimiento y que hoy les hace menos vulnerables a la crisis rusa.
Es más, fue tras aquella crisis cuando se acuñó el término BRIC —acrónimo de Brasil, Rusia, India y China utilizado genéricamente para denominar al grupo de las grandes economías emergentes— en 2001, por el entonces economista jefe de Goldman Sachs, Jim O’Neill.
Ahora, como en 1998, la caída del precio del petróleo ha supuesto un claro detonante de la volatilidad de los mercados. El petróleo ha perdido más de un 45% desde junio hasta rondar los 60 dólares por barril de tipo brent, lo que ha golpeado con dureza a buena parte de los exportadores de materias primas, como Venezuela, Rusia o Nigeria, cuyos ingresos dependen básicamente de la evolución del precio del crudo. Su desplome está provocando problemas de sostenibilidad de las finanzas y dispara el coste de financiación de estos países.
El nivel de reservas entre los países emergentes se
ha disparado
Esa caída del precio del petróleo está muy marcada por la desaceleración de la economía china, un elemento novedoso si lo comparamos con el escenario económico de hace 16 años. China hoy rivaliza con Estados Unidos por el liderazgo económico mundial. Las señales de un menor consumo de materias primas por parte del gigante asiático han llevado al crudo a un escenario de precios hasta ahora sólo compatible con una recesión global. En cambio, la posibilidad de una subida de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos, la primera desde 2006, arroja semejanzas con el escenario de 1998 y resta atractivo a los activos emergentes. Los datos del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por sus siglas en inglés) apuntan a una salida de los inversores de las bolsas emergentes en los últimos meses y a una actitud mucho más cauta hacia la deuda de estos países. En los años 90, las subidas de tipos de la Reserva Federal provocaron una fuerte sacudida de las divisas asiáticas que acabaron contagiando a Moscú.
El impacto sobre los tipos de cambio es otra de las semejanzas con la crisis de 1998. El desplome del rublo ha provocado caídas en aquellas divisas cuyas economías tienen un mayor déficit por cuenta corriente como el rand sudafricano, la lira turca, el real brasileño o la rupia indonesia, aún lejos de los niveles de 1998. Por supuesto, cada país tiene sus propios problemas que contribuyen a acentuar ese comportamiento, como los problemas del sector de la minería en Sudáfrica y la pérdida de confianza en Brasil, tras la llegada del nuevo equipo económico al Gobierno y el estallido del escándalo de Petrobras. Pero los bancos centrales están adoptando medidas. En el caso de Turquía, el banco central anunciaba ayer que establecería una línea de liquidez para las empresas importadoras de petróleo, lo que garantiza el suministro y resta presión al mercado cambiario.
Sin duda, las economías emergentes aprendieron mucho de aquella crisis y la mayoría han adoptado tipos de cambios flexibles, que si bien les dejan expuestos a mayores tensiones inflacionistas también les permiten amortiguar en cierta medida, como es el caso de Rusia, la caída del precio del petróleo.
A diferencia de hace 16 años, China juega hoy un papel fundamental en la economía global
El nivel de reservas entre los emergentes también se ha disparado y con ello su margen para hacer frente a posibles crisis cambiarias. Hoy los emergentes manejan más de ocho billones de dólares en reservas internacionales, frente a los apenas 660.000 millones de 1999, pero la cifra aparece distorsionada por China que acapara la mitad de esa cuantía.
Tras la crisis de 1998, los gobiernos emergentes dejaron de endeudarse masivamente en dólares y pasaron a hacerlo en sus propias divisas, lo que les garantiza una mayor estabilidad y mayor capacidad de respuesta ante una crisis cambiaria. Los problemas residen ahora en el fuerte endeudamiento externo del sector privado, que obliga a los gobiernos a proporcionar líneas adicionales de liquidez en divisas. Tampoco los tipos de interés son comparables. Pese a la subida adoptada el pasado lunes por Rusia del 10,5% al 17%, el precio del dinero en 1998 llegó a alcanzar en algunos momentos rentabilidades de tres dígitos.
Alicia González
Madrid, El País
Desplome de los precios del petróleo. Las divisas de los países emergentes en caída libre. Números rojos en las bolsas. Problemas para el pago de la deuda en Venezuela y en Rusia. Hablamos de 1998, el año en el que la desconfianza de los mercados, contagiados por el impacto de la crisis financiera que arrancó en Tailandia un año antes, provocó el hundimiento del rublo y terminó con la suspensión de pagos de Rusia.
Con sus similitudes y sus diferencias, el escenario actual inevitablemente recuerda al de aquella crisis, que acabaría arrastrando a Brasil y buena parte de Latinoamérica y, desde ahí, al conjunto de la economía global. Fue ese contexto el que forzó una serie de cambios decisivos en las grandes economías en desarrollo, como la acumulación de reservas y los tipos de cambios flexibles, que impulsaron posteriormente su crecimiento y que hoy les hace menos vulnerables a la crisis rusa.
Es más, fue tras aquella crisis cuando se acuñó el término BRIC —acrónimo de Brasil, Rusia, India y China utilizado genéricamente para denominar al grupo de las grandes economías emergentes— en 2001, por el entonces economista jefe de Goldman Sachs, Jim O’Neill.
Ahora, como en 1998, la caída del precio del petróleo ha supuesto un claro detonante de la volatilidad de los mercados. El petróleo ha perdido más de un 45% desde junio hasta rondar los 60 dólares por barril de tipo brent, lo que ha golpeado con dureza a buena parte de los exportadores de materias primas, como Venezuela, Rusia o Nigeria, cuyos ingresos dependen básicamente de la evolución del precio del crudo. Su desplome está provocando problemas de sostenibilidad de las finanzas y dispara el coste de financiación de estos países.
El nivel de reservas entre los países emergentes se
ha disparado
Esa caída del precio del petróleo está muy marcada por la desaceleración de la economía china, un elemento novedoso si lo comparamos con el escenario económico de hace 16 años. China hoy rivaliza con Estados Unidos por el liderazgo económico mundial. Las señales de un menor consumo de materias primas por parte del gigante asiático han llevado al crudo a un escenario de precios hasta ahora sólo compatible con una recesión global. En cambio, la posibilidad de una subida de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos, la primera desde 2006, arroja semejanzas con el escenario de 1998 y resta atractivo a los activos emergentes. Los datos del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por sus siglas en inglés) apuntan a una salida de los inversores de las bolsas emergentes en los últimos meses y a una actitud mucho más cauta hacia la deuda de estos países. En los años 90, las subidas de tipos de la Reserva Federal provocaron una fuerte sacudida de las divisas asiáticas que acabaron contagiando a Moscú.
El impacto sobre los tipos de cambio es otra de las semejanzas con la crisis de 1998. El desplome del rublo ha provocado caídas en aquellas divisas cuyas economías tienen un mayor déficit por cuenta corriente como el rand sudafricano, la lira turca, el real brasileño o la rupia indonesia, aún lejos de los niveles de 1998. Por supuesto, cada país tiene sus propios problemas que contribuyen a acentuar ese comportamiento, como los problemas del sector de la minería en Sudáfrica y la pérdida de confianza en Brasil, tras la llegada del nuevo equipo económico al Gobierno y el estallido del escándalo de Petrobras. Pero los bancos centrales están adoptando medidas. En el caso de Turquía, el banco central anunciaba ayer que establecería una línea de liquidez para las empresas importadoras de petróleo, lo que garantiza el suministro y resta presión al mercado cambiario.
Sin duda, las economías emergentes aprendieron mucho de aquella crisis y la mayoría han adoptado tipos de cambios flexibles, que si bien les dejan expuestos a mayores tensiones inflacionistas también les permiten amortiguar en cierta medida, como es el caso de Rusia, la caída del precio del petróleo.
A diferencia de hace 16 años, China juega hoy un papel fundamental en la economía global
El nivel de reservas entre los emergentes también se ha disparado y con ello su margen para hacer frente a posibles crisis cambiarias. Hoy los emergentes manejan más de ocho billones de dólares en reservas internacionales, frente a los apenas 660.000 millones de 1999, pero la cifra aparece distorsionada por China que acapara la mitad de esa cuantía.
Tras la crisis de 1998, los gobiernos emergentes dejaron de endeudarse masivamente en dólares y pasaron a hacerlo en sus propias divisas, lo que les garantiza una mayor estabilidad y mayor capacidad de respuesta ante una crisis cambiaria. Los problemas residen ahora en el fuerte endeudamiento externo del sector privado, que obliga a los gobiernos a proporcionar líneas adicionales de liquidez en divisas. Tampoco los tipos de interés son comparables. Pese a la subida adoptada el pasado lunes por Rusia del 10,5% al 17%, el precio del dinero en 1998 llegó a alcanzar en algunos momentos rentabilidades de tres dígitos.