"Cuando yo atajaba en la Liga mendocina, Casillas ya estaba en la selección"

Marruecos, Olé
Torrico admira a su colega del Madrid sin ufanarse de un detalle no menor: el Papa tiene sus guantes y no los de Iker... “En la que pegó en el palo el otro día, se vio la mano de Francisco, je”.
Las comparaciones son odiosas. Uno de los que están frente a frente queda inevitablemente es una posición desventajosa. Es una ley no escrita que hay que tratar de respetar para evitar daños morales y anímicos irreparables. Pero, en este caso, la coyuntura obliga a afrontar igual este mano a mano. Oh, casualidad (o no tanto), si hablamos de manos, hablamos de arqueros. De un lado Sebastián Torrico; del otro Iker Casillas. Ambos van a jugar la final del Mundial de Clubes 2014. Hasta ahí, parejitos. Pero en lo demás, hay un océano que los separa. Simple, y con todo respeto para el español: ¿acaso el Papa Francisco tiene en su mesita de luz los guantes de Casillas? Que disculpe Iker la comparación, pero hay que decirlo con claridad: no.


“¿Va a haber cambio de camisetas?”, es la pregunta que surge natural como la respuesta de Torrico: “Vamos a ver si se la doy, ja”. El arquero de San Lorenzo, y del Vaticano, se ríe con ganas. Está contento. Si jugar al fútbol siempre fue un sueño, estar ante “el partido más importante de nuestra historia y la de San Lorenzo”, supera la mejor de las fantasías. Las deportivas, claro, porque fuera de las canchas, este mendocino de Luján de Cuyo se siente el hombre más feliz de la tierra con sus hijos (Juliana de tres años y Juanse de uno). Y con su obra -casi papal- en su ciudad de origen: la Fundación Amigos por el Deporte, a la que van a diario 250 pibes carenciados, de entre seis y 18 años, a los que se trata de incluir socialmente a través del deporte. “Hacen fútbol y boxeo, pero dentro de poco vamos a agregar otras actividades, como el hockey. Queremos que estudien, que sean amigos. La idea es que hagan una vida sana e inculcarles que con esfuerzo, los objetivos claros se pueden alcanzar“.
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Este incompetente cocinero, que los asados sólo los organiza, que escucha cumbia y cuarteto, y que con 34 años es más amante de los libros de psicología deportiva que de la televisión, traza, sin querer, una parábola entre los valores de su Fundación y los de este San Lorenzo. Y también con los propios. “Con Casillas tenemos casi la misma edad (Iker tiene un año menos), pero él debutó más joven. Cuando yo atajaba en la Liga Mendocina, él ya estaba en la selección, ja. La verdad es que lo admiro. Hizo una gran carrera y estuvo en momentos cruciales en la historia del Real Madrid y de España”.

Torrico y San Lorenzo también hicieron una gran carrera, una que aún no termina y tiene mañana su último escalón, en el Grand Stade de Marrakech. “Contra el Auckland City entramos muy ansiosos y frente al Madrid debemos matar esa ansiedad. Tenemos que disfrutar al máximo el momento que estamos viviendo aunque no hay que confundirse”, advierte quien de chico atendiera un kiosco, tiempos en los que era muy tímido y de los que, orgullosamente, conserva los mismos amigos.

De la semi a la final de mañana hay un puñadito de días y varias sensaciones. “Gracias a Dios lo pudimos definir en el alargue”, cita al que tantos le rezan a diario y respira hondo. Y el círculo se cierra en un recuerdo. “La que pegó en el palo fue increíble, viste. Se vio otra vez la mano de Francisco, ja”. Sí, la mano del Papa... con un guante de Torrico. En Madrid no se consigue, Iker.

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