Boca y otro año para olvidar
El 2014 será recordado por las salidas de Bianchi y Riquelme y las caídas con River
Fabio Dana
ESPN.com
Lo mejor que le pasó a Boca en este 2014 fue que el año llegó a su fin. Así de simple, así de claro. El balance futbolístico para los xeneizes no fue nada bueno, y terminó de la peor manera: con la primera eliminación en un torneo internacional frente a River, su máximo rival.
Repasemos. El primer semestre arrancó como una continuidad del 2013: mucha irregularidad, jugadores por debajo de su nivel, falta de identidad. Si bien el equipo salió subcampeón (por diferencia de gol, ya que compartió el puesto junto con Estudiantes y Godoy Cruz), nunca estuvo con chances concretas de pelear el campeonato. La presión lo superó siempre, y sólo empezó a ganar más o menos seguido cuando había quedado demasiado lejos como para ilusionarse con el título.
El ciclo del Virrey ya parecía terminado a mitad de año, pero la dirigencia decidió darle continuidad solamente por lo que significaba la presencia de Carlos Bianchi en el banco. Sin embargo, a cuatro fechas de iniciado el torneo decidió despedirlo: tres derrotas y apenas un triunfo, sumado al desconcierto que mostraba el equipo dentro del campo de juego fueron el detonante.
En seis meses y un poco más, Boca se quedó sin el entrenador más exitoso de la historia del club y sin Juan Román Riquelme, uno de los grandes ídolos de todos los tiempos, quien se fue tras nuevas y viejas diferencias con la dirigencia.
Los dos alejamientos pueden resultar justificados, o no, de acuerdo al cristal con que se los mire. Pero algo resulta inobjetable: no fueron gratuitos.
Tras la salida de Bianchi llegó Rodolfo Arruabarrena, un entrenador joven y surgido de las Inferiores del club. El Vasco tuvo que apagar el incendio, y mostró capacidad y carácter para hacerse cargo de la difícil situación. Bajo su conducción el equipo recuperó la confianza y al menos mostró rebeldía dentro del campo de juego.
En el torneo local, el DT logró sumar, con cuatro partidos menos, casi tantos puntos como el River de Marcelo Gallardo, la revelación del certamen por el buen juego mostrado en buena parte de la competencia.
En el plano internacional, el equipo pareció recuperar la mística copera. Derrotó sin problemas a Central y tras sobreponerse a la dura caída de local ante el ignoto Capiatá, venció a Cerro Porteño con autoridad para meterse en semifinales. Pero allí chocó con River, al que nunca le pudo ganar en la temporada, que le dio el golpe de gracia tras vencerlo en el Monumental y mandarlo a casa con las manos vacías, en lo que fue una de las eliminaciones más dolorosas de su historia.
Ahora, será cuestión de hacer borrón y cuenta nueva. El Vasco tendrá la posibilidad de trabajar desde el arranque con todo el plantel, de traer nuevos jugadores, podrá imponer con tiempo sus conceptos y su idea de juego. El técnico sabe que Boca no deja margen para el error. Y más luego de varios años de frustraciones.
Fabio Dana
ESPN.com
Lo mejor que le pasó a Boca en este 2014 fue que el año llegó a su fin. Así de simple, así de claro. El balance futbolístico para los xeneizes no fue nada bueno, y terminó de la peor manera: con la primera eliminación en un torneo internacional frente a River, su máximo rival.
Repasemos. El primer semestre arrancó como una continuidad del 2013: mucha irregularidad, jugadores por debajo de su nivel, falta de identidad. Si bien el equipo salió subcampeón (por diferencia de gol, ya que compartió el puesto junto con Estudiantes y Godoy Cruz), nunca estuvo con chances concretas de pelear el campeonato. La presión lo superó siempre, y sólo empezó a ganar más o menos seguido cuando había quedado demasiado lejos como para ilusionarse con el título.
El ciclo del Virrey ya parecía terminado a mitad de año, pero la dirigencia decidió darle continuidad solamente por lo que significaba la presencia de Carlos Bianchi en el banco. Sin embargo, a cuatro fechas de iniciado el torneo decidió despedirlo: tres derrotas y apenas un triunfo, sumado al desconcierto que mostraba el equipo dentro del campo de juego fueron el detonante.
En seis meses y un poco más, Boca se quedó sin el entrenador más exitoso de la historia del club y sin Juan Román Riquelme, uno de los grandes ídolos de todos los tiempos, quien se fue tras nuevas y viejas diferencias con la dirigencia.
Los dos alejamientos pueden resultar justificados, o no, de acuerdo al cristal con que se los mire. Pero algo resulta inobjetable: no fueron gratuitos.
Tras la salida de Bianchi llegó Rodolfo Arruabarrena, un entrenador joven y surgido de las Inferiores del club. El Vasco tuvo que apagar el incendio, y mostró capacidad y carácter para hacerse cargo de la difícil situación. Bajo su conducción el equipo recuperó la confianza y al menos mostró rebeldía dentro del campo de juego.
En el torneo local, el DT logró sumar, con cuatro partidos menos, casi tantos puntos como el River de Marcelo Gallardo, la revelación del certamen por el buen juego mostrado en buena parte de la competencia.
En el plano internacional, el equipo pareció recuperar la mística copera. Derrotó sin problemas a Central y tras sobreponerse a la dura caída de local ante el ignoto Capiatá, venció a Cerro Porteño con autoridad para meterse en semifinales. Pero allí chocó con River, al que nunca le pudo ganar en la temporada, que le dio el golpe de gracia tras vencerlo en el Monumental y mandarlo a casa con las manos vacías, en lo que fue una de las eliminaciones más dolorosas de su historia.
Ahora, será cuestión de hacer borrón y cuenta nueva. El Vasco tendrá la posibilidad de trabajar desde el arranque con todo el plantel, de traer nuevos jugadores, podrá imponer con tiempo sus conceptos y su idea de juego. El técnico sabe que Boca no deja margen para el error. Y más luego de varios años de frustraciones.