Aire fresco para el fútbol argentino
San Lorenzo, River, la selección y mejor nivel de juego, las buenas noticias que deja 2014
Rodolfo Chisleanschi
Buenos Aires, Wl País
Cuando San Lorenzo de Almagro dispute mañana la final del Mundial de Clubes, el fútbol argentino habrá coronado uno de sus mejores años de los últimos tiempos. La organización de los torneos locales sigue siendo caótica y la violencia campa descontrolada en los estadios y sus alrededores, pero desde el césped, en cambio, no dejan de llegar buenas noticias.
Un rápido repaso a 2014 permite apuntar el éxito de la Albiceleste, finalista en el Mundial de Brasil; y el de los clubes, ganadores de las dos competencias continentales del año. San Lorenzo (Copa Libertadores) y River Plate (Sudamericana) marcaron un hecho inédito en este siglo: hasta ahora, Argentina nunca había podido alzase con ambos títulos a la vez.
Pero con todo, la mejor noticia se dio en el segundo semestre del año, con la disputa del llamado Torneo de Transición ganado por el Racing Club. Allí, y de modo inesperado, se produjo una notoria mejoría en el nivel de juego. “El Mundial marcó un cambio futbolístico e hizo que muchos técnicos se animaran a copiar modelos con propuestas más ofensivas. Esto armó un mejor torneo, se lograron más goles y, en general, le hizo bien al fútbol, que venía siendo bastante mezquino”, sostiene Matías Almeyda, exjugador del Sevilla y técnico del Banfield, uno de esos equipos que apostó por mirar la portería rival antes que cuidar la propia.
Los números no mienten. El torneo se cerró con 491 goles, un promedio de 2,58 por partido, la cifra más alta desde 2006 y 90 tantos por encima de los magros 401 anotados en el primer semestre de este mismo año. “Por suerte, han surgido entrenadores que privilegian el aspecto ofensivo y mantienen esa idea incluso cuando van ganando un partido”, subraya Alejandro Fabbri, periodista que comenta por televisión el partido principal de cada jornada. Su lista incluye a Marcelo Gallardo (River), Diego Cocca (Racing), Jorge Almirón (Independiente), Rodolfo Arruabarrena (Boca), Darío Franco (Defensa y Justicia), Carlos Mayor (Godoy Cruz, el único que no acabó el torneo en su puesto) y el citado Almeyda.
Comandados por el Muñeco Gallardo, sin duda el más exitoso y elogiado del grupo, la presión alta para recuperar el balón, el intento de asegurar su posesión a través del pase y la elaboración y la búsqueda permanente sin mirar el resultado parcial dejaron de ser una rara avis en las canchas para dar paso a choques más atrayentes que hasta los colegiados agradecen. “Si pudiese elegir una condición ideal para dirigir un partido sería el de ida y vuelta. Es más disfrutable y también más limpio, porque en ese intento de ganarse y hacerse goles baja el nivel de fricción y el juego se hace más vistoso, más libre”, sostiene el árbitro internacional Patricio Loustau.
Por supuesto, el súbito cambio de aires también genera dudas. La primera es preguntarse si no se tratará de una circunstancial brisa de primavera apoyada en el hecho de que en este torneo no estaba en juego la posibilidad de perder la categoría. “Si pensamos que se jugó de esta manera porque no hubo descensos entonces volveríamos a lo de antes en cuanto los haya”, dice Almeyda, confiado en que estos entrenadores jóvenes pueden “cambiar el fútbol, por el bien de todos, y seguir con estas propuestas”.
La invitación a jugar expone con más crudeza el verdadero nivel del futbolista argentino actual. Y allí radica otro de los grandes interrogantes. “Aquí siguen saliendo jugadores técnicamente exquisitos, pero el problema es la cabeza, porque hoy se necesitan futbolistas inteligentes y sin posiciones fijas”, afirma Leonel Gancedo quien tiene a su cargo la cantera del River. El exjugador de Osasuna recalca: “Es clave la conducción psicológica, anímica e incluso espiritual del grupo para que los chicos entiendan que esto es un juego que los va a salvar”.
Gancedo sostiene que “los mejores entrenadores deberían estar abajo, en la formación, para educar a los jóvenes, pero el trabajo en la cantera está devaluado en la Argentina”. Almeyda lamenta que “los jugadores se terminan de hacer en Primera, cuando deberían jugar muchos más partidos en Quinta, Cuarta y Tercera”. El periodista de la televisión pública sugiere también que “si la mitad de los 800 futbolistas argentinos que actúan en el exterior jugaran en su país, el nivel se elevaría”.
Lo cierto es que con más o menos vaivenes, en 2014 el fútbol argentino logrado sobre el césped el respiro que no consigue ni en los despachos ni en las gradas. Con viejas glorias como Diego Milito en Racing o Maxi Rodríguez en Newell's convertidas en referencias, nombres prometedores como Matías Kranevitter (volante central del River) o Joaquín Correa (mediapunta del Estudiantes), ideas más atrevidas en los banquillos y hasta algo más de paciencia en los dirigentes. Habrá que aguardar hasta 2015 para confirmar (o no) la tendencia.
Rodolfo Chisleanschi
Buenos Aires, Wl País
Cuando San Lorenzo de Almagro dispute mañana la final del Mundial de Clubes, el fútbol argentino habrá coronado uno de sus mejores años de los últimos tiempos. La organización de los torneos locales sigue siendo caótica y la violencia campa descontrolada en los estadios y sus alrededores, pero desde el césped, en cambio, no dejan de llegar buenas noticias.
Un rápido repaso a 2014 permite apuntar el éxito de la Albiceleste, finalista en el Mundial de Brasil; y el de los clubes, ganadores de las dos competencias continentales del año. San Lorenzo (Copa Libertadores) y River Plate (Sudamericana) marcaron un hecho inédito en este siglo: hasta ahora, Argentina nunca había podido alzase con ambos títulos a la vez.
Pero con todo, la mejor noticia se dio en el segundo semestre del año, con la disputa del llamado Torneo de Transición ganado por el Racing Club. Allí, y de modo inesperado, se produjo una notoria mejoría en el nivel de juego. “El Mundial marcó un cambio futbolístico e hizo que muchos técnicos se animaran a copiar modelos con propuestas más ofensivas. Esto armó un mejor torneo, se lograron más goles y, en general, le hizo bien al fútbol, que venía siendo bastante mezquino”, sostiene Matías Almeyda, exjugador del Sevilla y técnico del Banfield, uno de esos equipos que apostó por mirar la portería rival antes que cuidar la propia.
Los números no mienten. El torneo se cerró con 491 goles, un promedio de 2,58 por partido, la cifra más alta desde 2006 y 90 tantos por encima de los magros 401 anotados en el primer semestre de este mismo año. “Por suerte, han surgido entrenadores que privilegian el aspecto ofensivo y mantienen esa idea incluso cuando van ganando un partido”, subraya Alejandro Fabbri, periodista que comenta por televisión el partido principal de cada jornada. Su lista incluye a Marcelo Gallardo (River), Diego Cocca (Racing), Jorge Almirón (Independiente), Rodolfo Arruabarrena (Boca), Darío Franco (Defensa y Justicia), Carlos Mayor (Godoy Cruz, el único que no acabó el torneo en su puesto) y el citado Almeyda.
Comandados por el Muñeco Gallardo, sin duda el más exitoso y elogiado del grupo, la presión alta para recuperar el balón, el intento de asegurar su posesión a través del pase y la elaboración y la búsqueda permanente sin mirar el resultado parcial dejaron de ser una rara avis en las canchas para dar paso a choques más atrayentes que hasta los colegiados agradecen. “Si pudiese elegir una condición ideal para dirigir un partido sería el de ida y vuelta. Es más disfrutable y también más limpio, porque en ese intento de ganarse y hacerse goles baja el nivel de fricción y el juego se hace más vistoso, más libre”, sostiene el árbitro internacional Patricio Loustau.
Por supuesto, el súbito cambio de aires también genera dudas. La primera es preguntarse si no se tratará de una circunstancial brisa de primavera apoyada en el hecho de que en este torneo no estaba en juego la posibilidad de perder la categoría. “Si pensamos que se jugó de esta manera porque no hubo descensos entonces volveríamos a lo de antes en cuanto los haya”, dice Almeyda, confiado en que estos entrenadores jóvenes pueden “cambiar el fútbol, por el bien de todos, y seguir con estas propuestas”.
La invitación a jugar expone con más crudeza el verdadero nivel del futbolista argentino actual. Y allí radica otro de los grandes interrogantes. “Aquí siguen saliendo jugadores técnicamente exquisitos, pero el problema es la cabeza, porque hoy se necesitan futbolistas inteligentes y sin posiciones fijas”, afirma Leonel Gancedo quien tiene a su cargo la cantera del River. El exjugador de Osasuna recalca: “Es clave la conducción psicológica, anímica e incluso espiritual del grupo para que los chicos entiendan que esto es un juego que los va a salvar”.
Gancedo sostiene que “los mejores entrenadores deberían estar abajo, en la formación, para educar a los jóvenes, pero el trabajo en la cantera está devaluado en la Argentina”. Almeyda lamenta que “los jugadores se terminan de hacer en Primera, cuando deberían jugar muchos más partidos en Quinta, Cuarta y Tercera”. El periodista de la televisión pública sugiere también que “si la mitad de los 800 futbolistas argentinos que actúan en el exterior jugaran en su país, el nivel se elevaría”.
Lo cierto es que con más o menos vaivenes, en 2014 el fútbol argentino logrado sobre el césped el respiro que no consigue ni en los despachos ni en las gradas. Con viejas glorias como Diego Milito en Racing o Maxi Rodríguez en Newell's convertidas en referencias, nombres prometedores como Matías Kranevitter (volante central del River) o Joaquín Correa (mediapunta del Estudiantes), ideas más atrevidas en los banquillos y hasta algo más de paciencia en los dirigentes. Habrá que aguardar hasta 2015 para confirmar (o no) la tendencia.