La victoria más triste del Atleti

El Atlético se impuso con autoridad al Depor en un partido enturbiado por los tristes hechos ocurridos horas antes. Saúl y Arda firmaron los goles del triunfo.


Madrid, As
El Atleti ganó un partido que no se tenía que haber jugado. Porque, tres horas antes, ultras de ambos equipos, del Frente Atlético (ayudados por los Ultra Boys del Sporting) y de Riazor Blues (reforzados por miembros de los Bukaneros del Rayo y de los Alkor del Alcorcón) se habían citado para pelearse con trágicas consecuencias. Cuesta entender cómo se le escapó a la Policía una reyerta preparada durante días a 600 kilómetros de distancia y cómo, cuando todo el Calderón sabía que un hincha deportivista había sido asesinado, entre LFP, FEF y clubes orquestaron un vodevil absurdo de incompetencia por el que, entre unos y otros, no se tuvo la sensibilidad de suspender el encuentro y mandar de una vez un mensaje alto y claro: estos delincuentes sobran en el fútbol.


Y no se les echa porque no se quiere. Laporta marcó un camino que el resto no se atrevió a continuar: expulsó a los Boixos y el Barça­ lo ganó todo, haciendo añicos la vieja excusa a la que se aferran el resto de clubes (“no son todos, animan mucho, el equipo lo agradece…”). Los dirigentes del Atlético, que vivió sus épocas más gloriosas (hasta esta) antes de la creación del Frente, nunca se han atrevido a dar el paso. Esta vez, el resto del Manzanares, la afición que cuenta, les mandó una señal en una mañana enrarecida y triste. Cuando el sector ultra intentó romper el tenso silencio que presidió el partido, en vez de voces de apoyo encontró una pitada que les calló. El Atleti no son ellos.

Y mientras, unos metros por debajo, se jugó un partido amargo que el Atleti resolvió porque, hasta en la tristeza, Arda es un fuera de serie. Desde el principio, los 22 futbolistas mostraron que ellos eran los primeros que no querían estar allí: desconectados, imprecisos, con la cabeza en otra parte. Ánimo de cita de compromiso en un local donde no hablaba nadie. El único que parecía el mismo de siempre era Teixeira II (nunca una película tan mala mereció una segunda parte) que, como nunca se entera de nada, igual ni sabía lo acontecido y allí, andaba, pitando lo que no pasaba e ignorando lo obvio. Un fenómeno.

Excepto un gran cabezazo aislado de Mandzukic al poste y un par de arrancadas de genio de Arda, el partido deambulaba melancólico hacia el descanso cuando apareció esa faceta del Atleti que no tiene alma ni piedad: el balón parado. Koke lanzó una falta lateral, Mandzukic peinó en el primer palo y Saúl, notable en su oportunidad, cabeceaba a la red en el segundo. El Depor descubrió lo que tantos saben: sea el juego aéreo del Atleti sea la media sonrisa de una chica guapa, por mucho que te prepares, no puedes evitar caer rendido.

En el descanso, tras un enfrentamiento entre Godín y Víctor Fernández rumbo al vestuario, el Atleti recuperó algo la compostura y subió (un pelo) el nivel en el segundo tiempo. Sentenció pronto Arda que, en uno de esos guiños del juego, inventó doce maravillas para marcar de churro. Córner de Koke, despeja Postiga y Arda engancha una volea imperfecta en la frontal que entra tras pegar en Diakité. El turco vive, juega y marca como le da la gana. Y punto.

Quedaba más de media hora que sirvió para que el Atleti amarrase tres puntos agridulces y extraños sin sobresaltos y para que Simeone sacase a Cerci del calabozo. La grada dedicó al italiano una ovación con aires de abrazo paternal: vamos, chico, todo mejorará. Pero el Calderón había mandado su postura realmente importante mucho antes, cuando hizo callar al Frente. Si el club captó el mensaje, debería de ser para siempre.

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