La guerra de ideas del Estado Islámico
Los yihadistas usan una potente maquinaria ideológica para reclutar a miles de jóvenes, a los que ofrecen una identidad
Oscar gutiérrez
Madrid, El País
Aparecen con el rostro al descubierto, pero son los verdugos. En fila, combatientes del Estado Islámico (EI) pasan con sus víctimas maniatadas junto a un cajón lleno de cuchillos. Es una decapitación en masa, difundida la pasada semana. Murieron alrededor de 18 hombres, la mayoría militares sirios. Entre ellos estaba también el cooperante estadounidense Peter Kassig. ¿Por qué mostraron sus caras? Casi nada es azaroso en el EI. Los analistas que siguen la pista coinciden en que, al margen de la parafernalia del vídeo, el mensaje es muy potente en dos sentidos: en primer lugar, los miembros del EI son habitantes de la tierra que delimita el autoproclamado califato. Ese es su hogar y allí vivirán siempre. ¿Qué represalias pueden temer? Y segundo: los que son extranjeros (en la cinta aparecen franceses, británicos, asiáticos…) se identifican ante sus compatriotas para que se unan a la causa yihadista. Un reclamo para el que esté abierto a verlo.
Es un ejemplo de la maquinaria ideológica del grupo comandado por el iraquí Abubaker al Bagdadi. El analista alemán Guido Steinberg, del SWP (Instituto para Asuntos Internacionales y de Seguridad), va al detalle: “La primera función de los combatientes extranjeros”, señala en un foro del Real Instituto Elcano, “es el ataque suicida, así que pueden mostrar su cara”. Además, añade Steinberg, estos foráneos que aparecen en las películas son “figuras de identificación para reclutar” a más milicianos allende los mares. Dicho en plata: la madre del cordero de la lucha contra el EI, para expertos en terrorismo y miembros de las fuerzas de seguridad, es la fuerte ideología que le hace tan atractivo. Es la “guerra de las ideas” a la que se refería en el mismo foro el ministro consejero de la Embajada estadounidense Krishna R. Urs.
Otro ejemplo: tras proclamar su califato, Al Bagdadi dio un sermón en una mezquita de Mosul, en el norte de Irak. En la retina queda que son las únicas imágenes que se tienen de él. Para su cohorte, sin embargo, caló el símbolo: la oración se celebró en la Gran mezquita de Nur al Din, una suerte de precursor de las grandes gestas contra los cruzados dirigidas por Saladino. Steinberg admite, no obstante, que no sólo el tirón ideológico explica el ascenso de ese “Ejército terrorista” (alrededor de 31.000 hombres; entre ellos, 15.000 extranjeros). “En Alemania o Bélgica, muchos de los jóvenes que se alistaron vivían en barrios pobres”, apunta el analista. “Pero creo que la ideología es más importante que las razones sociales”, añade. “Ningún Estado puede hacer nada contra una ideología tan fuerte; van a seguir viajando”. Destino: una sociedad islámica como en tiempos de Mahoma.
Más símbolos: el EI informó por primera vez de la localización de una de sus tropelías en el vídeo de la matanza de rehenes. Fue en Dabiq, pequeña localidad en el noroeste sirio. Muchos se preguntaron por qué el EI se afanó tanto allá por verano para conquistar precisamente esa ciudad. Razón: uno de los hádices del profeta Mahoma sitúa en Dabiq el lugar donde se librará la batalla final entre musulmanes y cristianos. El mensaje queda claro de nuevo para el que necesite verlo.
Junto a los símbolos, dice Assaf Moghadam, del israelí Instituto Internacional de Antiterrorismo, la fuerza ideológica del EI reside en que “ofrece una identidad alternativa” para esos miles de jóvenes musulmanes
no integrados. “Les ofrece”, afirma, “participar en una comunidad multinacional de creyentes, la umma global”. ¿Cómo les seduce? “A través de respuestas muy simples”, señala, “a problemas existenciales como quién soy, cuál es mi identidad...” Es decir, el EI les dice “sois musulmanes, pertenecéis a la umma, a una línea histórica de héroes; el islam está siendo atacado y tu misión es defenderlo”. Les da sentido.
Ahora bien, también hay quien fue en busca de mujeres, de una buena residencia, sobre todo los extranjeros, con ciertos privilegios, o para hacer dinero: ganan entre 160 y 480 euros al mes, según el think tank estadounidense The Soufan Group.
El integrismo del parlamento del EI puede ser también, no obstante, su talón de Aquiles. El exagente de inteligencia británico Richard Barrett, uno de los mayores expertos en el EI, afirma en su último informe que hay muchos simpatizantes de la causa que no han jurado lealtad porque no les gusta esa “actitud de ‘o conmigo o sin mí” ni tampoco su lucha contra Al Qaeda central. Esta violencia, coincide Tricia Bacon, de la Universidad de Washington, hace que solo grupos terroristas desconocidos como el argelino Jund al Khilafa o el egipcio Ansar Beit al Maqdis hayan proclamado su adhesión a Al Bagdadi.
Oscar gutiérrez
Madrid, El País
Aparecen con el rostro al descubierto, pero son los verdugos. En fila, combatientes del Estado Islámico (EI) pasan con sus víctimas maniatadas junto a un cajón lleno de cuchillos. Es una decapitación en masa, difundida la pasada semana. Murieron alrededor de 18 hombres, la mayoría militares sirios. Entre ellos estaba también el cooperante estadounidense Peter Kassig. ¿Por qué mostraron sus caras? Casi nada es azaroso en el EI. Los analistas que siguen la pista coinciden en que, al margen de la parafernalia del vídeo, el mensaje es muy potente en dos sentidos: en primer lugar, los miembros del EI son habitantes de la tierra que delimita el autoproclamado califato. Ese es su hogar y allí vivirán siempre. ¿Qué represalias pueden temer? Y segundo: los que son extranjeros (en la cinta aparecen franceses, británicos, asiáticos…) se identifican ante sus compatriotas para que se unan a la causa yihadista. Un reclamo para el que esté abierto a verlo.
Es un ejemplo de la maquinaria ideológica del grupo comandado por el iraquí Abubaker al Bagdadi. El analista alemán Guido Steinberg, del SWP (Instituto para Asuntos Internacionales y de Seguridad), va al detalle: “La primera función de los combatientes extranjeros”, señala en un foro del Real Instituto Elcano, “es el ataque suicida, así que pueden mostrar su cara”. Además, añade Steinberg, estos foráneos que aparecen en las películas son “figuras de identificación para reclutar” a más milicianos allende los mares. Dicho en plata: la madre del cordero de la lucha contra el EI, para expertos en terrorismo y miembros de las fuerzas de seguridad, es la fuerte ideología que le hace tan atractivo. Es la “guerra de las ideas” a la que se refería en el mismo foro el ministro consejero de la Embajada estadounidense Krishna R. Urs.
Otro ejemplo: tras proclamar su califato, Al Bagdadi dio un sermón en una mezquita de Mosul, en el norte de Irak. En la retina queda que son las únicas imágenes que se tienen de él. Para su cohorte, sin embargo, caló el símbolo: la oración se celebró en la Gran mezquita de Nur al Din, una suerte de precursor de las grandes gestas contra los cruzados dirigidas por Saladino. Steinberg admite, no obstante, que no sólo el tirón ideológico explica el ascenso de ese “Ejército terrorista” (alrededor de 31.000 hombres; entre ellos, 15.000 extranjeros). “En Alemania o Bélgica, muchos de los jóvenes que se alistaron vivían en barrios pobres”, apunta el analista. “Pero creo que la ideología es más importante que las razones sociales”, añade. “Ningún Estado puede hacer nada contra una ideología tan fuerte; van a seguir viajando”. Destino: una sociedad islámica como en tiempos de Mahoma.
Más símbolos: el EI informó por primera vez de la localización de una de sus tropelías en el vídeo de la matanza de rehenes. Fue en Dabiq, pequeña localidad en el noroeste sirio. Muchos se preguntaron por qué el EI se afanó tanto allá por verano para conquistar precisamente esa ciudad. Razón: uno de los hádices del profeta Mahoma sitúa en Dabiq el lugar donde se librará la batalla final entre musulmanes y cristianos. El mensaje queda claro de nuevo para el que necesite verlo.
Junto a los símbolos, dice Assaf Moghadam, del israelí Instituto Internacional de Antiterrorismo, la fuerza ideológica del EI reside en que “ofrece una identidad alternativa” para esos miles de jóvenes musulmanes
no integrados. “Les ofrece”, afirma, “participar en una comunidad multinacional de creyentes, la umma global”. ¿Cómo les seduce? “A través de respuestas muy simples”, señala, “a problemas existenciales como quién soy, cuál es mi identidad...” Es decir, el EI les dice “sois musulmanes, pertenecéis a la umma, a una línea histórica de héroes; el islam está siendo atacado y tu misión es defenderlo”. Les da sentido.
Ahora bien, también hay quien fue en busca de mujeres, de una buena residencia, sobre todo los extranjeros, con ciertos privilegios, o para hacer dinero: ganan entre 160 y 480 euros al mes, según el think tank estadounidense The Soufan Group.
El integrismo del parlamento del EI puede ser también, no obstante, su talón de Aquiles. El exagente de inteligencia británico Richard Barrett, uno de los mayores expertos en el EI, afirma en su último informe que hay muchos simpatizantes de la causa que no han jurado lealtad porque no les gusta esa “actitud de ‘o conmigo o sin mí” ni tampoco su lucha contra Al Qaeda central. Esta violencia, coincide Tricia Bacon, de la Universidad de Washington, hace que solo grupos terroristas desconocidos como el argelino Jund al Khilafa o el egipcio Ansar Beit al Maqdis hayan proclamado su adhesión a Al Bagdadi.