Isco se luce, pero decide Kroos

Un gol del madridista en el 89’, con un tiro de media distancia que aprovechó el césped mojado y la poca destreza de Casilla, decidió. El malagueño fue lo mejor de La Roja.


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El presente es de Alemania, el futuro está por ver, aunque el manto de agua, la pandemia de bajas y la falta de seriedad en las alineaciones evitan que las conclusiones puedan elevarse a definitivas. Ni siquiera a provisionales. La Roja que viene tuvo un comportamiento digno, se sobrepuso al temporal y por un tubular pudo ganarle el partido a los germanos, que mantuvieron el cinturón de campeón con un zapatazo de Kroos muy favorecido por la laguna y el error de cálculo del debutante Kiko Casilla. Fue la quinta derrota de España en el año, la peor cosecha desde 1991, y la primera en casa desde 2006. También fue la primera vez, desde la final de la Eurocopa de 2008, en que La Roja perdió la posesión, valor intangible pero indicativo de un estilo del que se ha apropiado Alemania.


Los de Löw se amarraron bien al campo con las tablas de Khedira y Kroos, y ofrecieron una puesta en escena muy potable para un equipo en el que ninguno de sus integrantes pasaba de treinta años. En cualquier caso, si nos viéramos en un Mundial en dos meses, pocos de los que se mojaron en Balaídos repetirían. Pero seguro que estaría Isco, que en dos partidos ha cogido vuelo, prestigio y galones.

Bajo el diluvio de Balaídos, que dejó un partido borroso, España quiso presumir de biodiversidad, porque le caben jugadores de fantasía, como Isco o Nolito; de orden, como Bruno, o especialistas en segunda jugada, como Raúl García. Con estos, con los centrales de siempre, porque ahí la sequía aprieta aunque Bartra y Albiol no desmerecieron, y con laterales nuevos, la Selección estuvo durante bastante minutos por encima de una Alemania bien colocada, pero desfigurada por falta de figuras y de soluciones ofensivas.

Löw protegió al equipo con tres centrales y dos laterales de pocas miras y asumió que la pelota andaría más dividida de lo que acostumbra. De aquella Alemania que fue durante décadas un carro de combate poderoso y arrogante apenas queda ya nada. Götze, un futbolista de picardía y pocos espacios, fue su referencia en ataque y Kroos y Khedira su corazón madridista. El primero está tan metido en el papel que le encomendó Ancelotti que se atrevió poco en ataque, aunque tiene un pie fantástico y lo empleó para dictar sentencia. Y Müller, una fábrica de goles, se acabó en el minuto 13, tras una entrada de Sergio Ramos. Se despidió con un pase genial a Götze, cuyo balazo lo sacó el brazo derecho de Casillas. Su relevo, Bellarabi, recibió un notable en la oposición.

El rival y la lluvia no ablandaron a Isco, de nuevo pleno de intensidad, interés y trabajo. Impresionante su despliegue físico sobre un campo de plomo, con conducciones largas, pases definitivos y algunos adornos que no sobraron en el repertorio. Fue el jefe en el comienzo y en el final del partido y cuando decayó, asomó Nolito, que no quiere sentirse de paso. Eso le bastó a España para mandar a ratos. Pero también se vio expuesta a la orgullosa respuesta alemana. Ahí encontró a Casillas, de nuevo intacto. Salvó con apuros un remate con mucha miga de Volland que botó sobre un lago a un metro de sus guantes. Lo calcaría Kroos a dos minutos del final con peor respuesta de Casilla.

El accidente sucedió después de que España se hubiese arrimado, de la mano de Isco, con cierta intención al gol, pese a que Morata no sacase provecho de la paliza que se metió. Pero Nolito tuvo una y Pedro, otra, en vaselina que le adivinó Zieler. Ahí y en el remate mencionado de Kroos se le fue el partido. Una ducha de agua fría sobre otra ducha de agua fría y el punto final de un año para el olvido.

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