El Madrid sigue imparable y colecciona obras de arte


Granada, As
Fue una tarde plácida para el Madrid. Veranazo de San Miguel y todos los santos. Campo grande, apto para tocar el balón sin jugarse los tobillos. Y gol a los dos minutos. Sí, la performance de Caparrós en la víspera tuvo un efecto mínimo; confiamos, no obstante, en que nadie le triture la pizarra.


El equipo local dio la bienvenida al rival con un regalo de Murillo. El colombiano, prometedor defensa el resto de los días del año (pretendido por Del Bosque para la Selección), cometió dos errores, ambos graves: primero se confió y luego se distrajo en las protestas. Entretanto, Carvajal le robó la pelota, conectó con Benzema y el francés asistió a Cristiano. Se dice pronto, pero nada fue sencillo, ni común. Ni el pundonor, ni la precisión. Otro lateral no hubiera corrido tanto, otro delantero no habría centrado bien y muchos goleadores ansiosos hubieran rematado en dirección a Sierra Nevada. El último grado del talento es hacer fácil lo difícil.

El Granada se quedó aturdido en general y Murillo en particular. El defensa hizo penalti poco después, al interceptar con el brazo un tiro de Benzema. El árbitro, con buen criterio, no quiso ahondar en las penas de un espíritu atormentado.

En los minutos siguientes el equipo de Ancelotti se fue desperezando al tiempo que su rival nos mostraba lo mejor y lo peor de sí mismo. Lo más notable del Granada es la fortaleza física; lo más inquietante su falta de oficio atrás y su ausencia de gol arriba. Por eso vivió tan cómodo su invitado.

El segundo tanto del Madrid merece el estuche negro de las joyas caras. Benzema limpió un balón con pulgas, se lo pasó con la espuela a James y el colombiano marcó con la zurda sin dejar caer la pelota. Remates así liberan el mismo estrés que una semana en un balneario. Para quien no tenga una pierna izquierda como la de James se siguen recomendando las aguas medicinales.

A esas alturas ya quedaba claro que Benzema estaba arrebatado por las musas, por el otoño primaveral o por la magia de La Alhambra, con él nunca se sabe. El caso es que su buena racha se prolonga, lo que nos hace soñar con lo estructuralmente imposible: la regularidad de los genios impredecibles.

El Granada mejoró en la segunda mitad con los cambios. Entraron Javi Márquez, El Arabi y Rochina. El equipo ganó filo y por fin logró tirar entre palos. El Madrid no se alteró. Encontró un ritmo que, sin exigirle demasiado, le permitía marcar un gol cada 20 o 25 minutos.

El tercer tanto fue obra de Benzema. El francés correspondió con el gol a un estupendo taconazo de Cristiano. En el cuarto repitió James: Arbeloa (relevo del lesionado Carvajal) centró desde la derecha, Cristiano no acertó a rematar y el diez acabó por empujar la pelota a la red.

Un gol honorífico del Granada hubiera hecho justicia al esfuerzo de cada cual. Sin embargo, Márquez se estrelló contra Casillas y Rochina contra su pierna derecha, de la que se fía poco o nada. Así acabó el choque, sin estridencias y sin demasiados reproches. En una tarde tan templada y luminosa, el primer mérito de los contendientes fue no utilizar la pradera para retozar.

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