El Madrid es un grito de gol


Madrid, As
Todo resultó como estaba previsto. El Madrid consiguió cinco goles y el Rayo ganó el concurso de poesía. Bale abrió la cuenta y Cristiano la cerró para alargar su imponente racha en la Liga: ha marcado en los diez partidos que ha jugado (estuvo ausente en San Sebastián). Sólo se registró una novedad significativa: el último ídolo del mediocampo se llama Toni Kroos.


El espectáculo no se vio alterado por lo previsible del guión. El Rayo lo impide. Su filosofía en estadios como el Bernabéu es la de El Club de los 27, el formado por los rockeros que se despidieron del mundo a esa edad: vivir rápido, morir joven y dejar un bonito cadáver. Desde ese punto de vista, el partido del Rayo fue un hermoso concierto y su derrota un emotivo final.

Insisto, nada decepcionó. De inicio, dominó el Madrid. Cuento cinco minutos, los primeros. Los que pertenecen a cualquier buen anfitrión. Al sexto, apareció el Rayo. Con el balón, naturalmente. Y al octavo, marcó Bale. Todo ocurrió de manera natural, sin sobresaltos. Kroos robó a Trashorras y apoyó de inmediato a Cristiano para asistir a Bale, que la empujó entre palos.

El galés propició la primera reflexión. Los madridistas que están enamorados de Isco (mayoría) han de aceptar que se pueden tener varios amores y no estar loco, ni ser mormón. Isco es estupendo, pero esa evidencia no impide que Bale sea magnífico. No es posible defender a uno en detrimento del otro. Hay que acostumbrarse a la variedad, a las opciones múltiples y a las posturas distintas. Nadie dijo que ser feliz fuera fácil.

Bale no era el único que tenía como objetivo hacerse querer. Keylor regresaba con parecida intención: que no le olviden. Casillas ha zanjado el debate de la portería y la impresión es que únicamente él puede reabrirlo. Navas paró ayer lo que hubiera parado Iker y sufrió con los mismos balones que hubieran hecho dudar al capitán… en una mala noche.

El Rayo no acusó el gancho al mentón porque se repone de esos golpes como si nada, como si los goles recibidos fueran contratiempos comunes, anécdotas, balonazos que se olvidan en la siguiente carrera. Sus jugadores emplean el mismo tiempo en mirar el marcador que en observar la luna. Poco. La filosofía no cambia: jugar, concentrarse en lo único que es de acceso gratuito, el balón. Paco Jémez es al fútbol lo que Amancio Ortega a la industria textil: moda low cost. Se puede ser elegante sin gastar mucho, se puede jugar bien sin gastar nada.

Sergio Ramos marcó el segundo gol con alguna parte de su anatomía por determinar y el Rayo siguió sin rendirse. De hecho, Alberto Bueno reactivó el partido cerca del descanso, al aprovechar un error de James y un pase de Leo.

No duró mucho la intriga. Kroos firmó el tercero con un derechazo que primó la colocación sobre la potencia, lo que alguien denominó como un pase a la red, pase largo en este caso. Si hablamos poco del alemán es porque se ha integrado como una planta autóctona. En él coincide la querencia de la afición por los rubios y por los alemanes, por los centrocampistas eficientes y sin aspavientos.

Benzema completó el trabajo de Cristiano en el cuarto gol y el portero visitante ayudó al portugués a sumar el último, que entró bajo sus piernas. Fue otra anécdota, la quinta. La fama del Rayo sigue intacta; la fuerza del Madrid, también.

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