El culo y la enredadera

Kim Kardashian y Olga María Henao tienen las claves para ser personaje público: un poco de oportunismo y escándalo y una habilidad extraordinaria para seducir


Boris Izaguirre, El País
Existen dos formas de hacerse famoso. Una es como Kim Kardashian, famosa exclusivamente por serlo. Y otra, como Olga María Henao, que lo es por ser la exnovia y la causa de los viajes extraparlamentarios pero pagados con dinero público del presidente de la Junta de Extremadura, José Antonio Monago.


Tanto Kim como Olga María están en la treintena. Guapas, morenas, saben moverse entre la tierra y la nube informática y los paraísos no siempre artificiales de las redes sociales. Kardashian ha vuelto a revolucionar el planeta y esos paraísos con su posado ante la cámara de Jean Paul Goude, sosteniendo una copa de champán sobre su mundialmente reconocible trasero. Es una foto excepcional, un autohomenaje del propio Goude a una fotografía que le catapultó a la fama en los setenta conocida como Catalina. Olga María prefiere enseñarnos su perfil de “no quiero hacer más daño” al descubrirse su vinculación con el Senado español. Entre ambas sobrevuelan los principales ingredientes para ser personaje público. Un poquito de oportunismo, un pellizquito de escándalo, muchas curvas y una habilidad extraordinaria para seducir cualquier cámara, sea la de un fotógrafo profesional como Goude o la de un senador enamorado o un afortunado alumno de los cursos del bloguero Príncipe Pelayo.

Kardashian lleva desde 2007 cautivando con su culazo y su propensión al escándalo grueso a pesar de tener modales urbanos y vocecita pretending to be pija. Olga María acaba de empezar, poseedora del suave acento colombiano que arrasa por donde pasa. Incluyendo Canarias, donde Olga María es vocal del PP en Talgoror, al suroeste de Tenerife. Pero si Kardashian ha tenido que esperar siete años para ser la portada del Vogue americano y triunfar en ventas, Olga María consiguió estar entre las 3.000 personalidades invitadas a la proclamación del rey Felipe VI. Es cierto que Olga María acudió a esa importantísima ocasión en compañía de su expareja que tuvo que dimitir como diputado popular por Teruel, ay, también a causa de sus viajes a Tenerife. Pero, por favor, es hora de que salga a la luz o del armario la persona que elaboró esa lista de invitados a la coronación. En el fondo hay que reconocerle que tuvo un ojo de águila, capaz de superar incluso la habilidad para captar tendencias populares del príncipe de los blogueros, Pelayo. Es una cabeza capaz de descubrir que el nuevo reinado tiene en el pequeño Nicolás y en Olga María una mezcla perfecta de capacidad de representación y de asombro.

Olga María, a su manera, cambió las cosas. Desde que se supo lo de los viajes a cargo del Congreso y del Senado, se ha entreabierto la posibilidad de rastrear y hacer más transparentes los gastos de viajes de nuestros representantes. Podríamos recordar al juez Dívar, aquel presidente del Tribunal Supremo que perdió su cargo al saberse que había efectuado 32 viajes a la Costa del Sol pagados por dicho Tribunal. Curiosamente, Monago también hizo 32 viajes por amor. No deberíamos censurar a nadie por viajar por amor. Corazón blando pero cara dura. En cualquier caso ha quedado descubierto que 32 es el límite de viajes que puedes hacer antes de que te descubran que los has estado financiando con dinero público. Treinta y dos es el número que cambia la suerte en el amor.

Ha habido más viajes en la semana. Y tres regresos. La juez Alaya ha vuelto a las portadas con la Operación Madeja , que es a su vez una rama de la Operación Enredadera. Y que forma parte de la maraña general en la que estamos. Es enternecedor que las operaciones y redadas anticorrupción sigan teniendo nombres. Si proliferan todavía más terminarán por ser cifras y esto sí que deberíamos evitarlo. En el futuro, cuando seamos un país limpio de corrupción, estos nombres deberían ponerse en las casas o calles. Villa Madeja, Quinta La Enredadera, Avenida Púnica.

Más o menos igual de enredada en el amor y en los tribunales está la Infanta Cristina, que, como Isabel Pantoja,debe sopesar si renuncia. Pantoja tendría que renunciar a la libertad y a los conciertos para afrontar su condena penitenciaria. Cristina podría renunciar a sus derechos sucesorios, que es mejor que aceptar una condena. La propia infanta aparece en cada uno de sus viajes desde Ginebra cada vez más relajada. Como si alejarse de la línea sucesorial en el fondo fuese un alivio o un buen viaje.

El tercer regreso lo protagoniza Terelu Campos, acosada por un examor que amenaza con publicar unas fotos íntimas y un supuesto vídeo. Terelu no es exactamente igual que Kim Kardashian, porque la hemos visto crecer en la televisión, pero sí comparten esa afición por el WhatsApp picante que te da vidilla pero también ladillas. Terelu lamenta que ese amigo la haya traicionado, pero no se deshace en llantos como si fuera una demagoga recién llegada. Se contiene, expresa una y otra vez que “no es fácil, para quien le toca” y que le ha hecho daño, en especial al estómago. Sin proponérselo ha reivindicado a las maquilladoras de Telecinco, capaces de redibujar cualquier ojo con el rímel resistente al agua más fuerte del planeta: las lágrimas de la tele. ¡Aguanta, Terelu! Hasta que cumplas ese viaje número 32 hacia el amor.

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