Cuatro edificios fantásticos nunca construidos
Londres, BBC
Cuando Berlín cayó, en mayo de 1945, los interrogadores británicos y estadounidenses tenían gran interés en hablar con Albert Speer, el dinámico arquitecto que había conseguido prolongar la guerra con su extraordinaria efectividad como ministro de Armamento y Producción de Guerra de Hitler.
Speer también había sido el encargado del diseño de Germania, el Berlín planeado y nunca construido que contemplaba imperiales avenidas y plazas de armas con edificios civiles y comerciales.
En sus últimos días en el búnker situado debajo de los jardines de la cancillería del Reich, un diseño neoclásico
grandilocuente de Speer completado en tiempo récord a finales de la década de 1930, Hitler examinó las distintas maquetas de Germania.
El edificio más grande era el Volkshalle, el salón del pueblo, una colosal estructura abovedada basada en el panteón del emperador Adriano en Roma.
El propio Hitler había hecho esquemas del edificio en 1925, aunque cuando visitó el panteón en Roma, en mayo de 1938, decidió que quería superar a los romanos.
Si el Imperio Romano había sobrevivido durante siglos, el suyo duraría al menos mil años, así que iba a necesitar edificios diseñados para un futuro a muy largo plazo.
Por suerte para todos, al Tercer Reich le faltaron 988 años.
Speer habló sobre el Volkshalle con ingenieros de estructuras británicos y estadounidenses en 1945.
Uno de ellos me explicó una vez que el interior del auditorio hubiese sido tan grande que, con capacidad con 180.000 nazis, se hubiesen formado nubes bajo su cúpula encofrada.
¿Se hubiese podido construir algo así?
Probablemente sí, a pesar de las sospechas de que el Volkshalle hubiera colapsado bajo su propio peso.
El uso del acero para la cúpula y el revestimiento de cobre hubiesen permitido a Speer conseguir su objetivo imperial.
Peter Neville, un arquitecto de la constructora japonesa Taisei Corporation, diseñó en 1995 un edificio del tamaño del Monte Fuji.
Fundada en 1873, Taisei ha diseñado y construido numerosos puentes, túneles y estadios.
Pero nada se parece a un rascacielos de acero con forma de montaña hueca, de cuatro kilómetros de alto, mayor incluso que el Monte Fuji.
Los habitantes y trabajadores del edificio, entre 500.000 y un millón de personas, hubiesen subido y bajado los 800 pisos gracias a trenes bala maglev.
Taisei y Neville insistieron que el X-Seed 4000 no hubiese sido tan difícil de construir.
Pero dejando de lado los temas de seguridad y el problema endémico de Japón con los terremotos y los tifones, el costo hubiera sido prohibitivo.
En precios de 2014, el rascacielos sensacional, de ciencia ficción, hubiese costado al menos US$1 billón. Una cantidad que hubiese hecho elevar una ceja incluso a Albert Speer.
Los dibujos teatrales realizados por Wright para la ocasión tenían también una magnitud grandiosa.
El rascacielos de 528 pisos hubiera tenido una altura cuatro veces mayor que el Empire State, entonces el edificio más alto del mundo, y dos veces mayor que el que ostenta ese récord en la actualidad, el Burj Khalifa de Dubai.
El Illinois, cuyo diseño se realizó en los años 50 del siglo pasado, tenía capacidad para 15.000 autos.
También iba a albergar plataformas para aterrizar con capacidad para 150 helicópteros.
En un intento de superar a los estadounidenses, el régimen comunista de Stalin celebró un concurso internacional en 1931 para la construcción de un Palacio de los Soviets.
El poco sorprendente ganador, anunciado en 1933, fue un arquitecto ruso, Boris Iofan.
Su diseño, modificado en tándem con Vladimir Shchuko y Vladimir Gelfreikh, contemplaba un rascacielos neoclásico parecido a una enorme tarta de bodas con distintas capas, coronada por una estatua de Lenin de 80 metros de largo.
En la cabeza de Lenin iba a haber una biblioteca, y el edificio hubiese superado al Kremlin en 415 metros.
Para construirlo, los comunistas ordenaron limpiar el lugar donde estaba la catedral de Cristo Salvador construida por Nicolás I en el siglo XIX.
Pero el dinero para el proyecto se acabó, Hitler lanzó la operación Barbarossa y la construcción se detuvo.
Tras la Gran Guerra Patriótica, como los rusos llaman a su batalla en el frente del este en la segunda Guerra Mundial, el lugar de 11 hectáreas se convirtió en la piscina al aire libre más grande del mundo, hasta que fue reemplazada entre 1995 y 2000 por una réplica a escala natural de la catedral zarista.
Hay muchos otros diseños, como el magnífico proyecto de Sir Edwin Lutyen en la década de 1930 para construir una catedral católica en Liverpool o el plan de Lord Foster para un nuevo aeropuerto en el estuario del Támesis en Londres.
Para ser construidos, sin embargo, estos proyectos tienen que coincidir con eclosiones de voluntad política y económica. Deben evitar guerras, la muerte de los responsables y todo tipo de problemas.
Dado el tiempo que se hubiese tardado en construir cualquiera de esos edificios, hubiese sido muy difícil que cualquiera de ellos hubiera sobrevivido a los citados problemas. Para bien o para mal, la mayoría seguirán siendo solo sueños.
Cuando Berlín cayó, en mayo de 1945, los interrogadores británicos y estadounidenses tenían gran interés en hablar con Albert Speer, el dinámico arquitecto que había conseguido prolongar la guerra con su extraordinaria efectividad como ministro de Armamento y Producción de Guerra de Hitler.
Speer también había sido el encargado del diseño de Germania, el Berlín planeado y nunca construido que contemplaba imperiales avenidas y plazas de armas con edificios civiles y comerciales.
En sus últimos días en el búnker situado debajo de los jardines de la cancillería del Reich, un diseño neoclásico
grandilocuente de Speer completado en tiempo récord a finales de la década de 1930, Hitler examinó las distintas maquetas de Germania.
El edificio más grande era el Volkshalle, el salón del pueblo, una colosal estructura abovedada basada en el panteón del emperador Adriano en Roma.
El propio Hitler había hecho esquemas del edificio en 1925, aunque cuando visitó el panteón en Roma, en mayo de 1938, decidió que quería superar a los romanos.
Por suerte para todos, al Tercer Reich le faltaron 988 años.
Speer habló sobre el Volkshalle con ingenieros de estructuras británicos y estadounidenses en 1945.
Uno de ellos me explicó una vez que el interior del auditorio hubiese sido tan grande que, con capacidad con 180.000 nazis, se hubiesen formado nubes bajo su cúpula encofrada.
¿Se hubiese podido construir algo así?
Probablemente sí, a pesar de las sospechas de que el Volkshalle hubiera colapsado bajo su propio peso.
El uso del acero para la cúpula y el revestimiento de cobre hubiesen permitido a Speer conseguir su objetivo imperial.
Montaña de acero
Si el proyecto de Speer estuvo entre los más grandiosos proyectos arquitectónicos nunca realizados, el X-Seed 4000 debe ser el más alto jamás diseñado por ningún arquitecto.Peter Neville, un arquitecto de la constructora japonesa Taisei Corporation, diseñó en 1995 un edificio del tamaño del Monte Fuji.
Fundada en 1873, Taisei ha diseñado y construido numerosos puentes, túneles y estadios.
Los habitantes y trabajadores del edificio, entre 500.000 y un millón de personas, hubiesen subido y bajado los 800 pisos gracias a trenes bala maglev.
Taisei y Neville insistieron que el X-Seed 4000 no hubiese sido tan difícil de construir.
Pero dejando de lado los temas de seguridad y el problema endémico de Japón con los terremotos y los tifones, el costo hubiera sido prohibitivo.
En precios de 2014, el rascacielos sensacional, de ciencia ficción, hubiese costado al menos US$1 billón. Una cantidad que hubiese hecho elevar una ceja incluso a Albert Speer.
Rascacielos kilométrico
En una rueda de prensa en Chicago, en octubre de 1956, el arquitecto de 87 años Frank Lloyd Wright desveló los secretos de The Illinois, un rascacielos de 1,6 kilómetros de alto.El rascacielos de 528 pisos hubiera tenido una altura cuatro veces mayor que el Empire State, entonces el edificio más alto del mundo, y dos veces mayor que el que ostenta ese récord en la actualidad, el Burj Khalifa de Dubai.
El Illinois, cuyo diseño se realizó en los años 50 del siglo pasado, tenía capacidad para 15.000 autos.
También iba a albergar plataformas para aterrizar con capacidad para 150 helicópteros.
Enorme tarta de bodas
De forma, quizás, inevitable, la mayor parte de los proyectos más ambiciosos de la historia crecieron a la sombra de regímenes igualmente ambiciosos.En un intento de superar a los estadounidenses, el régimen comunista de Stalin celebró un concurso internacional en 1931 para la construcción de un Palacio de los Soviets.
Su diseño, modificado en tándem con Vladimir Shchuko y Vladimir Gelfreikh, contemplaba un rascacielos neoclásico parecido a una enorme tarta de bodas con distintas capas, coronada por una estatua de Lenin de 80 metros de largo.
En la cabeza de Lenin iba a haber una biblioteca, y el edificio hubiese superado al Kremlin en 415 metros.
Para construirlo, los comunistas ordenaron limpiar el lugar donde estaba la catedral de Cristo Salvador construida por Nicolás I en el siglo XIX.
Pero el dinero para el proyecto se acabó, Hitler lanzó la operación Barbarossa y la construcción se detuvo.
Tras la Gran Guerra Patriótica, como los rusos llaman a su batalla en el frente del este en la segunda Guerra Mundial, el lugar de 11 hectáreas se convirtió en la piscina al aire libre más grande del mundo, hasta que fue reemplazada entre 1995 y 2000 por una réplica a escala natural de la catedral zarista.
Y otros más…
Para ser construidos, sin embargo, estos proyectos tienen que coincidir con eclosiones de voluntad política y económica. Deben evitar guerras, la muerte de los responsables y todo tipo de problemas.
Dado el tiempo que se hubiese tardado en construir cualquiera de esos edificios, hubiese sido muy difícil que cualquiera de ellos hubiera sobrevivido a los citados problemas. Para bien o para mal, la mayoría seguirán siendo solo sueños.