Busquets decide en el caos
En el descuento de un partido caótico, Busquets marcó un gol que vale más de tres puntos para el Barça. Un gol que le sirve a los barcelonistas para seguir dependiendo de ellos mismos en la Liga y seguir creyendo en sus posibilidades que van más allá del juego del equipo que volvió a ser un galimatías de órdago.
El partido se decidió por la fe de Busquets como podía haberse decidido mucho antes a favor de cualquiera de los dos equipos, que corrieron como posesos y antepusieron lo físico a lo futbolístico; el choque al pase y el desplazamiento largo a la combinación. Los valencianistas lamentarán la enorme actuación de Bravo, que les privó del triunfo con tres paradas antológicas. Los blaugrana creerán, con bastante razón, que el partido podía haber quedado visto para sentencia antes del descuento si el árbitro no llega a anular un gol de Suárez, que falló ocasiones clarísimas, marcado en posición reglamentaria y que el asistente consideró fuera de juego.
Nunca dio el Barcelona la sensación de saber a lo que jugaba. Una vez más, como si fuera el Zelig de Woody Allen, Luis Enrique diseñó un Barcelona que pretendía ser idéntico al rival que tenía enfrente ante el pasmo de sus propios jugadores, que demasiado a menudo ven como su técnico desnuda al equipo de su personalidad para adaptarla a la del equipo contrario. Sólo así puede entenderse que el Barcelona salga a jugar en Valencia con una línea de centro del campo con Mascherano en el mediocentro y Xavi y Busquets de interiores. De nuevo se caía Rakitic de un partido pata negra.
El resultado fue una primera parte descontrolada en la que el balón iba de un lado a otro sin ningún sentido. Busquets, perdido como volante derecho cerró sus primeros 45 minutos recuperando una única pelota y con una incidencia nula sobre el juego.
La primera mitad del partido se resumió desde el bando barcelonista en las catástrofes de Alves, tanto en ataque como en defensa; en la lucha solitaria de Neymar en la delantera, en un Messi yendo a buscar la pelota a 70 metros del área rival y en un Bravo que daba trazas de que iba a ser su noche. En el Valencia, André Gomes marcaba el ritmo del partido, Rodrigo le hacía la vida imposible a Alves y los centrales se imponían a sus pares. Pero los de Nuno no supieron sacar ventaja de esos factores a pesar de que la defensa culé se llenó de tarjetas en la primera media hora.
En la segunda el partido ya fue manicomial. Absolutamente roto y sin centro del campo por parte de ninguno de los dos equipos, Valencia y Barcelona pasaron a intercambiarse golpes. El Valencia parecía más dotado para este combate, pero se dio de bruces ante un Bravo espectacular. El Barcelona recobró su sentido cuando entró Rakitic para que Busquets se instalara en su posición y ahí el partido cambió por completo. A Suárez le anularon un gol y el Valencia ya únicamente buscaba las contras y cedía córners. Las contras las paraban entre Bravo, Mascherano y Piqué, mientras que el Barça en los córners es tan inofensivo como el oso de Mimosín.
No obstante, en el último cartucho, el Barça decidió no regalar el córner al rival. Lo sacó en corto, elaboró una jugada para buscar a Messi y ahí, tras un paradón de Alves, Busquets puso orden en el caos.