Benzema mata y el Madrid pasa


Madrid, As
Está bien que cueste, que los espíritus metan la pierna, que las leyendas se resistan. Cristiano no marcó contra el Liverpool y no pudo igualar el récord de Raúl en Champions, 71 goles. La impresión es que le pudo la ansiedad, aunque el portero rival reclamará su parte del mérito. El caso es que después de doce partidos seguidos celebrando goles, Cristiano frenó en seco delante de Raúl. Lo tomaremos como una muestra de respeto. Del fútbol y de la historia.


El Madrid ganó, por cierto. Tanta opulencia ha provocado que las victorias pasen a un segundo plano, pero conviene reseñarlas. El triunfo, además, confirma su pase a octavos como virtual primero de grupo, salvo hecatombe que no se imagina. Lo previsto, por tanto.

Lo único inesperado lo encontramos en el comienzo del relato, en la alineación del Liverpool. Rodgers se dejó en el banquillo a Johnson, Gerrard, Henderson, Coutinho, Sterling y Balotelli, titulares hace catorce días. A cambio, alineó a seis jugadores menores de 25 años, promesas y becarios. El mensaje del entrenador norirlandés quedó claro: mi mundo es otro. El Liverpool olvida Europa en favor de su liga: el Chelsea de Mou (su mentor) visitará Anfield el próximo sábado.

A pesar de la gaseosa, el experimento funcionó durante algunos minutos. En ese tiempo, los muchachos de rojo hicieron gala de la principal virtud de la gente joven: la inconsciencia. No tenían miedo. Al contrario. Disfrutaban de la oportunidad, de la hierba cortada a cepillo y lavada con suavizante. Del escenario. Salían, tocaban y llegaban. Cierto es que Mignolet evitó dos goles a tiros de James y Cristiano. Pero eso estaba dentro de lo previsto. Lo insólito es que el rival plantaba cara y que en su cara no crecía la barba.

El Madrid no tuvo más remedio que aplicarse. Eso sí, en cuanto recuperó el balón, la realidad se impuso. Fue entonces cuando los chavales del Liverpool comenzaron a sentirse pequeños, cuando sintieron la responsabilidad, el temor a la goleada. Fue entonces cuando llegó el primer y único gol.

La jugada fue de lo más académico: Marcelo centró desde la izquierda y Benzema remató en el segundo palo, su quinto gol en cuatro partidos de Champions. Ya no hay rastro del jugador indolente, del paseante nostálgico. El francés ha marcado en todos los partidos de la competición. Su actividad como goleador y agilizador del ataque, es una de las claves del buen momento de su equipo.

El Madrid se apaciguó, pero Cristiano siguió mordiéndose las uñas. Según pasaba el tiempo crecía su ansiedad, su deseo de igualar los 71 goles de Raúl. A la media hora, Mignolet volvió a rechazar uno de sus disparos. Al rato, no alcanzó por centímetros un balón que no había logrado despejar Kolo Touré. Acertaron con el refrán: las prisas son para los ladrones y los malos toreros.

En ese tramo, Alberto Moreno fue lo mejor del Liverpool, subió con energía, centró con peligro y en cada caso sólo escuchó su propio eco. También dejó buena impresión el elegantísimo Lallana, un joven con futuro que en el pasado fue hincha del Everton, como Owen, McManaman, Carragher, Rush o Fowler. Los azules destiñen.

A la hora de juego, y con el choque congelado, Bale entró por James. Salió dispuesto a jugar su propio partido. Mientras Benzema buscaba el gol de Cristiano, el galés perseguía el suyo propio; hasta tiró una falta que hubiera sido de buen gusto ceder al portugués. Quién sabe. Tal vez nos encontremos ante la primera interferencia en el mundo feliz. No teman: Ancelotti acudirá al rescate.

Como pueden suponer, el 1-0 final sólo dejó a un futbolista insatisfecho. Cristiano tendrá que esperar al menos hasta el próximo 26 de noviembre, en Basilea, para hacerse otra muesca el revólver. Se quedará sin uñas, pero dentro de algunos años lo entenderá: está bien que cueste.

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