Apareció el mejor Griezmann
Apareció Griezmann. Normal, el talento no se evapora y el francés llevaba un par de semanas ofreciendo síntomas positivos. La duda, si existía, no era esa: ante el Córdoba tenía que pasar una prueba de carácter. Le había señalado el Cholo en la previa (“Necesitamos que el joven se haga un hombre”) y apareció puntual con dos goles, ambos para romper un empate y con nervios incipientes en el Atleti. Respuesta de lo que es: una estrella. En aclimatación, sí, pero un futbolista magnífico. Entre él y Koke, del que ya no dudaría ni Descartes, resolvieron un partido extraño en el que el Atleti marcó cuando menos dominaba. Y eso empieza a ser habitual. Su monólogo sin gol de la primera media hora es el síntoma de un cambio de estilo aún en proceso.
Y es que hay quien no ha nacido para vivir según estándares mayoritarios. La tradición dicta que antes o después debes tener pareja, pero tu naturaleza es ser soltero. Es lo que te gusta, es lo que se te da bien. Y si cedes (y acabas cediendo) el tránsito es complicado y no siempre exitoso. En eso está el Atleti, que se ha hartado de escuchar que no jugaba bien y que el tiqui-taca es la única verdad, mientras se hinchaba a ganar a su manera: presión, juego directo y balón parado. No le aplaudían los demás (pregunten a la LFP), pero él se lo ha pasado de vicio. Ahora, forzado por el cambio de delantero centro, del bólido Diego Costa al tanque Mandzukic, el Atleti toca como supuestamente corresponde, domina y ya no ve el balón como un arma arrojadiza. Y cuanto ‘mejor’ juega, más le cuesta marcar. Se adaptará, lo está logrando, pero con el Córdoba encerrado en su área 30 minutos sólo un tirazo de Koke al larguero tuvo peligro de fuego real.
Los de Djukic, recibidos por un Calderón aún enrabietado por los famosos premios (“LFP: el campeón os saluda”, se leyó en una pancarta), mostraron de inicio una timidez de becario recién llegado en el despacho del jefe. El Atleti recuperaba una y otra vez en campo contrario, pero Arda no se asociaba con Koke y Griezmann y el último pase siempre acababa en terreno desértico. Así, a los 31 minutos el Córdoba se permitió lanzar una contra magnífica que Ghilas remató pidiendo perdón por molestar. Paró Moyá.
Y cuando el descanso ya asomaba, Bouzón hizo la típica falta innecesaria de defensa con ganas de marcar territorio, un empujón junto al córner a Siqueira, que no tenía dónde ir. Regalar una falta así al Atleti es pecado mortal: la puso Koke y, tras un rechace y un gran recorte, marcó Griezmann tras pegar en Luso.
Al poco de volver del vestuario, Siqueira devolvió el favor regalando un córner por no despejar sin florituras. Y Juanfran volvió a descuidar su espalda, mal crónico, para que Ghilas cabeceara de maravilla a la red. ¿Partido nuevo? No lo quiso Griezmann que tardó tres minutos en devolver la calma al Manzanares: gran centro de Juanfran y potente testarazo del francés. Ahí se rindió el Córdoba.
El resto fue un monólogo local con Koke exhibiendo ese pincel que tiene por pierna. A los 62’, colocó una falta lateral tan golosa que Juan Carlos se lanzó a por ella con tal ímpetu que se la tragó y Mandzukic marcó casi sin querer: el balón le golpeó a él en la cabeza y no al revés. De sus 19 goles en Liga, el Atleti lleva doce de cabeza tras la coproducción entre la oreja de Raúl García y la espalda de Pinillos que supuso el 4-1. Una obra indirecta de Koke, cuyo centro era un pastel. Juanfran, que estaba generoso, regaló el 4-2 a Ghilas, pero ya daba igual: apareció Griezmann y el campeón sigue en la lucha mientras cambia de piel. Si lo logra (y está en camino), ojito...