Uruguay elegirá a su presidente en una segunda vuelta

Los candidatos del Frente Amplio y del Partido Blanco se disputarán el 30 de noviembre la sucesión de José Mujica

Francisco Peregil
Montevideo, El País
Los uruguayos necesitarán acudir a las urnas en una segunda vuelta el próximo 30 de noviembre para elegir al sucesor de José Mujica. Tal como vaticinaron todas las encuestas, ningún candidato obtuvo este domingo en Uruguay el 50% de los votos más uno que se precisa para ser presidente en una primera vuelta. Por tanto, la presidencia se disputará entre el candidato de la coalición izquierdista Frente Amplio, Tabaré Vázquez (74 años), y el del Partido Nacional, Luis Lacalle (41), quienes obtuvieron en torno al 47% y 31% de los votos, respectivamente. Les siguieron el Partido Colorado con el 13% y el Independiente, en torno al 3%, según los resultados preliminares.


Si el lenguaje facial y de gestos revela en estos casos más que las palabras que se pronuncian, la noche electoral tuvo un claro ganador: Tabaré Vázquez. La alegría con la que se presentó ante sus seguidores tres horas después del cierre de las urnas contrastaba con el tono alicaído de sus rivales. A pesar de que Vázquez necesitará una segunda vuelta, cosa con la que ya contaba, los votos cosechados lo colocan como claro favorito para el 30 de noviembre, incluso aunque Lacalle cuente con los votos del Partido Colorado.

En cuanto a las elecciones legislativas, que también se dirimían este domingo, los primeros resultados no aseguraban para el Frente Amplio la mayoría absoluta que ostenta desde 2004 en el Parlamento. Vázquez declaró en televisión que se encontraba en el umbral de la mayoría, pero prefería esperar hasta la mañana siguiente cuando se confirmarían los resultados oficiales. No obstante, ante los militantes del Frente declaró: “Prácticamente, hemos logrado nuevamente la mayoría parlamentaria”. Fue interrumpido por gritos de “el pueblo unido jamás será vencido”. Y prosiguió: “Y eso es un reconocimiento a los nueve años de Gobierno del Frente Amplio”.

Además de las presidenciales y las legislativas, los uruguayos votaban en plebiscito sobre la opción de rebajar la edad penal desde los 18 a los 16 años, un proyecto presentado por el centro-derechista Partido Colorado a través de la recogida de firmas. Finalmente la rebaja no fue aprobada, a pesar de que la inseguridad ciudadana es la principal preocupación de los ciudadanos.

Más allá de los resultados, el domingo ganó la democracia en Uruguay. La campaña se desarrolló sin insultos, ni declaraciones catastrofistas ni acusaciones de corrupción. Hasta el último momento se vio en la calle un ambiente festivo y no era raro ver a los militantes de base de un partido compartiendo agua o charlando con grupos rivales. Todos los dirigentes en disputa mostraron un comportamiento modélico, que también es el que más rédito electoral les aporta en una sociedad donde las agresiones verbales no suelen ser frecuentes.

Ahora, los partidos tendrán que acomodar sus estrategias de cara a las presidenciales del 30 de noviembre. Tabaré Vázquez era el gran favorito hace un año. Lo tenía todo a su favor: la trayectoria de un hombre honesto que presidió el país entre 2005 y 2010 y permaneció hasta hoy como el político más popular, más incluso que José Mujica. Y contaba, además, con los innegables éxitos económicos del Frente Amplio, que en 10 años de Gobierno consiguió erradicar la pobreza para 900.000 personas, casi un tercio de la población, y dejó el desempleo en el nivel más bajo (6%) de la historia. Sin embargo, Vázquez vio cómo en los últimos cuatro meses el diputado del Partido Blanco Luis Lacalle, de 41 años, le recortaba distancia.

Lacalle se presentó con un mensaje rompedor: “Por la positiva”. Es decir, por el diálogo, por el reconocimiento de los logros del Frente. Y aclaró que él no es de derechas ni de izquierdas, sino “un pragmático”, un “liberal conservador” que antepone la gestión a cualquier ideología. Pero una parte del electorado observó detrás de Lacalle la misma mano neoliberal con la que su partido, con su padre a la cabeza, el presidente Luis Lacalle Herrera (1990-1995), ejecutó en los noventa el mayor programa de privatizaciones del país. Lacalle intentó combatir ese punto escondiendo a su padre en el último puesto de la lista para el Senado y mostró en sus anuncios electorales imágenes con las que el electorado identifica los logros del Frente: molinos de energía eólica, computadoras para escolares…

Los logros están ahí. Pero, como sucede en Chile, el electorado se ha vuelto más exigente. Y se impacienta ante las promesas incumplidas. El presidente, José Mujica, prometió en su primer discurso presidencial “educación, educación, educación y más educación”. Pero, en el informe PISA de 2012, Uruguay obtuvo el peor resultado de su historia y quedó en el puesto 55 de los 66 países participantes.

El progreso social ha creado estridencias que se perciben en la calle. Montevideo, municipio donde vive la mitad de los habitantes del país y donde gobierna el Frente, tiene 24 kilómetros de paseo marítimo al borde del Río de la Plata. En ese paseo, conocido como La Rambla, siempre hay gente pescando, paseando, corriendo y en bicicleta. El problema es que los ciclistas solo disponen en La Rambla de dos kilómetros. Y ahí es donde el argentino residente en Uruguay Gustavo Izús, coordinador de la plataforma Ciclovida, lamenta: “Tenemos en la ciudad un Gobierno progresista desde hace 20 años que ha hecho muy poco por un medio tan progresista como la bici. Mientras, en Buenos Aires, gobernada por un partido de centroderecha, hay servicio de alquiler de bicis gratis”.

A lo cual, el jefe de Movilidad Urbana de Montevideo, Enrique Moreno, responde: “Decir que no hemos hecho apenas nada por la bici es desconocer la historia de este país. En 2002, hubo una crisis en la que la gente no tenía dinero ni para subirse al transporte público y se usaban las bicis por obligación. Ahora hay mucha gente con coches y motos. Y no basta con los 20 kilómetros de ciclovías que hemos habilitado en el casco viejo de la ciudad. El ciudadano se ha vuelto muy exigente. Queremos los mismos avances que se ven en países como Alemania, pero no tenemos los ingresos de Alemania”.

El presidente que salga elegido en noviembre sabe ya que queda un largo camino por recorrer, muchos kilómetros de carreteras por arreglar, reformas educativas, grandes mejoras en seguridad… Y mucho diálogo para afrontarlas.

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