Una España más joven y mejor
Alcácer volvió a marcar y debutaron Rodrigo y Bernat, éste con gol. Diego Costa hizo su primer tanto después de siete partidos.
Madrid, As
Luxemburgo fue, por fin, el ansiolítico que precisaba Diego Costa, aunque tardó en hacerle efecto. Después de veinticinco disparos y siete partidos hizo su primer blanco. Y España frenó su recesión con un triunfo sencillo y apacible. También dio un paso hacia la modernidad con De Gea, Carvajal, Bartra y Alcácer en el once inicial y el debut de Bernat y Rodrigo, que cayeron de pie, en la segunda mitad. El segundo hizo el cuarto gol a pase del primero. Echar la puerta abajo, se llama. La transición natural, en terminología de Del Bosque, y que parece imparable, aunque sigan siendo Iniesta y Silva, extintos los xavis, los generales del equipo. Ambos estuvieron estupendamente en el Josy Barthel y fueron la verdadera fiesta nacional.
Luxemburgo es un adversario tan microscópico que permite sacar goleadas pero no conclusiones. Aún así, el partido dejó interesantes apuntes para el futuro. El más notable, la opción de un dibujo más picante, con un centro del campo en rombo y dos delanteros para descorchar defensas tan herméticas como la Luxemburgo. Una reforma del sistema sin tocar demasiado el estilo, un poquito de prosa en el verso.
Ese viaje por las tinieblas que la Roja emprendió en el Mundial la ha llevado del falso punta al doble nueve, pensado para darle un empujón a Diego Costa, afectado por un extraño trastorno bipolar que le hace perder el olfato en cuanto pone el pie en la Selección. No soltó el hispanobrasileño el dedo del gatillo en todo el partido. Hasta ocho ocasiones se le presentaron antes de anotar su primer gol, en lo que pareció un cruce entre un ataque de ansiedad y otro de estrabismo. Se movió bien, se puso para todos y sólo metió una, con el partido resuelto, en una media vuelta tras remate fallido de Bartra. El trallazo a quemarropa, imposible para Joubert, le salvó de quedar como goleador en grado de tentativa.
En cualquier caso, la presencia de David Silva como mediapunta y de Iniesta muy vencido al centro le dio a España dos pasadores y la vida interior que tanto reclamó Del Bosque en Eslovaquia. Sin un revés como el gol que se tragó Casillas el jueves, España cultivó su juego con paciencia, esperando que se abriera el cielo en esa doble línea defensiva de Luxemburgo, dos paredes muy juntas que arriesgaban en el achique para no vivir permanentemente en su área.
La falta de apoyo de los laterales estrechó el frente, aunque al final Carvajal acabó desbocándose y provocando la acción del segundo tanto, firmado por Alcácer, Míster Gol, la envidia de Diego Costa, el Villa que espera el país. El primero se lo había apuntado antes de la media hora Silva en una jugada sin elaboración. Recogió un rechace de Phillips en la frontal, controló apuradamente y metió un empeine incontestable.
De la defensa no hubo demasiadas noticias porque a Luxemburgo le costó un mundo pasar del centro del campo. Un tiro sin gas de Bensi, un centro-chut más intencionado de Da Mota y un remate sin ángulo del propio Bensi apenas sirvieron para quitarle el frío a De Gea, que sentó a Casillas (jura Del Bosque que nada tuvo que ver la cantada de Zilina) pero que necesita otro ganado para sentirse torero en esta Selección. Luego llegaron el gol de Diego Costa, la sensación de alivio general, una cierta caída de tensión y la irrupción de Rodrigo y Bernat, que se repartieron el último gol. Aquí no había demasiada gloria que rascar. Alemania, en noviembre, nos explicará mucho mejor dónde estamos.
Madrid, As
Luxemburgo fue, por fin, el ansiolítico que precisaba Diego Costa, aunque tardó en hacerle efecto. Después de veinticinco disparos y siete partidos hizo su primer blanco. Y España frenó su recesión con un triunfo sencillo y apacible. También dio un paso hacia la modernidad con De Gea, Carvajal, Bartra y Alcácer en el once inicial y el debut de Bernat y Rodrigo, que cayeron de pie, en la segunda mitad. El segundo hizo el cuarto gol a pase del primero. Echar la puerta abajo, se llama. La transición natural, en terminología de Del Bosque, y que parece imparable, aunque sigan siendo Iniesta y Silva, extintos los xavis, los generales del equipo. Ambos estuvieron estupendamente en el Josy Barthel y fueron la verdadera fiesta nacional.
Luxemburgo es un adversario tan microscópico que permite sacar goleadas pero no conclusiones. Aún así, el partido dejó interesantes apuntes para el futuro. El más notable, la opción de un dibujo más picante, con un centro del campo en rombo y dos delanteros para descorchar defensas tan herméticas como la Luxemburgo. Una reforma del sistema sin tocar demasiado el estilo, un poquito de prosa en el verso.
Ese viaje por las tinieblas que la Roja emprendió en el Mundial la ha llevado del falso punta al doble nueve, pensado para darle un empujón a Diego Costa, afectado por un extraño trastorno bipolar que le hace perder el olfato en cuanto pone el pie en la Selección. No soltó el hispanobrasileño el dedo del gatillo en todo el partido. Hasta ocho ocasiones se le presentaron antes de anotar su primer gol, en lo que pareció un cruce entre un ataque de ansiedad y otro de estrabismo. Se movió bien, se puso para todos y sólo metió una, con el partido resuelto, en una media vuelta tras remate fallido de Bartra. El trallazo a quemarropa, imposible para Joubert, le salvó de quedar como goleador en grado de tentativa.
En cualquier caso, la presencia de David Silva como mediapunta y de Iniesta muy vencido al centro le dio a España dos pasadores y la vida interior que tanto reclamó Del Bosque en Eslovaquia. Sin un revés como el gol que se tragó Casillas el jueves, España cultivó su juego con paciencia, esperando que se abriera el cielo en esa doble línea defensiva de Luxemburgo, dos paredes muy juntas que arriesgaban en el achique para no vivir permanentemente en su área.
La falta de apoyo de los laterales estrechó el frente, aunque al final Carvajal acabó desbocándose y provocando la acción del segundo tanto, firmado por Alcácer, Míster Gol, la envidia de Diego Costa, el Villa que espera el país. El primero se lo había apuntado antes de la media hora Silva en una jugada sin elaboración. Recogió un rechace de Phillips en la frontal, controló apuradamente y metió un empeine incontestable.
De la defensa no hubo demasiadas noticias porque a Luxemburgo le costó un mundo pasar del centro del campo. Un tiro sin gas de Bensi, un centro-chut más intencionado de Da Mota y un remate sin ángulo del propio Bensi apenas sirvieron para quitarle el frío a De Gea, que sentó a Casillas (jura Del Bosque que nada tuvo que ver la cantada de Zilina) pero que necesita otro ganado para sentirse torero en esta Selección. Luego llegaron el gol de Diego Costa, la sensación de alivio general, una cierta caída de tensión y la irrupción de Rodrigo y Bernat, que se repartieron el último gol. Aquí no había demasiada gloria que rascar. Alemania, en noviembre, nos explicará mucho mejor dónde estamos.