Rousseff, las numerosas transformaciones de la primera presidenta de Brasil
Río de Janeiro, EFE
Desde activista de grupos de izquierda que combatieron la dictadura hasta primera presidenta mujer del mayor país de América Latina, la economista Dilma Rousseff, que aspira mañana a la reelección, ha pasado por varias transformaciones que dificultan su definición.
La Rousseff de la década de los sesenta que los militantes del Partido de los Trabajadores (PT) revivieron en la actual campaña con la fotografía de una joven erguida ante los militares que la interrogan es totalmente diferente a la presidenta que destaca proyectos sociales que sacaron a millones de brasileños de la pobreza como argumento para que le den otros cuatro años de mandato.
Entre esas dos Rousseff pasaron la que fue torturada y estuvo algunos años en prisión por su colaboración con grupos guerrilleros, la que se afincó en el sur del país para trabajar como técnica en gobiernos regionales y la que se destacó como tecnócrata en el primer Gabinete de Luiz Inácio Lula da Silva, su antecesor y mentor político.
Esta economista dejó plantada a la diplomacia estadounidense en protesta por las denuncias de que sus comunicaciones y su correo electrónico habían sido espiados.
También irrumpió la “gerentona” que terminó coordinando el Gobierno de su antecesor como ministra de la Presidencia, la que se presentó prácticamente como “la mujer de Lula” para disputar por primera vez un cargo electivo y la severa jefa de Estado famosa por su carácter fuerte y por la forma como comanda con dureza el Gobierno que asumió en 2011.
Apodada por muchos como la “Dama de hierro” por su fama de autoritaria, esta economista de 66 años y de marcado perfil técnico mostró de qué pasta está hecha cuando el año pasado dejó plantada a la diplomacia estadounidense en protesta por las denuncias de que sus comunicaciones y su correo electrónico habían sido espiados por los servicios secretos norteamericanos.
Dos veces divorciada y con una hija y un nieto, esta descendiente de una pareja de clase media integrada por un inmigrante búlgaro y una profesora brasileña apoyó en su juventud a grupos armados clandestinos que se oponían a la dictadura militar que gobernó Brasil entre 1964 y 1985.
A los 22 años fue detenida por “subversión” y pasó casi 3 años en la cárcel, donde fue torturada durante semanas.
Otro momento crítico de la vida de Roussef fue cuando, en 2009, le detectaron un cáncer linfático del que logró curarse en 2011.
“En mi vida personal enfrenté situaciones del más alto grado de dificultad, situaciones que llegaron al límite físico, soporté agresiones físicas que fueron casi insoportables, y nada me sacó de mi rumbo, nada me sacó de mis compromisos ni del camino que tracé para mí misma”, aseguró cuando miles de personas corearon insultos contra ella durante la apertura del Mundial de Brasil 2014.
Pero si de algo carece Rousseff es del carisma natural de su predecesor y mentor político, que confió en ella como mano derecha durante gran parte de su ocho años de mandato entre 2003 y 2010 y la impuso como candidata del PT a las presidenciales de 2010, pese a las dudas de los otros dirigentes del partido.
Ello debido a que la presidenta inició su carreta política como una de las fundadoras del Partido Democrático Laborista (PDT) en el sureño estado de Río Grande do Sul y sólo muchos años después, en 2001, se afilió al PT.
Para contrarrestar su poco carisma, considerado como su “punto flaco”, el expresidente ha aparecido en la campaña de su correligionaria en aquellos momentos en los que las encuestas de intención de voto más parecían favorables al candidato presidencial del opositor Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), Aécio Neves.
Uno de esos momentos tuvo lugar esta semana, cuando Lula llamó “hijo de papá” al líder socialdemócrata o cuando comparó su campaña con el “nazismo” en uno más de los feroces ataques dialécticos que se han sucedido entre ambos bandos durante todo el periodo electoral.
Según una encuesta de Datafolha, una de las empresas demoscópicas más reputadas de Brasil, Rousseff será reelegida mañana con el 53 % de los votos y Neves obtendría el 47 %.
Desde activista de grupos de izquierda que combatieron la dictadura hasta primera presidenta mujer del mayor país de América Latina, la economista Dilma Rousseff, que aspira mañana a la reelección, ha pasado por varias transformaciones que dificultan su definición.
La Rousseff de la década de los sesenta que los militantes del Partido de los Trabajadores (PT) revivieron en la actual campaña con la fotografía de una joven erguida ante los militares que la interrogan es totalmente diferente a la presidenta que destaca proyectos sociales que sacaron a millones de brasileños de la pobreza como argumento para que le den otros cuatro años de mandato.
Entre esas dos Rousseff pasaron la que fue torturada y estuvo algunos años en prisión por su colaboración con grupos guerrilleros, la que se afincó en el sur del país para trabajar como técnica en gobiernos regionales y la que se destacó como tecnócrata en el primer Gabinete de Luiz Inácio Lula da Silva, su antecesor y mentor político.
Esta economista dejó plantada a la diplomacia estadounidense en protesta por las denuncias de que sus comunicaciones y su correo electrónico habían sido espiados.
También irrumpió la “gerentona” que terminó coordinando el Gobierno de su antecesor como ministra de la Presidencia, la que se presentó prácticamente como “la mujer de Lula” para disputar por primera vez un cargo electivo y la severa jefa de Estado famosa por su carácter fuerte y por la forma como comanda con dureza el Gobierno que asumió en 2011.
Apodada por muchos como la “Dama de hierro” por su fama de autoritaria, esta economista de 66 años y de marcado perfil técnico mostró de qué pasta está hecha cuando el año pasado dejó plantada a la diplomacia estadounidense en protesta por las denuncias de que sus comunicaciones y su correo electrónico habían sido espiados por los servicios secretos norteamericanos.
Dos veces divorciada y con una hija y un nieto, esta descendiente de una pareja de clase media integrada por un inmigrante búlgaro y una profesora brasileña apoyó en su juventud a grupos armados clandestinos que se oponían a la dictadura militar que gobernó Brasil entre 1964 y 1985.
A los 22 años fue detenida por “subversión” y pasó casi 3 años en la cárcel, donde fue torturada durante semanas.
Otro momento crítico de la vida de Roussef fue cuando, en 2009, le detectaron un cáncer linfático del que logró curarse en 2011.
“En mi vida personal enfrenté situaciones del más alto grado de dificultad, situaciones que llegaron al límite físico, soporté agresiones físicas que fueron casi insoportables, y nada me sacó de mi rumbo, nada me sacó de mis compromisos ni del camino que tracé para mí misma”, aseguró cuando miles de personas corearon insultos contra ella durante la apertura del Mundial de Brasil 2014.
Pero si de algo carece Rousseff es del carisma natural de su predecesor y mentor político, que confió en ella como mano derecha durante gran parte de su ocho años de mandato entre 2003 y 2010 y la impuso como candidata del PT a las presidenciales de 2010, pese a las dudas de los otros dirigentes del partido.
Ello debido a que la presidenta inició su carreta política como una de las fundadoras del Partido Democrático Laborista (PDT) en el sureño estado de Río Grande do Sul y sólo muchos años después, en 2001, se afilió al PT.
Para contrarrestar su poco carisma, considerado como su “punto flaco”, el expresidente ha aparecido en la campaña de su correligionaria en aquellos momentos en los que las encuestas de intención de voto más parecían favorables al candidato presidencial del opositor Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), Aécio Neves.
Uno de esos momentos tuvo lugar esta semana, cuando Lula llamó “hijo de papá” al líder socialdemócrata o cuando comparó su campaña con el “nazismo” en uno más de los feroces ataques dialécticos que se han sucedido entre ambos bandos durante todo el periodo electoral.
Según una encuesta de Datafolha, una de las empresas demoscópicas más reputadas de Brasil, Rousseff será reelegida mañana con el 53 % de los votos y Neves obtendría el 47 %.