Los jugadores recuperan el clásico español
Superado el conflicto ideológico entre posesión y contragolpe, queda el partido que mide a las mejores plantillas del mundo
Por primera vez en años el Madrid disputará la posesión al Barça
Diego Torres
Madrid, El País
Hay partidos de entrenadores y partidos de jugadores. El clásico que se disputa este sábado en el Bernabéu (18.00 horas, Canal+ Liga y Gol T) vuelve a los futbolistas. Primero porque en el Madrid gobierna un presidente que ha decidido que sea así saturando la plantilla de medias puntas y haciendo casi inviable la gestión estratégica de un entrenador cuyo gran mérito consiste en hacer que la tropa se sienta cómoda desempeñando labores que le resultan extrañas. Luego porque el Barcelona ha regresado a las dudas existenciales. Cuestionado Xavi, el modelo se difumina. La única certeza es Messi y su socio Neymar.
El partido más popular del mundo fue durante una década objeto de un riguroso control táctico por parte de entrenadores obsesivos que, en uno u otro bando, influyeron de forma determinante en el curso de los acontecimientos. Esta tendencia abarcó técnicos de paso efímero, como Capello, pero sobre todo a Guardiola y Mourinho, dos urdidores meticulosos que, con distinta finalidad, acabaron por condicionar las conductas colectivas de hombres entregados a ejecutar. El aire estaba tan impregnado del espíritu de los diseñadores que se hablaba de equipos “en construcción”.
Hasta ahora el Madrid y el Barcelona exhibieron automatismos heredados de una época de ideas extremas. Eso se acabó este verano con el traspaso de Alonso en el Madrid y la llegada de Luis Enrique al Camp Nou. El panorama que se abre es desconcertante. Ninguno de los dos equipos preserva el estilo que lo caracterizó. Ninguno ha definido su nueva identidad. Superada la noción del clásico como conflicto ideológico de trascendencia —posesión frente a contraataque—, queda el partido. El partido que mide a las mejores plantillas que existen.
Nada resume mejor este periodo que la aparente superficialidad del plan del Barcelona. Si por algo si distinguió el club catalán en los últimos años es por su carácter resuelto y vanguardista. Desde 2004 el Barça tomó la iniciativa, invitando al Madrid a interpretar el papel de la reacción. Xavi Hernández fue el brujo de la tribu. El líder que unió generaciones y proyectos. El mejor centrocampista español de siempre. Alguien llamado a retirarse en su casa. Pero el Barça deriva hacia la disgregación. Las dudas de Luis Enrique no pueden justificarse en la edad de Xavi (34 años). Que el jugador estuviera a punto de emigrar a Qatar para ser relevado por Rakitic habla de la perplejidad del hombre que ocupa el banquillo. Puesto a determinar qué quiere que sea su equipo, el técnico se muestra vacilante.
La alineación del Barça ya no se puede recitar de memoria. Las incógnitas son estructurales y afectan a todas las líneas. En defensa no se sabe si jugará Piqué, o Mascherano, o si Mathieu ocupará el lateral izquierdo. En el medio regresa Busquets pero queda por resolver la presencia de Xavi o Rakitic, o ambos a la vez. Adelante es incierto que Luis Suárez juegue de inicio.
Luis Enrique alterna dudas y sospechas. Sospecha, y con razón, que este Madrid le puede arrebatar el balón y presiente que sería la perdición de su equipo. “Me preocupa que nos discutan la posesión, y las contras. A nosotros nos interesa tener controlados los partidos. Si aceleramos es por sorprender en un determinado momento. Pero queremos tener el balón más tiempo que ellos”.
El entrenador del Barça vislumbra un cambio radical en el esquema del Madrid. Algo se mueve en Chamartín. El aluvión de medias puntas —Isco, James, Modric, Kroos, y hasta Benzema— exaltado por la lesión de Bale ha alterado el comportamiento del equipo. El perfil de los jugadores ya no les permite esperar atrás el contragolpe. Para evitar que el equipo se parta, Ancelotti ha ideado un nuevo plan. Un programa que no pretende tanto condicionar la conducta de sus jugadores como hacer que se sientan confortables para expresar su vocación de control y pase.
Por primera vez en mucho tiempo el Madrid saldrá a intentar tener la pelota más que su rival. Sin el victimismo de otro tiempo, sin complejos. Con el carácter de Ancelotti, que parece que no manda pero predispone al trabajo, desdramatiza e inspira confianza en un momento crítico de la temporada. La derrota dejaría al Madrid a siete puntos de su máximo rival. “Es una felicidad preparar este partido”, dijo este viernes el técnico, que pareció reírse de sus propias dudas. “No tengo presión y estoy preparando sorpresas. Lo hice el año pasado y no me salió bien, pero me ha salido bien muchas otras veces. Puede ser que ponga un centrocampista y quite un delantero, o quite un mediocampista y ponga otro delantero”.
Por primera vez en años el Madrid disputará la posesión al Barça
Diego Torres
Madrid, El País
Hay partidos de entrenadores y partidos de jugadores. El clásico que se disputa este sábado en el Bernabéu (18.00 horas, Canal+ Liga y Gol T) vuelve a los futbolistas. Primero porque en el Madrid gobierna un presidente que ha decidido que sea así saturando la plantilla de medias puntas y haciendo casi inviable la gestión estratégica de un entrenador cuyo gran mérito consiste en hacer que la tropa se sienta cómoda desempeñando labores que le resultan extrañas. Luego porque el Barcelona ha regresado a las dudas existenciales. Cuestionado Xavi, el modelo se difumina. La única certeza es Messi y su socio Neymar.
El partido más popular del mundo fue durante una década objeto de un riguroso control táctico por parte de entrenadores obsesivos que, en uno u otro bando, influyeron de forma determinante en el curso de los acontecimientos. Esta tendencia abarcó técnicos de paso efímero, como Capello, pero sobre todo a Guardiola y Mourinho, dos urdidores meticulosos que, con distinta finalidad, acabaron por condicionar las conductas colectivas de hombres entregados a ejecutar. El aire estaba tan impregnado del espíritu de los diseñadores que se hablaba de equipos “en construcción”.
Hasta ahora el Madrid y el Barcelona exhibieron automatismos heredados de una época de ideas extremas. Eso se acabó este verano con el traspaso de Alonso en el Madrid y la llegada de Luis Enrique al Camp Nou. El panorama que se abre es desconcertante. Ninguno de los dos equipos preserva el estilo que lo caracterizó. Ninguno ha definido su nueva identidad. Superada la noción del clásico como conflicto ideológico de trascendencia —posesión frente a contraataque—, queda el partido. El partido que mide a las mejores plantillas que existen.
Nada resume mejor este periodo que la aparente superficialidad del plan del Barcelona. Si por algo si distinguió el club catalán en los últimos años es por su carácter resuelto y vanguardista. Desde 2004 el Barça tomó la iniciativa, invitando al Madrid a interpretar el papel de la reacción. Xavi Hernández fue el brujo de la tribu. El líder que unió generaciones y proyectos. El mejor centrocampista español de siempre. Alguien llamado a retirarse en su casa. Pero el Barça deriva hacia la disgregación. Las dudas de Luis Enrique no pueden justificarse en la edad de Xavi (34 años). Que el jugador estuviera a punto de emigrar a Qatar para ser relevado por Rakitic habla de la perplejidad del hombre que ocupa el banquillo. Puesto a determinar qué quiere que sea su equipo, el técnico se muestra vacilante.
La alineación del Barça ya no se puede recitar de memoria. Las incógnitas son estructurales y afectan a todas las líneas. En defensa no se sabe si jugará Piqué, o Mascherano, o si Mathieu ocupará el lateral izquierdo. En el medio regresa Busquets pero queda por resolver la presencia de Xavi o Rakitic, o ambos a la vez. Adelante es incierto que Luis Suárez juegue de inicio.
Luis Enrique alterna dudas y sospechas. Sospecha, y con razón, que este Madrid le puede arrebatar el balón y presiente que sería la perdición de su equipo. “Me preocupa que nos discutan la posesión, y las contras. A nosotros nos interesa tener controlados los partidos. Si aceleramos es por sorprender en un determinado momento. Pero queremos tener el balón más tiempo que ellos”.
El entrenador del Barça vislumbra un cambio radical en el esquema del Madrid. Algo se mueve en Chamartín. El aluvión de medias puntas —Isco, James, Modric, Kroos, y hasta Benzema— exaltado por la lesión de Bale ha alterado el comportamiento del equipo. El perfil de los jugadores ya no les permite esperar atrás el contragolpe. Para evitar que el equipo se parta, Ancelotti ha ideado un nuevo plan. Un programa que no pretende tanto condicionar la conducta de sus jugadores como hacer que se sientan confortables para expresar su vocación de control y pase.
Por primera vez en mucho tiempo el Madrid saldrá a intentar tener la pelota más que su rival. Sin el victimismo de otro tiempo, sin complejos. Con el carácter de Ancelotti, que parece que no manda pero predispone al trabajo, desdramatiza e inspira confianza en un momento crítico de la temporada. La derrota dejaría al Madrid a siete puntos de su máximo rival. “Es una felicidad preparar este partido”, dijo este viernes el técnico, que pareció reírse de sus propias dudas. “No tengo presión y estoy preparando sorpresas. Lo hice el año pasado y no me salió bien, pero me ha salido bien muchas otras veces. Puede ser que ponga un centrocampista y quite un delantero, o quite un mediocampista y ponga otro delantero”.