La ofensiva del Estado Islámico complica el pacto nuclear con Irán

A semanas del plazo pactado, Kerry y su homólogo iraní se reúnen para impulsar el diálogo

Ángeles Espinosa
Dubái, El País
“Todos han aceptado que las sanciones deben eliminarse y ya nadie busca que Irán no enriquezca [uranio]”, aseguró el presidente iraní, Hasan Rohaní, durante una entrevista a la televisión de su país el lunes por la noche. Sus palabras, justo en vísperas de la octava ronda de negociaciones nucleares que desde el martes se celebran en Viena, transmitían la convicción de que va a lograrse un acuerdo antes de que venza el plazo fijado el próximo 24 de noviembre. El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, declaró ayer que esa fecha no es “inalcazable” y su homólogo ruso, Sergei Lavrov, con quien se reunió en París, considera que tampoco es “sagrada”. Sin embargo, y a pesar de los avances realizados, resulta difícil ver cómo van a superarse los obstáculos técnicos sin un nuevo impulso político.


Los dirigentes iraníes son conscientes de ello. De hecho, durante su visita a la ONU el mes pasado, el propio Rohaní dijo que si se alcanzaba un acuerdo nuclear, no le cabía la menor duda de que “la situación entre Estados Unidos e Irán sería completamente diferente”. Aunque no estableció un vínculo directo, miembros de su delegación se encargaron de filtrar a algunos medios la disponibilidad de Teherán para contribuir a la estabilidad en Oriente Próximo y en la lucha contra el autodenominado Estado Islámico (EI).

Desde que el año pasado, Irán y las seis grandes potencias (EEUU, China, Rusia, Reino Unido, Francia y Alemania) firmaran el Plan de Acción Conjunta en medio de una gran expectación mediática, las sucesivas rondas negociadoras sólo han revelado sonrisas y buenas palabras. Teherán ha cumplido su compromiso de congelar el programa nuclear, reduciendo tanto su producción de uranio enriquecido como sus reservas de ese producto. A cambio ha obtenido 9.800 millones de dólares que tenía bloqueados por las sanciones internacionales, apenas un 3% de su producto interior bruto en 2013 y una fracción de los 100.000 millones de dólares largos afectados por esas restricciones.

Quizá lo más llamativo haya sido el deshielo en las relaciones entre la República Islámica y Estados Unidos, que después de 35 años sin lazos diplomáticos han vuelto a hablarse. Este miércoles mismo, el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, se reunirá en Viena con su homólogo iraní, Mohammad Javad Zarif, para impulsar las negociaciones nucleares. Ambos han reconocido, no obstante, que aún quedan importantes asuntos por resolver.

Las diferencias se centran en el número de centrifugadoras que Irán va a poder conservar y la duración de la supervisión internacional de su programa. Esos aparatos enriquecen el uranio para convertirlo en combustible nuclear o, a un mayor alto grado de pureza, material fisible para una bomba. Limitar su número a 1.500, como pide EEUU (o incluso a 4.500 como se ha filtrado que estaría dispuesto a aceptar), retrasaría el tiempo que Teherán necesitaría si pretendiera fabricar una bomba atómica, decisión que los propios servicios secretos estadounidenses reconocen que no ha tomado.

Irán ya tiene 19.000 centrifugadoras instaladas, 10.200 de ellas en funcionamiento, y aspira a tener más para alcanzar una producción industrial de combustible nuclear. Pero la preocupación de los negociadores iraníes es, sobre todo, cuánto va a durar esa limitación extraordinaria a su programa (EEUU hablaba de 20 años, algo inaceptable para Teherán). Además, insisten en un levantamiento inmediato de las sanciones, mientras que Washington y sus aliados quieren un calendario para asegurarse del cumplimiento de lo que se pacte.

Muchos analistas se muestran convencidos de que esos asuntos, aunque se interponen en el camino hacia el acuerdo, no son la causa última de la falta de avance de las negociaciones.

“La cuestión nuclear, al igual que las sanciones, es sólo un medio para contener a Irán”, ha escrito Shirin Hunter. (Los dirigentes iraníes llevan años diciéndolo, aunque el secreto en el que iniciaron el programa atómico primero y la actitud desafiante mostrada por el anterior presidente, Mahmud Ahmadineyad, también contribuyeron a la desconfianza internacional).

Por ello, la sugerencia de un gran pacto lanzada por Rohaní en la ONU ha resultado tan atractiva para muchos comentaristas. Más, cuando Irán y EEUU se han convertido de facto en aliados frente al EI en Irak. Sin embargo, sólo hay que cruzar la frontera de Siria para ver cómo sus intereses divergen. Además, los aliados árabes de Washington poco menos que le han dado a elegir entre ellos o los iraníes. De ahí que, si todo va bien, lo más que pueda esperarse en noviembre es un nuevo acuerdo provisional que consolide los avances logrados a cambio de un nuevo relajo en las sanciones, como sugiere Gary Samore del Centro Belfer de Harvard.

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