La clase de Arda gana la guerra
Mientras todos corrían, chocaban, sudaban y convertían el partido en un árido combate, Arda revoloteaba por allí regalando detalles. Un control, un regate, una arrancada, un baile de cintura y un par de gestos de esos, de niño feliz pachangueando mientras a su alrededor no se divierte nadie, que le convierten en el futbolista más cool del planeta. Se veía venir que si alguien podía desenredar la densa madeja que habían liado el Atleti y la Juve, era el turco. Y sucedió, claro, porque los genios no están para trabajos de escasa exigencia, para esos vale cualquiera. Los genios están para días así: rival enorme, situación comprometida, portero gigantesco... Y, como si nada, rematar un centro con la zurda, sin esfuerzo, colocadita y convertir a Buffon en humano con un gesto técnico tan sencillo como hermoso. El ardaturanismo no está de fiesta. Vive de fiesta.
Hasta ese minuto 74 en que Arda le arregló el grupo de Champions al Atleti, la Juve había impresionado como cuando una bola de demolición destroza un edificio. No es bonita, no es elegante, pero darías la vida por no cruzarte en su camino. Tras casi tres años de cholismo, el Atleti al fin se topó con un rival que presionaba tanto como él, que no le concedía un mísero centímetro a balón parado y que acudía a cada pelota suelta con su misma fe. Y como Simeone apostó por el cuerpo a cuerpo al dejar a Griezmann en el banquillo y juntar a Tiago, Saúl, Koke y Raúl García, el campo entero se convirtió en zona de guerra. O dicho de otra forma, entre golpe y golpe, desapareció el fútbol. En ese ambiente, la decisión de Mandzukic de quitarse la máscara a los 13 minutos le convierte en héroe o en suicida. Quizás en ambas.
Las ‘ocasiones’ de la primera parte fueron todas con balas de fogueo. Una arrancada de Arda que Mandzukic no pudo remachar, una emboscada en la que cuatro atléticos rodearon a Vidal en la frontal y obligaron a Buffon a lucirse a disparo de Mandzukic, y una rosca desde fuera del área de Pogba que se marchó fuera. La única alegría que se llevó el Manzanares al descanso fue un gol del Malmoe ante el Olympiacos. Las cuentas mejoraban.
El panorama cambió a los 51 minutos cuando Simeone respondió a una pérdida de Saúl por hacer una ruleta en campo propio, quitando al canterano y metiendo a Griezmann El Atleti se tomó el cambio como una llamada a rebato y salió de la cueva. Le sacaron Arda, claro, y dos protagonistas fundamentales en este inicio de temporada: Juanfran y Tiago, que están enormes.
La Juve, eso sí, no dio ni un paso atrás, pese a que Vidal parece difuminado tras un verano de demasiado ajetreo con su futuro. Pogba, imponente, y Marchisio sí estuvieron a la altura y Llorente se enfrascó en una misión abocada al fracaso: luchar con Miranda y Godín. Pero su derrota fue dignísima. En una noche en la que Tévez le prestó poca ayuda, no se rindió jamás y obligó a Miranda a cometer un penaltito final que no pitó Brych, probablemente pensando aún en la flagrante mano dentro del área que había perdonado media hora antes a Cáceres.
El gol hizo justicia con los que más lo merecían. Arrancó Tiago y partió en dos a la Juve antes de abrir para Juanfran, incansable, que centró al área. Allí, Lichtsteiner olvidó con quién trataba y se despistó un segundo, lo justo para que Arda le ganase la espalda y... toc. Un golpecito leve que acababa con la imbatibilidad de 712 minutos de Buffon, derrotaba por primera vez a la Juve esta temporada y transformaba el futuro europeo del Atleti: se hizo la luz. Ya saben, contra los problemas, ardaturanismo