Immobile abre la lata y Adrián Ramos se la bebe


Dortmund, As
El Borussia sólo tenía por perder en Anderlecht. Tras dar un golpe en la mesa en la primera jornada ante el Arsenal, debía refrendar su dominio del grupo en Bélgica, con el cartel de favorito al cuello. Sin admitir excesivos despistes, cumplió con el guión: rompió en los primeros instantes la muralla de un rival excesivamente acobardado y cerró la puerta a la reacción en el segundo tiempo al contragolpe, un registro que domina como pocos. En estático o a la carrera, los germanos lucieron esa seguridad para manejar estos trámites que distinguen a quienes ya se conocen la competición al dedillo.


Ante las bajas de Reus y Mkhitaryan por lesión, Jürgen Klopp le dio galones en la mediapunta a Kagawa (afinado los 90 minutos) para canalizar las ofensivas y conectar con Immobile. Buena idea, a tenor de la primera jugada en ataque de los alemanes: el japonés encaró la frontal y picó con kilos de clase, ante el despiste global de la zaga; el italiano se bastó de un toque sutil para abrir el marcador. Minuto 3: 0-1.

Ambos, Kagawa e Immobile, construyeron gran parte de las oleadas germanas, bien apoyados por dos laterales, Piszczek y Schmelzer, que no hacen esfuerzos por ocultar su vocación atacante. Menos ayuda recibieron de Grosskreutz y Aubameyang, los verdaderos extremos en el dibujo: el primero aúna esfuerzo y orden, pero la elasticidad no es su fuerte; el segundo correrá los 100 metros en 10 segundos, pero en las milésimas de la definición se maneja terriblemente. A puerta vacía pudo hacer el 0-2; incomprensible su error, pocas veces lo tendrá más franco en su carrera.

Segundos antes el colegiado anuló el empate a Mitrovic; justito, pero acertado. Más tarde haría lo propio en la portería contraria, con Grosskreutz como sorpresivo rematador en el segundo palo; éste más discutible, cuestión de milímetros. Y alrededor de ambas acciones, el Borussia capitalizó el ataque y las oportunidades, varias malogradas por Aubameyang, que aprovechaba el dinamismo de Immobile, un todoterreno disfrazado de tanque, para volcarse por el centro.

Pese al revés temprano, el Anderlecht no varió a lo largo de la primera parte su plan, basado en darle a los de Klopp de su propia medicina. Poca valentía pese a su condición de local. Sólo Praet pudo anotar al plantarse ante Weidenfeller. Precipitado, chutó al muñeco.

Tras el descanso, con una humareda planeando sobre el Constant Vanden Stock (la UEFA no dejará pasar la escena sin sanción), el Borussia no aflojó esa presión que le hace eléctrico en ataque. A los cinco minutos, Aubameyang ya había probado por dos veces. Otra para Immobile, también afilado desde la media distancia. Defour, un eterno talento belga que no acaba de cuajar, palidecía rodeado por la trampa de Kehl y Bender.

Los belgas adelantaron líneas, conscientes de que alejar la circulación de su área era lo más inteligente, y así frenaron el sufrimiento. Klopp se olió la tostada e introdujo al colombiano Adrián Ramos, una apuesta seria por la sentencia en una contra afortunada. Conoce bien el preparador teutón sus armas: un estupendo centro curvo desde casi medio campo de Piszczek cruzó por el área pequeña. Ramos se comió a su marcador, blandísimo, para rematar al primer palo. Y a 10’ del final, de nuevo el colombiano culminó un contragolpe fugaz: Kagawa filtró para la cabalgada de Aubameyang (en eso sí es más que útil) y el galo cedió atrás. Recorte de Ramos hacia dentro y disparo al palo largo. Impecable.

El segundo tiempo, pese a más organizado, no dejó mejores fotografías del Anderlecht que el primer parcial. Un disparo al poste de Mitrovic (el más destacado) y detalles del joven local Kabasele, todos abortados por Subotic y Sokratis. A riesgo de sonar aventurado, parece meridiano que el Grupo D será cosa de Borussia y Arsenal, que arrasó al Galatasaray en el Emirates. El Borussia, mientras tanto y para que no se diga, hace los deberes.

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