Elecciones subnacionales se ponen bajo reflectores en Bolivia
La Paz, ABI
La clase política boliviana centraba el viernes su atención en las elecciones subnacionales de marzo que viene, después de rumiar, en algunos casos con enfado, los resultados de las presidenciales y legislativas del 12 de octubre consolidados por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) y que dieron el triunfo al presidente indígena progresista Evo Morales, con 61,3% de los votos.
Poco menos de 3 semanas después de que los electores bolivianos volvieran a mandatar a Morales para el período constitucional 2015-2020, los partidos hacían sus cálculos para copar 348 cargos electivos, es decir 9 gobernaciones departamentales y 339 alcaldías.
Tiene toda la traza de un juego de ajedrez y el espíritu de sobrevivencia en la política criolla.
A manera de pistoletazo de largada, el presidente en ejercicio Álvaro García Linera promulgó el jueves la Ley Transitoria para las Elecciones Subnacionales 2015.
"La Ley que estoy promulgando tiene que ver con la Ley Transitoria para Elecciones Subnacionales 2015, en cumplimiento de mi obligación constitucional y sabiendo que estamos con los plazos apretados", explicó en conferencia de prensa dictada en Palacio de Gobierno.
Tal norma replica el procedimiento para la elección de gobernadores y alcaldes que se utilizó en 2010, en ocho departamentos, excepto en Pando y habilita la segunda vuelta en el caso de los gobiernos regionales.
"Se ha incorporado esta propuesta la segunda vuelta, en el caso de las gobernaciones si es que alguna candidatura saca más de 51 por ciento ya es gobernador, pero si sacará menos del 51 por ciento y la distancia con el segundo fuera de menos de 10 puntos van a segunda vuelta", explicó García Linera.
Apenas se oficializó que el oficialista Movimiento Al Socialismo (MAS), que entre 2015 y 2020 controlará 113 de los 166 escaños de la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP), ganó con holgura las elecciones generales bolivianas, la prensa y los corrillos de la política criolla se llenaron se nombres de supuestos y presuntos candidatos a gobernaciones y alcaldías.
Así comenzaron a escucharse los nombres del alcalde de La Paz, Luis Revilla, que de urgencia debió fundar una agrupación política que le permita competir por el voto de sus coterráneos, puesto que su partido, el Movimiento Sin Miedo, perdió, a manera de penalidad, el reconocimiento del TSE por no alcanzar el 3% de los votos en las elecciones del 12 de octubre.
El gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas, acérrimo opositor de Morales, confirmó que volverá a postularse para un nuevo mandato al frente de la Gobernación de Santa Cruz, donde el MAS viene de triunfar y donde en 2008 incubara la más radical oposición, incluso ultraconservadora, al mandatario indígena de izquierdas.
Lo mismo que La Paz, el alcalde de Cochabamba, Edwin Castellanos, parece haberse puesto en trance de reelección, lo sugiere la campaña publicitaria de sus obras que hace pasar por medios nacionales.
Es también el caso del alcalde sicalíptico de Santa Cruz, Percy Fernández, que también pugnará por su enésimo mandato, mientras Bolivia vive una danza de nombres, pre y candidatos a gobernadores y alcaldes.
Ni bien terminó de expedir los guarismos de la justa electoral, 18 días después del acto de sufragio, el TSE pidió, de presupuesto, la friolera de 177 millones de bolivianos (27 millones de dólares) para costear las elecciones subnacionales.
Como se trata de 100 de millones de bolivianos (15 millones de dólares) más que el montante utilizado en las elecciones del 12 de octubre, que implicó la instalación de 1.200 mesas de sufragio en 70 ciudades de 33 países de América, Europa, Asia y Africa, el ministro de la Economía, Luis Arce, puso el grito en el cielo y, poco menos, consideró que se trataba de un presupuesto superlativo zafado de la realidad.
Mientras la oposición boliviana, reducida a un tercio en la ALP, denunciaba -a contrapelo de la norma aprobada en los "90 neoliberales que, según los analistas fue concebida para eliminar a la minorías- que el TSE entregó al MAS 2 diputaciones "truchas (falsas)" -que, por efecto de la cifra repartidora recayeron a dos partidos que no alcanzaron el 3% de los votos y que, por los tanto, fueron desafectados- los periódicos bolivianos imprimieron en sus ediciones las condiciones que deberán cumplir los postulantes a los cargos electivos.
La primera y principal de ellas es que aquellos, alcaldes y gobernadores, que volverán a candidatear deben renunciar a más tardar a principios de enero lo que, en el caso de las alcaldías grandes, Santa Cruz, La Paz y Cochabamba, entre otras, hace temer una "masacre blanca" en las administraciones locales o al menos turbulencia institucional en el semestre siguiente a enero.
A la par de la danza de candidatos -a más tardar en enero deberían estar definidas las postulaciones, los nombres, hombres y mujeres- los partidos de oposición buscan la forma de arrebatar, por lo menos en el plano subnacional, la hegemonía del MAS de Morales, que gobierna Bolivia ininterrumpidamente desde 2006.
Bajo la premisa que las elecciones subnacionales no se trata sino de nombres y no de partidos o esquemas políticos, la clase política boliviana ha comenzado, en el umbral de noviembre, la construcción de una pieza de relojería en procura de gobernaciones y alcaldías, sin perder de vista, a manera de "traga ansias", las presidenciales de 2020.
La clase política boliviana centraba el viernes su atención en las elecciones subnacionales de marzo que viene, después de rumiar, en algunos casos con enfado, los resultados de las presidenciales y legislativas del 12 de octubre consolidados por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) y que dieron el triunfo al presidente indígena progresista Evo Morales, con 61,3% de los votos.
Poco menos de 3 semanas después de que los electores bolivianos volvieran a mandatar a Morales para el período constitucional 2015-2020, los partidos hacían sus cálculos para copar 348 cargos electivos, es decir 9 gobernaciones departamentales y 339 alcaldías.
Tiene toda la traza de un juego de ajedrez y el espíritu de sobrevivencia en la política criolla.
A manera de pistoletazo de largada, el presidente en ejercicio Álvaro García Linera promulgó el jueves la Ley Transitoria para las Elecciones Subnacionales 2015.
"La Ley que estoy promulgando tiene que ver con la Ley Transitoria para Elecciones Subnacionales 2015, en cumplimiento de mi obligación constitucional y sabiendo que estamos con los plazos apretados", explicó en conferencia de prensa dictada en Palacio de Gobierno.
Tal norma replica el procedimiento para la elección de gobernadores y alcaldes que se utilizó en 2010, en ocho departamentos, excepto en Pando y habilita la segunda vuelta en el caso de los gobiernos regionales.
"Se ha incorporado esta propuesta la segunda vuelta, en el caso de las gobernaciones si es que alguna candidatura saca más de 51 por ciento ya es gobernador, pero si sacará menos del 51 por ciento y la distancia con el segundo fuera de menos de 10 puntos van a segunda vuelta", explicó García Linera.
Apenas se oficializó que el oficialista Movimiento Al Socialismo (MAS), que entre 2015 y 2020 controlará 113 de los 166 escaños de la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP), ganó con holgura las elecciones generales bolivianas, la prensa y los corrillos de la política criolla se llenaron se nombres de supuestos y presuntos candidatos a gobernaciones y alcaldías.
Así comenzaron a escucharse los nombres del alcalde de La Paz, Luis Revilla, que de urgencia debió fundar una agrupación política que le permita competir por el voto de sus coterráneos, puesto que su partido, el Movimiento Sin Miedo, perdió, a manera de penalidad, el reconocimiento del TSE por no alcanzar el 3% de los votos en las elecciones del 12 de octubre.
El gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas, acérrimo opositor de Morales, confirmó que volverá a postularse para un nuevo mandato al frente de la Gobernación de Santa Cruz, donde el MAS viene de triunfar y donde en 2008 incubara la más radical oposición, incluso ultraconservadora, al mandatario indígena de izquierdas.
Lo mismo que La Paz, el alcalde de Cochabamba, Edwin Castellanos, parece haberse puesto en trance de reelección, lo sugiere la campaña publicitaria de sus obras que hace pasar por medios nacionales.
Es también el caso del alcalde sicalíptico de Santa Cruz, Percy Fernández, que también pugnará por su enésimo mandato, mientras Bolivia vive una danza de nombres, pre y candidatos a gobernadores y alcaldes.
Ni bien terminó de expedir los guarismos de la justa electoral, 18 días después del acto de sufragio, el TSE pidió, de presupuesto, la friolera de 177 millones de bolivianos (27 millones de dólares) para costear las elecciones subnacionales.
Como se trata de 100 de millones de bolivianos (15 millones de dólares) más que el montante utilizado en las elecciones del 12 de octubre, que implicó la instalación de 1.200 mesas de sufragio en 70 ciudades de 33 países de América, Europa, Asia y Africa, el ministro de la Economía, Luis Arce, puso el grito en el cielo y, poco menos, consideró que se trataba de un presupuesto superlativo zafado de la realidad.
Mientras la oposición boliviana, reducida a un tercio en la ALP, denunciaba -a contrapelo de la norma aprobada en los "90 neoliberales que, según los analistas fue concebida para eliminar a la minorías- que el TSE entregó al MAS 2 diputaciones "truchas (falsas)" -que, por efecto de la cifra repartidora recayeron a dos partidos que no alcanzaron el 3% de los votos y que, por los tanto, fueron desafectados- los periódicos bolivianos imprimieron en sus ediciones las condiciones que deberán cumplir los postulantes a los cargos electivos.
La primera y principal de ellas es que aquellos, alcaldes y gobernadores, que volverán a candidatear deben renunciar a más tardar a principios de enero lo que, en el caso de las alcaldías grandes, Santa Cruz, La Paz y Cochabamba, entre otras, hace temer una "masacre blanca" en las administraciones locales o al menos turbulencia institucional en el semestre siguiente a enero.
A la par de la danza de candidatos -a más tardar en enero deberían estar definidas las postulaciones, los nombres, hombres y mujeres- los partidos de oposición buscan la forma de arrebatar, por lo menos en el plano subnacional, la hegemonía del MAS de Morales, que gobierna Bolivia ininterrumpidamente desde 2006.
Bajo la premisa que las elecciones subnacionales no se trata sino de nombres y no de partidos o esquemas políticos, la clase política boliviana ha comenzado, en el umbral de noviembre, la construcción de una pieza de relojería en procura de gobernaciones y alcaldías, sin perder de vista, a manera de "traga ansias", las presidenciales de 2020.