El Madrid saca un diez
Triplete de Cristiano, que ya lleva 13 goles, y doblete de Benzema. Heroica actuación de Iraizoz, que evitó una paliza histórica. El equipo de Ancelotti hizo el partido de la temporada. Ovación a Casillas.
Madrid, As
Otro partido en el Bernabéu y la misma historia de casi siempre: un equipo de fútbol frente a un equipo de polo. Once futbolistas, generalmente atribulados, contra once enemigos a caballo. El resultado también es conocido: el Madrid se divierte y su rival se desintegra, Cristiano marca un hat-trick (suma 22) e invita a un amigo (Benzema) a su cumpleaños semanal.
Ocurrió de nuevo con el Athletic de visitante. La novedad es que cuando el Madrid hizo correr el balón, el balón corrió como una liebre con la cola ardiendo. Hubo jugadas, y no fueron pocas, que sólo se pueden degustar a cámara lenta. Fogonazos que calificaremos como maravillosos sin saber exactamente lo que sucedió allí. Varias de esas explosiones llegaron por la banda derecha, donde Carvajal y Bale conectaron eléctricamente.
De esa manera nació el primer gol, a los dos minutos. Bale comenzó la jugada con un taconazo, se apoyó en Carvajal y unos metros más arriba asistió con la pierna derecha. Cristiano cabeceó desde el segundo palo con una tranquilidad insultante, picadito, ni siquiera demasiado fuerte, siempre hay alguien durmiendo en alguna parte del mundo.
Para el Madrid, con tan pocas cosas por explorar, la banda derecha de Carvajal se presenta como la última mejora de un equipo casi inmejorable, y no abro debate, sólo atiendo a su título de campeón de Europa. Si los jugadores parecen todavía más rápidos, es porque encuentran más campo por dónde correr.
El efecto es prodigioso. Por momentos, el Madrid hace coincidir en la misma carrera a sus cuatro extremos sobre el campo: Carvajal, Marcelo, Bale y Cristiano, dos zurdos y dos diestros. Ante algo semejante, no cabe oposición. Al menos no la encontró el Athletic, que sólo asomó la cabeza gracias a Susaeta, un hombre solo en la inmensidad del universo.
El segundo gol lo hizo Benzema con un cabezazo a la salida de un córner, un buen testarazo para un delantero que se prodiga poco, dicho en general. Gurpegui salió del tumulto dolorido, otra señala de la descomposición del Athletic.
Con ese guión terminó la primera mitad y con el mismo argumento empezó la segunda. El Madrid se seguía acelerando como la bola de un pinball, encendiendo luces y haciendo sonar gongs y campanillas.
El tercero lo firmó Cristiano a pase de Bale, en otra carrera espléndida que el galés activó con un tacón (otro) y a la que Benzema dio profundidad. El francés se apuntó el cuarto, tras asistencia de Cristiano, que renunció a su opción de marcar. El gesto significa mucho, más aún en alguien tan obsesionado con el gol y los récords: indica que cada ego tiene su parcela y no invade la del otro. También señala la importancia del entrenador, su capacidad para hacer reinar la armonía dentro del vestuario. En ocasiones sólo destacamos la mansedumbre de Ancelotti, pero ya va siendo hora de resaltar también su inteligencia.
Aunque Cristiano consiguió el quinto gol de la noche sin pretenderlo (probablemente con el codo), Iraizoz puede presumir de haber evitado una goleada extravagante. El Athletic salió del Bernabéu en puestos de descenso y el Real Madrid se marchó con algo mucho más importante que la victoria. Se fue feliz.
Madrid, As
Otro partido en el Bernabéu y la misma historia de casi siempre: un equipo de fútbol frente a un equipo de polo. Once futbolistas, generalmente atribulados, contra once enemigos a caballo. El resultado también es conocido: el Madrid se divierte y su rival se desintegra, Cristiano marca un hat-trick (suma 22) e invita a un amigo (Benzema) a su cumpleaños semanal.
Ocurrió de nuevo con el Athletic de visitante. La novedad es que cuando el Madrid hizo correr el balón, el balón corrió como una liebre con la cola ardiendo. Hubo jugadas, y no fueron pocas, que sólo se pueden degustar a cámara lenta. Fogonazos que calificaremos como maravillosos sin saber exactamente lo que sucedió allí. Varias de esas explosiones llegaron por la banda derecha, donde Carvajal y Bale conectaron eléctricamente.
De esa manera nació el primer gol, a los dos minutos. Bale comenzó la jugada con un taconazo, se apoyó en Carvajal y unos metros más arriba asistió con la pierna derecha. Cristiano cabeceó desde el segundo palo con una tranquilidad insultante, picadito, ni siquiera demasiado fuerte, siempre hay alguien durmiendo en alguna parte del mundo.
Para el Madrid, con tan pocas cosas por explorar, la banda derecha de Carvajal se presenta como la última mejora de un equipo casi inmejorable, y no abro debate, sólo atiendo a su título de campeón de Europa. Si los jugadores parecen todavía más rápidos, es porque encuentran más campo por dónde correr.
El efecto es prodigioso. Por momentos, el Madrid hace coincidir en la misma carrera a sus cuatro extremos sobre el campo: Carvajal, Marcelo, Bale y Cristiano, dos zurdos y dos diestros. Ante algo semejante, no cabe oposición. Al menos no la encontró el Athletic, que sólo asomó la cabeza gracias a Susaeta, un hombre solo en la inmensidad del universo.
El segundo gol lo hizo Benzema con un cabezazo a la salida de un córner, un buen testarazo para un delantero que se prodiga poco, dicho en general. Gurpegui salió del tumulto dolorido, otra señala de la descomposición del Athletic.
Con ese guión terminó la primera mitad y con el mismo argumento empezó la segunda. El Madrid se seguía acelerando como la bola de un pinball, encendiendo luces y haciendo sonar gongs y campanillas.
El tercero lo firmó Cristiano a pase de Bale, en otra carrera espléndida que el galés activó con un tacón (otro) y a la que Benzema dio profundidad. El francés se apuntó el cuarto, tras asistencia de Cristiano, que renunció a su opción de marcar. El gesto significa mucho, más aún en alguien tan obsesionado con el gol y los récords: indica que cada ego tiene su parcela y no invade la del otro. También señala la importancia del entrenador, su capacidad para hacer reinar la armonía dentro del vestuario. En ocasiones sólo destacamos la mansedumbre de Ancelotti, pero ya va siendo hora de resaltar también su inteligencia.
Aunque Cristiano consiguió el quinto gol de la noche sin pretenderlo (probablemente con el codo), Iraizoz puede presumir de haber evitado una goleada extravagante. El Athletic salió del Bernabéu en puestos de descenso y el Real Madrid se marchó con algo mucho más importante que la victoria. Se fue feliz.