El Gobierno de Renzi rebaja la carga de impuestos sobre las empresas

Italia anuncia desgravaciones a las actividades productivas por 8.000 millones

Pablo Ordaz
Roma, El País
Después de un par de semanas de infierno, en las que ha recibido críticas, abucheos y hasta lanzamiento de huevos desde todos los frentes imaginables, Matteo Renzi ha decidido contraatacar aprobando unos Presupuestos Generales para 2015 cuya característica principal es una bajada de impuestos de 18.000 millones de euros. De ellos, unos 10.000 servirán para confirmar las desgravaciones adoptadas el pasado mes de abril para los trabajadores que ganan menos de 1.500 euros al mes. Los otros 8.000 corresponden a nuevas medidas dirigidas a incentivar las actividades productivas y la contratación de nuevos trabajadores.


Con su estilo habitual para las grandes ocasiones —o sea, a través de una serie de mensajes exultantes desde su cuenta de Twitter—, el jefe del Gobierno italiano se adelantó al propio Consejo de Ministros para anunciar: “La diferencia entre los presupuestos de 2014 y los de 2015 es que hay 18.000 millones de impuestos menos. Todo está aquí. No al artículo 18 [la célebre disposición del estatuto de los trabajadores que hacía prácticamente imposible el despido], no a la contribución para quien contrata de forma indefinida, no al IRAP [impuestos sobre la actividad productiva]. Hemos quitado todos los obstáculos para contratar. Italia reemprende el camino”.

Sin duda, no es tan fácil como lo pinta Renzi en sus mensajes de 140 caracteres. Sobre todo porque ahora los presupuestos —que contemplan para 2015 un déficit del 2,9% del PIB, siete décimas por encima de lo que estaba anteriormente previsto— tienen que recibir el visto bueno de Bruselas, y hasta entre los leales al primer ministro en el Partido Democrático (PD) —que no son todos ni mucho menos— no las tienen todas consigo. Italia tiene una deuda pública que supera el 130% del PIB, y Bruselas reclama a Roma una senda de ajuste fiscal que permita contenerlo y reducirlo.

Filippo Taddei, el portavoz de economía del PD, admitió que existe un plan b por si los presupuestos no pasan el examen europeo: “Tenemos buenos argumentos, pero estamos preparados para lo peor”. Lo que sí es cierto es que el joven líder socialdemócrata —en un día en que la Bolsa de Milán retrocedió el 4,44%— parece dispuesto a plantear un modelo de futuro nuevo para el centroizquierda, más amigable con las empresas y menos con los derechos adquiridos por los sindicatos, una opción parecida a la de Francia.

Se trata de un juego de equilibrios políticos muy difícil, porque pasa por abanderar el crecimiento de boca para afuera, mientras que de puertas para adentro intenta por todos los medios hacer las reformas exigidas, incluida aquella tan difícil de asumir para la izquierda como es la eliminación del sacrosanto artículo 18. “Lo entiende todo el mundo, entre ellos alguno en Europa”, alardeó Renzi en otros de sus mensajes de texto, “el crecimiento es una prioridad”.

Una prioridad que depende de otra prioridad mayor —la financiación de los recursos para hacerla posible—, y esa estaba tan poco clara en la tarde de este miércoles que el Consejo de Ministros, previsto en principio para las cinco de la tarde, se fue posponiendo hora tras hora hasta que se hizo de noche. Renzi rebaja impuestos, pero aún no está claro de dónde va a obtener los fondos. El Gobierno confía en que buena parte llegue de los recortes del gasto puestos en marcha por los distintos ministerios, las regiones y los municipios, pero todo sumado —según los datos de un comisario especial, Carlo Cottarelli, que decidió dejar el encargo porque las cuentas no se correspondían con las promesas de Renzi— el ahorro total se situaría en torno a los 15.000 millones de euros. Una cifra insuficiente que habría que redondear mediante el endeudamiento, pero aquí —tratándose de Italia— suenan todas las alarmas, no en vano es el país más endeudado de la zona euro después de Grecia. Renzi ya había señalado que otra estrategia importante de su Gobierno para obtener recursos es la lucha frontal contra la evasión fiscal, pero eso es un soniquete que los italianos llevan oyendo desde hace años sin que, hasta el momento, se haya convertido en hechos.

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