El Celta sigue en racha y hurga en la herida del Athletic
Bilbao, As
El fortín de San Mamés, el que llevó a la Champions al Athletic, nació ante el Celta y ayer, con el mismo rival enfrente, se asomó una versión similar a la de los leones fieros. Mas a los de Valverde les ha abandonado su duende. Apareció Nolito con un zarpazo de clase y la victoria tan necesitada y merecida de los locales se fue al limbo. Antes del crucial viaje a Oporto, mejoró mucho, pero no en el remate ni en la clasificación.
Los leones salieron enrabietados. Había mucha frustración en el cuerpo y decidieron quitársela con movilidad sin balón e ímpetu en las disputas. La sola presencia de De Marcos, una herencia del bielsismo, dinamizó al equipo. En su segunda ruptura, fraguada por la vieja sintonía entre Iraola y Susaeta, llegó el penalti que puso por delante a los locales. De Marcos cabeceó y la pelota pegó en el brazo de Sergi Gómez. Fernández Borbalán decretó la pena máxima, que Aduriz mandó a la red con mala uva. No vería más puerta pese a otras dos clarísimas ocasiones.
Mano de Sergio. El Celta estaba a verlas venir, como si el intenso calor mezclado con el agua que habían chupado durante la semana les hubiese dejado mal cuerpo. Trató de mandar, pero no lo hacía. Y se fue sólo con un gol en contra al descanso gracias a una mano salvadora de su meta, Sergio, a precioso testarazo de córner de Aduriz. A Berizzo, central con oficio, le comían los demonios.
El Celta despertó a diez minutos del descanso, pero fue algo pasajero. No le cayó el segundo por milímetros, los que hubo en un fuera de juego de Aduriz, que culminó una gran acción entre De Marcos y Rico. El ariete tuvo otra ocasión inmejorable seis minutos antes de la conexión letal entre Orellana y Nolito, que no hizo luego el 1-2 de milagro.
El fortín de San Mamés, el que llevó a la Champions al Athletic, nació ante el Celta y ayer, con el mismo rival enfrente, se asomó una versión similar a la de los leones fieros. Mas a los de Valverde les ha abandonado su duende. Apareció Nolito con un zarpazo de clase y la victoria tan necesitada y merecida de los locales se fue al limbo. Antes del crucial viaje a Oporto, mejoró mucho, pero no en el remate ni en la clasificación.
Los leones salieron enrabietados. Había mucha frustración en el cuerpo y decidieron quitársela con movilidad sin balón e ímpetu en las disputas. La sola presencia de De Marcos, una herencia del bielsismo, dinamizó al equipo. En su segunda ruptura, fraguada por la vieja sintonía entre Iraola y Susaeta, llegó el penalti que puso por delante a los locales. De Marcos cabeceó y la pelota pegó en el brazo de Sergi Gómez. Fernández Borbalán decretó la pena máxima, que Aduriz mandó a la red con mala uva. No vería más puerta pese a otras dos clarísimas ocasiones.
Mano de Sergio. El Celta estaba a verlas venir, como si el intenso calor mezclado con el agua que habían chupado durante la semana les hubiese dejado mal cuerpo. Trató de mandar, pero no lo hacía. Y se fue sólo con un gol en contra al descanso gracias a una mano salvadora de su meta, Sergio, a precioso testarazo de córner de Aduriz. A Berizzo, central con oficio, le comían los demonios.
El Celta despertó a diez minutos del descanso, pero fue algo pasajero. No le cayó el segundo por milímetros, los que hubo en un fuera de juego de Aduriz, que culminó una gran acción entre De Marcos y Rico. El ariete tuvo otra ocasión inmejorable seis minutos antes de la conexión letal entre Orellana y Nolito, que no hizo luego el 1-2 de milagro.