«Casillas, los porteros, solo necesitan calma»

Madrid, ABC
William Vecchi, el preparador de porteros que debe elegir entre Casillas, Keylor y Pacheco, besaba a Benzema por rematar la jugada del 3-1. El italiano aplaudía a Íker en el calentamiento previo al partido por su rapidez de movimientos al lanzarse a detener tres balones consecutivos. Tres horas más tarde, el guardameta titular salía del vestuario callado, feliz. Ha recuperado la confianza.
Ancelotti minimiza sus errores. Les resta importancia. El entrenador sabe manejar esta situación. «Casillas, los porteros, solo necesitan calma». Saltó al campo como en Anfield, concentrado, serio, sin sonreír. Íker está totalmente inmiscuido en recuperar su prestigio. En volver a ser respetado en el campo. Quiere jugar bien y ser sobrio. 


No cometer pifias que alimenten su guillotina mediática. Ayer hubo un solo silbido contra el capitán en el partido de la reconciliación. Neymar marcó el gol barcelonista en un disparo colocado, tras un error de la defensa madridista, que le dejó hueco por el centro del área. En el siguiente balón que tocó el guardameta, un espectador emitió un pitido. No tuvo coro. No era justo. Expresaba más un enfado por el resultado que una crítica al capitán del Real Madrid. El portero realizó un buen encuentro.

Dos buenas intervenciones hicieron estallar las palmas del Bernabéu en sendos disparos con peligro. Una de ellas fue un paradón que evitó el 0-2 de Messi. Habría sido letal. El villano se convirtió en el héroe clásico de los últimos quince años. Enfrente, Bravo no pudo mantener su orgulloso «yo, Claudio». Imbatido durante toda la Liga, perdió su virginidad futbolística contra el equipo máximo goleador de Europa. Tres goles acabaron con esa ilusión de sentirse infranqueable. No le consolará saber que tres es el promedio anotador del conjunto blanco. Son treinta y tres los tantos marcados por el Madrid en nueve jornadas del campeonato. Llevan otros diez en tres encuentros de Champions. Pero eso, a Bravo, no le ayuda. Estaba enojado, porque los tres goles son producto de fallos defensivos.

Íker Casillas sí tuvo culpa en la victoria madridista. Fue una de las claves, junto a Marcelo, Isco, Benzema, James, Pepe y Carvajal. Así le gusta al Bernabéu. «Hizo las dos paradas que debe realizar un portero del Real Madrid en cada partido», señalaba un profesional del vestuario. Los cánticos de «¡Íker, Íker!» compitieron con los de «¡Isco, Isco!» en el coliseo madrileño. Hacía tiempo que el estadio de los sueños del mostoleño no le demostraba ese cariño. «Sintió que había regresado a la normalidad», manifestaban sus amigos de la plantilla. Era una sensación que le recordaba viejos tiempos no tan lejanos. Sergio Ramos le besó después de sacar esa mano de «santo» que le hizo famoso. Volvió a sentirse «San Íker».

Los guardametas, como los delanteros, necesitan esa adrenalina para jugar con el aura de ser casi imbatibles. Es lo que disfrutaba Bravo hasta ayer. «Si haces dos buenas paradas y luego pasas inadvertido es que has hecho un buen partido», exponía otro profesional del club blanco. «Es lo que quiere un portero». El capitán recuperó estos parámetros.

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