‘Sexercise’: calentamiento deportivo

La última disciplina en boga del mercado del fitness utiliza el sexo como motivación. La promesa de un cuerpo en forma, listo para triunfar en la cama, vende.

Laura García del Río, El País
Sigue. No pares. Más fuerte». No, no es el parco guión de una película porno. Es lo que el entrenador personal Jason Rosell le dice a sus alumnos durante una de sus clases. Creador del primer programa deportivo con el nombre de sexercise –con el que este alicantino está arrasando en Los Ángeles, y que este mes lanza en DVD–, propone ejercicios con doble recompensa: un cuerpo tonificado… «Y sexo de otro planeta», asegura.


La relación entre coito y deporte es más íntima de lo que parece. La ciencia lo corrobora. En diciembre, la Universidad de Quebec publicó un estudio que probaba que los beneficios de las dos tareas son muy similares. Ambas aceleran el ritmo cardiaco, permiten ejercitar grandes grupos musculares y liberan endorfinas que estimulan el sistema inmunitario y pueden incluso atenuar las arrugas. Tanto es así que el Servicio Nacional de Salud de Reino Unido recomienda la práctica sexual como una forma de hacer gimnasia. «Sácale más que horas de sueño a la cama», reza el eslogan de su campaña.

«El sexo es un ejercicio maravilloso», afirma Rosell. «Si se hace bien, claro», se apresura a puntualizar. No podía ser tan fácil. «De media, en la práctica sexual una persona comienza a cansarse a partir de los ocho minutos, preliminares aparte. Y menos si no está en forma», comenta el preparador. He ahí el inconveniente: el gasto calórico de una hora de actividad sexual intensa equivale a solo siete minutos y medio sobre la cinta de correr. Para aprovechar el acto (deportivamente hablando), habría que someterse a sesiones maratonianas.

Ése es, precisamente, el principio fundamental (y el gancho comercial) del sexercise: «Te prepara física y emocionalmente para practicar sexo», afirma el experto. Su programa, que dura 32 minutos, está compuesto por una tabla de 12 movimientos funcionales de alta intensidad. Destacan las sentadillas calientes, la tijera o el booty pop, una revisión atlética del twerking, que trabaja el trasero, la cadera y las piernas al mismo tiempo. ¿Sus aplicaciones prácticas? «Es un ejercicio perfecto para la postura del cowboy invertido: ella, sentada sobre él y dándole la espalda, puede mantener el control usando estos músculos», explica.

Puesta a punto. «El ejercicio físico repercute en la sexualidad, y viceversa», confirma la doctora Timaree Schmit. Entrenadora personal y doctorada en Sexualidad por la Universidad de Widener, en Delaware, sus charlas en torno al tema se han convertido en eventos multitudinarios. «Hay un factor emocional, por supuesto. Verse bien supone una inyección de autoestima muy útil en el dormitorio. Pero también existen ejercicios que tienen beneficios prácticos entre las sábanas», continúa. Mejorar la flexibilidad, fortalecer el suelo pélvico y ganar resistencia son algunos de ellos. Al fin y al cabo, «el sexo, hablando en términos generales, se basa en sentadillas y flexiones», sentencia. El mismo entrenamiento que propone la aplicación Freeletics, que, en menos de un año, se ha metido en el bolsillo a más de un millón de usuarios. Con nombres como Aphrodite y Venus, sus programas se han hecho famosos por tener la duración media de un encuentro sexual: un cuarto de hora.

Y es que el sexercise se está convirtiendo en la estrella del mercado del fitness. Cada vez más entrenadores lo incluyen en sus series. Y el furor no ha tardado en cruzar el charco. El preparador personal Alberto Lázaro, con base en Madrid, defiende que «con una tabla adecuada se consigue mejorar determinados aspectos que afectan de forma muy positiva la vida sexual». Incluso la literatura sobre el tema es extensa. La guía Sexercise Interval Aerobic Workout «prepara físicamente al lector para las artes amatorias», dicen en la sinopsis. Y en Sexercise: la forma más tórrida de quemar calorías, esculpir el cuerpo y tener orgasmos de infarto, Beverly Cummings propone movimientos como las flexiones de la pasión para fortalecer bíceps y tríceps, necesarios para rendir en posiciones básicas como la del misionero.

Fetichismo deportivo. Por si la promesa de convertirse en un dios del sexo no convence, la australiana Anna Anderson –conocida como Meretriz Anna, la entrenadora dominatriz– aconseja mano firme. Literalmente. Su sugerencia: llevar la cultura sado al gimnasio. «Los planes inspirados en el entrenamiento militar [como el crossfit, que tanto éxito tiene hoy] poseen un componente sadista. No creo que mi propuesta sea una progresión tan drástica», comenta. Y aunque ofrece modalidades ligeras, como Kinky yoga, el entrenamiento de su Forced Fitness Fetish Boot Camp es el que más éxito tiene. En él se utilizan látigos y trajes de látex. «La satisfacción deriva de los resultados. Todos mis clientes han perdido peso, mejorado su forma física y ganado flexibilidad».

Y hablando de fetichismo, también el corsé gana posiciones como herramienta deportiva. Jessica Alba y Kim Kardashian, quien hace unos días subió una foto a Instagram luciendo uno de la marca Whats a waist, lo utilizan. «Maximiza los efectos al elevar la temperatura corporal y forzar la sudoración, facilitando así la eliminación de grasa y toxinas», nos explican desde la firma Ann Chery, que se ha hecho de oro con su modelo Workout band. Además, obliga a mantener la espalda recta, implicando la zona abdominal en cada movimiento.

Y aún hay más: una pulsera que usa descargas eléctricas como estimulante para recordar que hay que aumentar la intensidad del ejercicio. Lo ha diseñado la firma Pavlok y, aunque no llegará a las tiendas hasta 2015, ya se puede reservar en su web.

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