Radiografía literaria del sexo en la Red
La autora A. M. Homes da otra vuelta de tuerca a su lado más perturbador en ‘Ojalá nos perdonen’, una novela sobre las costumbres sexuales en la era tecnológica
Eduardo Lago
Nueva York, El País
A finales de los ochenta del pasado siglo, durante una estancia en la colonia para escritores de Iowa, A. M. Homes (Washington, 1961) tenía siempre cerca de su escritorio una muñeca Barbie con una botonadura de un tamaño mayor del habitual. De manera casi indefectible, cuando la gente entraba en su apartamento lo primero que hacía era desnudarla. Tratando de encontrarle sentido a algo así, Homes escribió Una muñeca de carne y hueso, relato en el que un adolescente se enamora de la Barbie de su hermana, le administra un tranquilizante y simula un acto sexual con ella. Más adelante, le arranca la cabeza a Ken, el novio de Barbie, y eyacula en el hueco.
En Adultos a solas, otra historia de la misma colección (La seguridad de los objetos, 1990), un matrimonio aprovecha que sus hijos están fuera de casa para emborracharse, fumar crack y ver películas porno. Los protagonistas del cuento reaparecen en Música para corazones incendiados, novela publicada en 2003 en la que sus hijos prenden fuego a la casa familiar durante una barbacoa. En El final de Alice (1996), su obra más polémica y audaz, el lector se adentra en la mente enferma del violador y asesino de una niña. En sus ficciones, A. M. Homes reproduce situaciones en las que el lado más oscuro de la condición humana se ve atemperado por ráfagas de humor negro. Y en su nueva novela, Ojalá nos perdonen(Anagrama), ese humor se transforma en grotesco para trazar una radiografía de los nuevos hábitos sexuales en la era de Internet.
Aunque el escenario principal de sus narraciones es el condado de Westchester, en el estado de Nueva York, el mismo que examinaran a fondo en sus ficciones Richard Yates y John Cheever, autores con quienes Homes está en deuda, aunque la suya sea una mirada mucho más fría y deshumanizada, más cercana al hacer minimalista del célebre libro American Psycho de Bret Easton Ellis. En Ojalá nos perdonen, la sexta novela de Homes, continúa con una veta que apareció por primera vez su anterior entrega narrativa (Este libro te salvará la vida,2006), cabe una cierta dosis de esperanza.
La escritora ha elegido un hotel frecuentado por las celebridades literarias neoyorquinas para conversar acerca de su obra. “Lo que presencié el 11-S, cuando filmé todo el suceso desde la terraza de mi casa, cambió el tono de mi escritura. Hasta entonces me sumergía en lo más profundo de mi imaginación para llevar a cabo mis indagaciones, que versaban sobre asuntos muy oscuros, porque sabía que cuando terminara de escribir regresaría a un entorno seguro. Aquello desapareció de golpe cuando se derrumbaron las torres. Los norteamericanos cobramos conciencia de nuestra vulnerabilidad, lo cual sacudió nuestro egoísmo. Mi escritura adquirió una dimensión más redentora, sin dejar de lado los asuntos de los que me había ocupado siempre”.
Aunque los atempere el humor, la oscuridad de los temas sigue presente en la última novela de A. M. Homes, lo cual plantea una cuestión de fondo sobre el conjunto de su obra: ¿es su escritura un intento de reflejar el malestar de una sociedad enferma? “Yo no diría eso. Siempre estoy observando lo que me rodea y describo situaciones y personajes que ilustran la complejidad y las contradicciones de los tiempos que vivimos. Mi fascinación por ciertos comportamientos aberrantes es genuina. ¿Por qué hay gente capaz de cometer actos de una atrocidad indecible?”.
En 2007, A. M. Homes publicó La hija del amante, libro autobiográfico que aborda el hecho de su adopción y en el que reconstruye el encuentro con sus padres biológicos, quienes dieron con ella tras numerosas dificultades. Su lectura es tan perturbadora como sus indagaciones más escabrosas en el terreno de la ficción. “Es el libro más difícil que he escrito, junto con El final de Alice. Era como volver a abrir a diario una herida, impidiendo que dejara de sangrar, como si quisiera llevar al límite mi capacidad de sufrimiento, en aras de dar con la verdad”.
En La hija del amante hay un momento en el que Homes se imagina un encuentro sexual con su padre biológico, asunto que lleva la conversación hacia el papel central que desempeña el sexo en los momentos cruciales de sus obras. “Creo que el sexo logra expresar la condición humana en toda su complejidad. Mi dificultad como escritora es que el lenguaje no es capaz de articular esa complejidad. No es posible atrapar con palabras algo tan profundo y oscuro. No me cabe la menor duda de que ahí está la clave de nuestra conducta en todos sus aspectos, la historia de nuestras relaciones, la esencia de nuestra personalidad. Si no fuera escritora sería sexóloga”.
En Ojalá nos perdonen la indagación sobre las costumbres sexuales de nuestro tiempo se traslada a la era tecnológica, con los frenéticos intercambios característicos del sexting y las facilidades que ofrece Internet. Todo ello, esta vez, con grandes dosis de un humor grotesco. “Quería escribir un libro que me divirtiera leer, entretuviera, me hiciera reír, lo cual no es fácil, porque yo no me río así como así. El humor es un arma muy eficaz porque permite profundizar, abriendo una rendija en la defensa del lector. Si se consigue hacer reír resulta más fácil hacer llorar”.
Eduardo Lago
Nueva York, El País
A finales de los ochenta del pasado siglo, durante una estancia en la colonia para escritores de Iowa, A. M. Homes (Washington, 1961) tenía siempre cerca de su escritorio una muñeca Barbie con una botonadura de un tamaño mayor del habitual. De manera casi indefectible, cuando la gente entraba en su apartamento lo primero que hacía era desnudarla. Tratando de encontrarle sentido a algo así, Homes escribió Una muñeca de carne y hueso, relato en el que un adolescente se enamora de la Barbie de su hermana, le administra un tranquilizante y simula un acto sexual con ella. Más adelante, le arranca la cabeza a Ken, el novio de Barbie, y eyacula en el hueco.
En Adultos a solas, otra historia de la misma colección (La seguridad de los objetos, 1990), un matrimonio aprovecha que sus hijos están fuera de casa para emborracharse, fumar crack y ver películas porno. Los protagonistas del cuento reaparecen en Música para corazones incendiados, novela publicada en 2003 en la que sus hijos prenden fuego a la casa familiar durante una barbacoa. En El final de Alice (1996), su obra más polémica y audaz, el lector se adentra en la mente enferma del violador y asesino de una niña. En sus ficciones, A. M. Homes reproduce situaciones en las que el lado más oscuro de la condición humana se ve atemperado por ráfagas de humor negro. Y en su nueva novela, Ojalá nos perdonen(Anagrama), ese humor se transforma en grotesco para trazar una radiografía de los nuevos hábitos sexuales en la era de Internet.
Aunque el escenario principal de sus narraciones es el condado de Westchester, en el estado de Nueva York, el mismo que examinaran a fondo en sus ficciones Richard Yates y John Cheever, autores con quienes Homes está en deuda, aunque la suya sea una mirada mucho más fría y deshumanizada, más cercana al hacer minimalista del célebre libro American Psycho de Bret Easton Ellis. En Ojalá nos perdonen, la sexta novela de Homes, continúa con una veta que apareció por primera vez su anterior entrega narrativa (Este libro te salvará la vida,2006), cabe una cierta dosis de esperanza.
La escritora ha elegido un hotel frecuentado por las celebridades literarias neoyorquinas para conversar acerca de su obra. “Lo que presencié el 11-S, cuando filmé todo el suceso desde la terraza de mi casa, cambió el tono de mi escritura. Hasta entonces me sumergía en lo más profundo de mi imaginación para llevar a cabo mis indagaciones, que versaban sobre asuntos muy oscuros, porque sabía que cuando terminara de escribir regresaría a un entorno seguro. Aquello desapareció de golpe cuando se derrumbaron las torres. Los norteamericanos cobramos conciencia de nuestra vulnerabilidad, lo cual sacudió nuestro egoísmo. Mi escritura adquirió una dimensión más redentora, sin dejar de lado los asuntos de los que me había ocupado siempre”.
Aunque los atempere el humor, la oscuridad de los temas sigue presente en la última novela de A. M. Homes, lo cual plantea una cuestión de fondo sobre el conjunto de su obra: ¿es su escritura un intento de reflejar el malestar de una sociedad enferma? “Yo no diría eso. Siempre estoy observando lo que me rodea y describo situaciones y personajes que ilustran la complejidad y las contradicciones de los tiempos que vivimos. Mi fascinación por ciertos comportamientos aberrantes es genuina. ¿Por qué hay gente capaz de cometer actos de una atrocidad indecible?”.
En 2007, A. M. Homes publicó La hija del amante, libro autobiográfico que aborda el hecho de su adopción y en el que reconstruye el encuentro con sus padres biológicos, quienes dieron con ella tras numerosas dificultades. Su lectura es tan perturbadora como sus indagaciones más escabrosas en el terreno de la ficción. “Es el libro más difícil que he escrito, junto con El final de Alice. Era como volver a abrir a diario una herida, impidiendo que dejara de sangrar, como si quisiera llevar al límite mi capacidad de sufrimiento, en aras de dar con la verdad”.
En La hija del amante hay un momento en el que Homes se imagina un encuentro sexual con su padre biológico, asunto que lleva la conversación hacia el papel central que desempeña el sexo en los momentos cruciales de sus obras. “Creo que el sexo logra expresar la condición humana en toda su complejidad. Mi dificultad como escritora es que el lenguaje no es capaz de articular esa complejidad. No es posible atrapar con palabras algo tan profundo y oscuro. No me cabe la menor duda de que ahí está la clave de nuestra conducta en todos sus aspectos, la historia de nuestras relaciones, la esencia de nuestra personalidad. Si no fuera escritora sería sexóloga”.
En Ojalá nos perdonen la indagación sobre las costumbres sexuales de nuestro tiempo se traslada a la era tecnológica, con los frenéticos intercambios característicos del sexting y las facilidades que ofrece Internet. Todo ello, esta vez, con grandes dosis de un humor grotesco. “Quería escribir un libro que me divirtiera leer, entretuviera, me hiciera reír, lo cual no es fácil, porque yo no me río así como así. El humor es un arma muy eficaz porque permite profundizar, abriendo una rendija en la defensa del lector. Si se consigue hacer reír resulta más fácil hacer llorar”.