¿Por qué Estado Islámico no perdurará?
Afzal Ashraf (*)
Tras la repentina y sorprendente ocupación de territorios por parte del grupo jihadista Estado Islámico (EI) en Irak, la publicación de videos espeluznantes de decapitaciones de rehenes y debates públicos sobre posibles ataques terroristas en Occidente, no es de sorprender que la gente esté preocupada.
En conjunto, estos factores han hecho que la amenaza de EI parezca mayor y la situación más pesimista de lo que en realidad es. Por supuesto EI debe ser tomado en serio y hay que detenerlo, pero la situación es más positiva de lo que muchos piensan.
Estado Islámico no es sólo más débil de lo que parece, sino que además su ideología ha recibido una herida potencialmente fatal. Hasta ahora la estrategia del grupo no ha sido atacar a Occidente, a diferencia de al Qaeda, que fue directo al corazón de Estados Unidos hace 13 años, con los atentados del 11 de septiembre.
La respuesta antiterrorista de EE.UU. frente a la amenaza de al Qaeda, que involucró principalmente ataques aéreos y operaciones especiales, ha acabado con casi todos sus dirigentes y la mayoría de sus centros de operación.
Durante los últimos siete años, al Qaeda ha sido reducido por EE.UU. de una organización capaz de hacer ataques globales a una que produce propaganda por Internet.
Así que es importante derivar confianza del hecho de que ya un movimiento que amenazaba directamente a Occidente perdió sistemáticamente su capacidad de hacer daño.
Lucha por el poder
Estado Islámico juró lealtad al liderazgo de al Qaeda y su ideología desde el principio.
Los ataques contra otros grupos rebeldes en Siria, incluyendo al Frente al Nusra, afiliado a al Qaeda, aumentaron su fuerza pero dejaron ver su carácter totalitario despiadado y la incapacidad de llegar a acuerdos, incluso con quienes compartían su visión del mundo.
En Irak, EI logró lo que al Qaeda no pudo: el control de territorio y un Estado autodeclarado. El fracaso de al Qaeda para conseguir lo que prometió le dio la justificación a EI para usurpar a sus antiguos maestros.
La arrogancia resultante condujo a su comandante a declararse a sí mismo como un califa, ofendiendo a muchos grupos de al Qaeda, a talibanes y otros jihadistas que sentían que sus líderes estaban más calificados desde el punto de vista teológico para ese título.
Al hacer esto, EI expuso el curso definitivo de la teología de al Qaeda. Así como al Qaeda relacionó la salvación con la violencia, Estado Islámico ha reclamado la supremacía espiritual mediante la expansión territorial.
(Degollar al periodista estadounidense James Foley) fue una mala decisión. Hasta los comandantes más reacios de EE.UU. se vieron obligados a responder. Al igual que al Qaeda, EI firmó su sentencia de muerte
La hostilidad virulenta entre los dos grupos no se da en torno a la ideología, sino sobre el poder y el control. La ambición de poder ha quebrado virtualmente la ya débil relación entre su ideología y la religión.
La mayoría de las enseñanzas islámicas, que se relacionan con el entendimiento del ser humano acerca de la belleza del Creador y de la creación, han quedado eclipsadas por una sangrienta campaña por el poder.
La adquisición de "autoridad" religiosa a través del control territorial violento desacredita a ambas partes y expone la falacia de su mito de hermandad y una Ummah (comunidad de creyentes) unida.
Avances contrarrestados
Las ganancias territoriales de EI no ocurrieron tanto por su fortaleza, como por el espectacular fracaso del ejército iraquí para enfrentarlo y luchar.
Su posición antichiita hizo que los excluidos y abusados miembros de las tribus sunitas y los exmiembros del partido Baath fueran reclutados. Muchos de ellos lo vieron como una conveniente punta de lanza para su revolución contra un gobierno que fomentaba la división.
EI se jactó hace cerca de tres meses de que conseguiría tomar Bagdad, la capital de Irak, algo que al final no se hizo realidad. Al contrario, algunos de sus avances fueron anulados. Hace unas semanas perdió la importante represa de Mosul en combates con los peshmerga kurdos, quienes fueron apoyados con ataques aéreos de Estados Unidos.
Tan sólo 48 horas más tarde, desesperado por disuadir a EE.UU. de continuar con los ataques aéreos, EI degolló al periodista estadounidense James Foley. Fue una mala decisión. El mandatario estadounidense más reacio se vio obligado a responder.
Al igual que al Qaeda, EI firmó su propia sentencia de muerte derramando la sangre de los ciudadanos estadounidenses que asesinó.
El factor Civil
El 10 de septiembre, el presidente Barack Obama delineó la estrategia para "degradar y destruir" a Estado Islámico. Su caída no será fácil ni rápida, pero será inevitable si se hace sin generar nuevos agravios ni nuevas zonas sin gobernar.
Una vez sientan la presión de las tropas en el terreno y de los ataques aéreos, los combatientes de EI seguramente se incorporarán a zonas urbanas donde su persecución pondrá en riesgo mortal a la población civil.
Es tremendamente importante que las fuerzas tanto en el aire como en tierra sean muy prudentes bajo esas circunstancias. Si mueren civiles inocentes sólo se generará más descontento, que a su vez potenciará a los extremistas.
Las operaciones limitadas y controladas deberán lograr que EI sea desplazada de pueblos y aldeas de modo progresivo durante un periodo de meses, sin tener que necesariamente arriesgar vidas inocentes.
Sin embargo, la decisión simultánea de hacerle oposición al régimen de Bashar al Asad en Siria, como parte de la nueva estrategia, puede demorar la destrucción de EI.
Sólo unos pocos grupos opositores pasarán el filtro de EE.UU. y se enfocarán en EI, pero otros continuarán luchando contra el gobierno y entre ellos mismos por el control del territorio.
Indirectamente, la pérdida de territorio, las muertes de sus líderes y la lucha intensa desmoralizarán a sus seguidores. Será un duro golpe a la idea de que su califato tiene el apoyo divino, desacreditando la idea del yihadista moderno de que el éxito político se puede lograr a través de la violencia desenfrenada
Un ambiente de caos podría generar más espacios de ingobernabilidad que EI aprovechará. Si estos dos objetivos de la estrategia son aplicados por fases, entonces hay una buena esperanza de éxito.
Tal como al Qaeda, el debilitamiento militar de EI puede detener la amenaza, pero no matar su ideología directamente. Indirectamente, la pérdida de territorio, las muertes de sus líderes y la lucha intensa desmoralizarán a sus seguidores.
Será un duro golpe a la idea de que su califato tiene el apoyo divino, desacreditando la idea del yihadista moderno de que el éxito político se puede lograr a través de la violencia desenfrenada carente de compasión humana.
(*) Afzal Ashraf es consultor del Instituto Real de Servicios Unidos (Rusi, por sus siglas en inglés) del Reino Unido. Fue oficial de alto rango de la Real Fuerza Aérea británica y trabajó como estratega de contrainsurgencia para el Comando General de EE.UU. y el embajador estadounidense en Irak.
Tras la repentina y sorprendente ocupación de territorios por parte del grupo jihadista Estado Islámico (EI) en Irak, la publicación de videos espeluznantes de decapitaciones de rehenes y debates públicos sobre posibles ataques terroristas en Occidente, no es de sorprender que la gente esté preocupada.
En conjunto, estos factores han hecho que la amenaza de EI parezca mayor y la situación más pesimista de lo que en realidad es. Por supuesto EI debe ser tomado en serio y hay que detenerlo, pero la situación es más positiva de lo que muchos piensan.
Estado Islámico no es sólo más débil de lo que parece, sino que además su ideología ha recibido una herida potencialmente fatal. Hasta ahora la estrategia del grupo no ha sido atacar a Occidente, a diferencia de al Qaeda, que fue directo al corazón de Estados Unidos hace 13 años, con los atentados del 11 de septiembre.
La respuesta antiterrorista de EE.UU. frente a la amenaza de al Qaeda, que involucró principalmente ataques aéreos y operaciones especiales, ha acabado con casi todos sus dirigentes y la mayoría de sus centros de operación.
Durante los últimos siete años, al Qaeda ha sido reducido por EE.UU. de una organización capaz de hacer ataques globales a una que produce propaganda por Internet.
Así que es importante derivar confianza del hecho de que ya un movimiento que amenazaba directamente a Occidente perdió sistemáticamente su capacidad de hacer daño.
Lucha por el poder
Estado Islámico juró lealtad al liderazgo de al Qaeda y su ideología desde el principio.
Los ataques contra otros grupos rebeldes en Siria, incluyendo al Frente al Nusra, afiliado a al Qaeda, aumentaron su fuerza pero dejaron ver su carácter totalitario despiadado y la incapacidad de llegar a acuerdos, incluso con quienes compartían su visión del mundo.
En Irak, EI logró lo que al Qaeda no pudo: el control de territorio y un Estado autodeclarado. El fracaso de al Qaeda para conseguir lo que prometió le dio la justificación a EI para usurpar a sus antiguos maestros.
La arrogancia resultante condujo a su comandante a declararse a sí mismo como un califa, ofendiendo a muchos grupos de al Qaeda, a talibanes y otros jihadistas que sentían que sus líderes estaban más calificados desde el punto de vista teológico para ese título.
Al hacer esto, EI expuso el curso definitivo de la teología de al Qaeda. Así como al Qaeda relacionó la salvación con la violencia, Estado Islámico ha reclamado la supremacía espiritual mediante la expansión territorial.
(Degollar al periodista estadounidense James Foley) fue una mala decisión. Hasta los comandantes más reacios de EE.UU. se vieron obligados a responder. Al igual que al Qaeda, EI firmó su sentencia de muerte
La hostilidad virulenta entre los dos grupos no se da en torno a la ideología, sino sobre el poder y el control. La ambición de poder ha quebrado virtualmente la ya débil relación entre su ideología y la religión.
La mayoría de las enseñanzas islámicas, que se relacionan con el entendimiento del ser humano acerca de la belleza del Creador y de la creación, han quedado eclipsadas por una sangrienta campaña por el poder.
La adquisición de "autoridad" religiosa a través del control territorial violento desacredita a ambas partes y expone la falacia de su mito de hermandad y una Ummah (comunidad de creyentes) unida.
Avances contrarrestados
Las ganancias territoriales de EI no ocurrieron tanto por su fortaleza, como por el espectacular fracaso del ejército iraquí para enfrentarlo y luchar.
Su posición antichiita hizo que los excluidos y abusados miembros de las tribus sunitas y los exmiembros del partido Baath fueran reclutados. Muchos de ellos lo vieron como una conveniente punta de lanza para su revolución contra un gobierno que fomentaba la división.
EI se jactó hace cerca de tres meses de que conseguiría tomar Bagdad, la capital de Irak, algo que al final no se hizo realidad. Al contrario, algunos de sus avances fueron anulados. Hace unas semanas perdió la importante represa de Mosul en combates con los peshmerga kurdos, quienes fueron apoyados con ataques aéreos de Estados Unidos.
Tan sólo 48 horas más tarde, desesperado por disuadir a EE.UU. de continuar con los ataques aéreos, EI degolló al periodista estadounidense James Foley. Fue una mala decisión. El mandatario estadounidense más reacio se vio obligado a responder.
Al igual que al Qaeda, EI firmó su propia sentencia de muerte derramando la sangre de los ciudadanos estadounidenses que asesinó.
El factor Civil
El 10 de septiembre, el presidente Barack Obama delineó la estrategia para "degradar y destruir" a Estado Islámico. Su caída no será fácil ni rápida, pero será inevitable si se hace sin generar nuevos agravios ni nuevas zonas sin gobernar.
Una vez sientan la presión de las tropas en el terreno y de los ataques aéreos, los combatientes de EI seguramente se incorporarán a zonas urbanas donde su persecución pondrá en riesgo mortal a la población civil.
Es tremendamente importante que las fuerzas tanto en el aire como en tierra sean muy prudentes bajo esas circunstancias. Si mueren civiles inocentes sólo se generará más descontento, que a su vez potenciará a los extremistas.
Las operaciones limitadas y controladas deberán lograr que EI sea desplazada de pueblos y aldeas de modo progresivo durante un periodo de meses, sin tener que necesariamente arriesgar vidas inocentes.
Sin embargo, la decisión simultánea de hacerle oposición al régimen de Bashar al Asad en Siria, como parte de la nueva estrategia, puede demorar la destrucción de EI.
Sólo unos pocos grupos opositores pasarán el filtro de EE.UU. y se enfocarán en EI, pero otros continuarán luchando contra el gobierno y entre ellos mismos por el control del territorio.
Indirectamente, la pérdida de territorio, las muertes de sus líderes y la lucha intensa desmoralizarán a sus seguidores. Será un duro golpe a la idea de que su califato tiene el apoyo divino, desacreditando la idea del yihadista moderno de que el éxito político se puede lograr a través de la violencia desenfrenada
Un ambiente de caos podría generar más espacios de ingobernabilidad que EI aprovechará. Si estos dos objetivos de la estrategia son aplicados por fases, entonces hay una buena esperanza de éxito.
Tal como al Qaeda, el debilitamiento militar de EI puede detener la amenaza, pero no matar su ideología directamente. Indirectamente, la pérdida de territorio, las muertes de sus líderes y la lucha intensa desmoralizarán a sus seguidores.
Será un duro golpe a la idea de que su califato tiene el apoyo divino, desacreditando la idea del yihadista moderno de que el éxito político se puede lograr a través de la violencia desenfrenada carente de compasión humana.
(*) Afzal Ashraf es consultor del Instituto Real de Servicios Unidos (Rusi, por sus siglas en inglés) del Reino Unido. Fue oficial de alto rango de la Real Fuerza Aérea británica y trabajó como estratega de contrainsurgencia para el Comando General de EE.UU. y el embajador estadounidense en Irak.