Mundial de Baloncesto: Milos Teodosic guía a Serbia a su primera final

Madrid, As
El base serbio anotó 24 puntos y lideró el triunfo de la selección balcánica, que pasó de arrasar a sufrir por una reacción brutal de Francia liderada por un gigante Batum.


Sasha Djordjevic, un ganador, demostró haber estudiado y comprendido el modo en que Francia destruyó a la Selección española… y un apretado 85-90 deposita a Serbia en su primera final mundialista como tal Serbia, después de los cinco títulos de la antigua Yugoslavia: toca una final inédita con los lobos serbios enfrentados este domingo a los Estados Unidos de América de Mike Krzyzewski.

En los tres primeros cuartos, el equipo de Djordjevic demarró de la mano maestra de un sensacional Milos Teodosic (25-43, minuto 18). Justo cuando Francia daba impresión de haber vaciado la despensa ante España. Serbia leía y reconocía los huecos interiores que dejaba el adelanto de la defensa francesa.

Tras el 32-46 del descanso, la diferencia aún creció al fin del tercer cuarto: 46-61. Ahí, y de súbito, despegó la ‘Air France’ de Vincent Collet en una llamarada de triples que prendió el colosal Nic Batum (35 puntos, 8/12 en tiros de tres), con apoyo de Diaw (13 puntos, 3/5) y Fournier: 10 puntos, 2/4 desde larga distancia.

En el último cuarto, Francia firmó un asombroso 9/13 en triples y el partido se apretó hasta 81-84 para los serbios, a falta de 16 segundos, y con dos tiros libres para el base francés Heurtel. Pero Heurtel falló el segundo intento y Nikola Kalinic, flamante fichaje del Estrella Roja reboteó, sufrió falta… y convirtió dos tiros libres vitales. Seis jugadores serbios anotaron diez o más puntos, liderados por los 24 de Teodosic: 5/7 en triples.

Serbia, que no erró en sus siete últimos tiros libres, traía aprendida la lección de la agresividad francesa que tanto castigo acarreó a España y combatió a tope por los rebotes, departamento que Francia dominó pero por un ajustado 28-32, lejos del tremendo 28-50 con que gobernó ante España. Al final, los serbios saltaban y besaban la pista del Palacio, de nuevo un mar que se alzaba en lágrimas: pero esta vez las lágrimas eran de Francia.

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