España aún no ha vuelto, cayó ente Francia en París


Madrid, As
Costará volver al paraíso, incluso cuando regresen Iniesta y Piqué y sanen o maduren Javi Martínez, Thiago, Jesé o Deulofeu. Sin concluir que se pone el sol en el imperio, la Selección se vio por debajo de una Francia con energía y moral a la que había dominado en los últimos años. Ya no es el de Deschamps un equipo en vías de desarrollo y tuvo personalidad para sobreponerse a media hora de tiqui-taca sin provecho de España y mandar luego con autoridad. El choque, en cualquier caso, dejó la suplencia de Casillas, que apunta a relevo por tiempos, la grata imagen de Carvajal, algunos apuntes del mejor Cesc, el mal endémico de la falta de gol (ni un solo remate a puerta) y la necesidad de ofrecerle más rango a Silva y más minutos a Isco, a los que mejor les suena esta música.


Fue el primer día de otra vida y se notó. Tres debutantes, algunas bajas, las bazas que se guardó Del Bosque y un gallo agrandado enfrente ofrecieron una España cautelosa de salida. Durante un cuarto de hora, la Selección modelo de los últimos seis años pasó de dominante a resistente. También la alineación invitó a ello. Del Bosque le entregó la banda derecha a Raúl García, buen futbolista pero desambientado en este ballet. Le cuesta traducir el juego sofisticado y preciso de España, donde apenas aparece la segunda jugada, aunque le echó cemento a la primera línea de presión cuando el vigor de los centrocampistas apretó de firme. Koke, Busquets y Cesc no fueron río sino presa ante Sissoko, Pogba y Matuidi, los tres decatletas que aguantan el peso de Francia. Aquel cuarto de hora, en cualquier caso, tuvo más ruido que nueces, porque sólo derivó en un remate cruzado que De Gea le adivinó a Benzema, excepcional en casi todo lo que hizo pero con más fama de gato aún aquí que en el Madrid.

Estos amistosos entre gigantes no dan puntos pero sirven para marcar el territorio para el futuro. Una victoria amistosa hoy amedrenta mañana en una Eurocopa o un Mundial. Y eso pretendió Francia, que después de ocho años se siente de nuestro tamaño, durante los primeros combates. Después, brevemente, regresó la España premundial, que tomó la pelota y minimizó el músculo del adversario. La obra comenzó en Carvajal, debutante y tren bala, que en dos recuperaciones de manual levantó el ánimo del equipo. Después llegó Cesc y acabaron sumándose todos para agarrar la pelota y marear, sin remate, a la Selección francesa. Y es que una cosa es ocupar y otra preocupar. Bordamos lo primero y no nos dio para lo segundo. Sólo dejamos un disparo de Cesc, que a decir verdad tomó peligro en el rechace de un zaguero. Diego Costa buscó por dentro y fuera y se dejó el alma sin que le llegase un balón aprovechable. Koke amagó sin dar en la estrategia y Cazorla pesó poco en el juego. El mediocentro del Atlético irá a más porque no hay jerarquía sin partidos. Hasta Xavi fue novato.

Entre todos se sacudieron el pesimismo y domaron por momentos a la selección de Deschamps, que tampoco sacó provecho de la movilidad de Valbuena y Griezmann pero que del descanso volvió con un nuevo impulso. Y esta vez de mayor alcance. Varane avisó con un cabezazo y a Benzema le anularon un gol claramente legal. El madridista puso el remate perfecto a la jugada de encaje de Pogba y Sissoko. Sólo falló el línea.

Esta segunda tormenta ya no amainó, ni siquiera con la entrada de Silva por Raúl García, el regreso a la suerte natural, y el refresco del frente de ataque, con Pedro y Alcácer. Francia siguió apretando y encontró su gol en una magnífica secuencia Valbuena-Benzema-Sissoko-Valbuena que acabó rematando inapelablemente Remy. A España le pilló el asunto quejándose porque Cazorla andaba en el suelo y nadie paró el partido.

Sólo entonces apretó desde su estilo, entregado a Silva e Isco, dos llamados a ser importantes en lo que venga. El canario tuvo el empate, pero cruzó en exceso su remate, y al malagueño pudieron hacerle un penalti sobre la bocina. Fue una reacción tardía de un equipo cuyo mañana está aún muy lejos del ayer.

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