Batalla contra el Estado Islámico crea nuevas alianzas

Amán, AP
Una tarde reciente, dos destacados ideólogos jordanos partidarios de al-Qaida se encontraban en la terraza de una casona decorada con luces. Los dos predicadores musulmanes, con sus largas barbas y túnicas, conversaban en susurros y de tanto en tanto se paraban para saludar a sus partidarios.


Hubiera sido una escena inconcebible meses atrás, cuando Abu Qatada y Abu Mohamed al-Maqdisi estaban encarcelados y acusados de delitos contra la seguridad. Pero las prioridades de Jordania parecen haber cambiado ante la amenaza creciente que representa el grupo Estado Islámico, una facción desprendida de al-Qaida que se ha apoderado de grandes territorios en Siria e Irak, lo cual ha provocado estremecimientos en el reino hachemita.

Abu Qatada y al-Maqdisi han calificado ciertas prácticas del grupo como antiislámicas. Esto los convierte, según algunos analistas, en piezas valiosas para la campaña jordana contra el Estado Islámico, que se cree ha ganado miles de partidarios en el país. Las autoridades dicen que su liberación —al-Maqdisi en junio, Abu Qatada a mediados de septiembre— no tuvo nada que ver con la política.

Pero la franqueza de los clérigos muestra cómo la lucha contra el grupo liderada por Washington está trastornando algunas de las viejas concepciones prevalecientes en el Medio Oriente. El meollo del asunto es que algunos gobiernos árabes ven en el Estado Islámico una amenaza existencial, lo que ha dado lugar a alianzas inéditas y trocado las prioridades nacionales.

Viejos enemigos como Estados Unidos e Irán se encuentran frente a un enemigo común, tal como sucede con los árabes y curdos de Irak, que rara vez se ponen de acuerdo en algo. Estados árabes enfrentados como Catar y sus vecinos del Golfo Pérsico han dejado de lado sus diferencias, al menos temporalmente, para enfrentar a los extremistas.

Los otrora rivales "ven al Estado Islámico a través de un lente similar, como una amenaza a sus intereses de seguridad nacional", dijo Fawaz Gerges, un especialista en movimientos islámicos radicado en Londres.

"Esto expresa en qué medida el Estado Islámico ha reconfigurado la seguridad regional y la seguridad global", acotó.

La coalición ha crecido rápidamente desde que Estados Unidos lanzó los primeros ataques aéreos contra blancos del Estado Islámico en Irak el 8 de agosto, seguidos por los bombardeos en Siria a partir del 21 de septiembre.

Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Jordania han participado en los ataques en Siria; Catar provee una base aérea usada por la coalición. Francia, Holanda, Dinamarca, Bélgica y Gran Bretaña son algunos de los países europeos que se han sumado a los esfuerzos de Estados Unidos para atacar al grupo en Irak.

El cambio acaso más dramático en las alianzas se ha producido en Siria, desgarrada por una guerra civil entre las fuerzas del presidente Bashar Assad y los rebeldes encabezados por suníes, entre los cuales hay combatientes del Estado Islámico y de la filial local de al-Qaida, el Frente Nusra.

Hace un año, el gobierno del presidente Barack Obama parecía estar a punto de atacar blancos del gobierno en Siria luego de acusar a Assad de atacar con armas químicas varias zonas en poder de los rebeldes en las afueras de Damasco. Ahora Assad podría beneficiarse con los ataques aéreos contra sus enemigos más implacables, que por el momento evitan alcanzar a las fuerzas del gobierno.

Arabia Saudí y Catar están entre los partidarios más activos de la oposición armada contra Assad, pero ahora son parte de la coalición que parece darle ayuda militar, aunque no sea su intención. No está claro cuánto tiempo están dispuestos a hacerlo.

"Lo que mantiene unida a la coalición es la resolución, determinación y liderazgo de Estados Unidos. Pero no debemos darlo por sentado", dijo Salman Shaij, director del centro Doha del instituto de estudios Brookings Institution en Catar.

La participación de Catar es significativa. Ha sufrido presiones políticas debido a su respaldo a grupos islamistas como la Hermandad Musulmana, sus lazos con Hamas y por no hacer más para eliminar la financiación privada de los milicianos del Estado Islámico (también conocido como Estado Islámico para Irak y el Levante).

Ahora está aliado con tres vecinos del Golfo que meses atrás retiraron sus embajadores en protesta por lo que consideraban la intromisión y el apoyo catarí a los islamistas. Aunque los diplomáticos no han regresado, parece que la amenaza del Estado Islámico es más apremiante.

La nueva lucha antiterrorista no ha llevado al Washington a cejar en sus esfuerzos contra otras amenazas a largo plazo a sus intereses. Todavía está impulsando un acuerdo nuclear con Irán y atacando las fuentes de financiación de Jezbolá y Hamas.

Pero ante la prioridad de destruir el grupo Estado Islámico, surgen nuevas oportunidades para la colaboración indirecta, incluso con enemigos jurados.

Funcionarios estadounidenses e iraníes han discutido cómo enfrentar a los extremistas suníes, aunque niegan que exista cooperación directa.

En una señal de coincidencia de los intereses iraníes y norteamericanos, Irán dijo la semana pasada que uno de sus generales de mayor graduación y 70 soldados ayudaron a los combatientes curdos a defender Irbil, la capital de la región autónoma curda en el norte de Irak. En la ciudad hay un consulado estadounidense y varias compañías occidentales, y la presencia de milicianos del Estado Islámico en las afueras provocó ataques aéreos estadounidenses en agosto.

La poderosa milicia libanesa Jezbolá ha utilizado la amenaza del Estado Islámico para justificar el envío de combatientes a Siria a luchar con las fuerzas de Assad. El líder de Jezbolá, Hasán Nasrala, dice que con ello se ha evitado la penetración del Estado Islámico en el Líbano.

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