Apoyo a Venezuela para que entre Consejo Seguridad

Bogotá, AP
Sin hacer mucho ruido, el gobierno de Venezuela aseguró el respaldo de los gobiernos de América Latina y el Caribe en su carrera por hacerse a una conquista diplomática que siempre le fue esquiva a Hugo Chávez: un asiento en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.


El apoyo unánime a la candidatura de Venezuela para representar a la región en esa instancia clave se tomó en una reunión a puerta cerrada ocurrida el 23 de julio en la sede de la ONU en Nueva York, según Amín Cruz, diplomático dominicano en la ONU que presidió dicho encuentro.

Cuando Chávez intentó por última vez lograr un asiento en ese Consejo en 2006, el gobierno de Estados Unidos logró torpedear su la aspiración. Pero este año, Washington no ha pronunciado palabra sobre el tema.

Venezuela aún debe lograr una mayoría de dos tercios en el seno de las 193 naciones miembros de la Asamblea General de la ONU, que sesionará a partir del 24 de septiembre pero que votarán en secreto la conformación del Consejo en octubre. La falta de un candidato rival en la región podría hacer que la aspiración de Venezuela se logre y que sea difícil entorpecer su candidatura, dijeron analistas consultados.

Si Venezuela gana un asiento en el Consejo, es muy probable que la hija preferida del ex comandante Chávez, María Gabriela Chávez, tome el micrófono y aliente una encendida retórica luego de que el mes pasado fuera nombrada embajadora alterna de Venezuela ante la ONU.

Como en el Consejo de Seguridad los países se sientan en el orden alfabético de la nación que representan, es probable que el delegado de Venezuela termine junto al de Estados Unidos, lo que podrá provocar momentos de conflicto y tensión cuando ambos gobiernos se enfrenten a los grandes temas de seguridad global, como la crisis en Ucrania o la guerra civil en Siria.

El respaldo de los gobiernos de la región a Venezuela ha preocupado a los críticos del presidente Nicolás Maduro, que han reprochado la represión que desató para sofocar las protestas callejeras en contra de su gobierno.

Mientras que Estados Unidos y algunos grupos de derechos humanos han acusado a los líderes latinoamericanos de ser demasiado tímidos por la respuesta de Maduro a los disturbios, que dejaron a 42 personas muertas, en muchos países de América Latina hay mucha afinidad con las posturas antiestadounidense del mandatario venezolano y el uso de los yacimientos petroleros del país para ganar aliados entre las naciones más pobres del Caribe. Eso significa que muy pocos gobiernos están dispuestos a cuestionar públicamente a Caracas.

"La tendencia de Venezuela de estar del lado de gobiernos abusivos lo convierte en un candidato menos que ideal para ayudar a manejar las tragedias de derechos humanos que actualmente el Consejo de Seguridad enfrenta", dijo Philippe Bolopion, director de para las Naciones Unidas de la organización Human Rights Watch.

El Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela se negó a comentar o siquiera a reconocer la apuesta del gobierno para lograr un asiento en el Consejo de Seguridad.

Esta vez, el gobierno asumió una estrategia de bajo perfil para evitar la confrontación pública que ocurrió la última vez que Venezuela buscó un escaño en ese Consejo, una de las instancias más poderosas de la ONU que es integrada por diez miembros.

En 2006, Chávez recorrió el mundo buscando votos para luego ver erosionado su apoyo en el último minuto después de que atacó a Estados Unidos en la Asamblea General de la ONU al llamar "el diablo" al Presidente George W. Bush. Este último logró conseguir los votos para apoyar una candidatura de Guatemala.

Después de 47 rondas de votación, la tercera más larga de la historia para decidir un escaño en el Consejo de Seguridad, ambos países, Venezuela y Guatemala, retiraron su candidatura lo que despejó el camino para que un tercer candidato, al que ambos se habían comprometido a apoyar, Panamá, lograra el asiento fácilmente.

Después de ofrecer ese espectáculo público, los gobiernos acordaron en privado alternar la representación en el Consejo en un cierto orden. Según ese acuerdo, el turno sería para Venezuela.

"No es una camisa de fuerza. Las únicas reglas que pesan son los que están en el chárter (carta) de la ONU", dijo Milos Alcalay, ex embajador de Venezuela ante la ONU, quien renunció a ese cargo en 2004 en protesta por lo que él llamó una violación de los principios democráticos del gobierno de Chávez. "Ningún país quiere enfrentarse al látigo de Venezuela".

Ningún otro país de la región ha retado la aspiración de Venezuela a la fecha, y los 33 países enviaron al presidente de la Asamblea General la candidatura de Venezuela como la única de Latinoamérica para ocupar el asiento en el Consejo, que debe ser rotado, para un período de dos años que inicia el primero de enero, dijo el ex diplomático.

El apoyo a Venezuela refleja un cambio de los países latinoamericanos en su postura frente a Estados Unidos. Los mandatarios conservadores de Perú, Colombia, Panamá, El Salvador, que en 2006 no tenían miedo de cazar una pelea con Chávez, ya no están al frente de esos gobiernos. E incluso las naciones que actualmente difieren con las políticas venezolanas, como Chile y Colombia, quieren evitar un enfrentamiento que se remonta a las épocas de polarización de la Guerra Fría, cuando las intromisiones de Washington eran frecuentes.

Si a último momento surgiera alguna oposición a la candidatura de Venezuela, probablemente provendría de Estados Unidos que en julio impuso una prohibición de entrada al país a 24 altos funcionarios venezolanos acusados de usar fuerza excesiva durante las protestas y de encarcelar arbitrariamente a varios manifestantes que protestaban contra el gobierno.

Pero Mark Weisbrot, codirector del Center for Economic and Policy Research, con sede en Washington, cree que la capacidad de Washington para influir en esta votación es mínima comparado con 2006. Aunque Venezuela se incline por usar una acalorada retórica en sus intervenciones, la preocupación de Maduro por la soberanía nacional de su país resuena con las preocupaciones de otros líderes de la región, por lo que un asiento de Venezuela en el Consejo de Seguridad podría servir de contrapeso a Estados Unidos cuando se debatan temas como el uso de la fuerza en otros países.

"Venezuela no está sometida a la presión de Estados Unidos y sus aliados, y hoy, cuando esa nación es el que más ha producido guerras en el mundo, se trata de un (contrapeso) muy importante", dijo.

Venezuela, no obstante, no tendría poder de veto, por lo que no podría modificar las resoluciones que tomen los 15 miembros del Consejo.

Sin embargo, los estrechos vínculos que Maduro conserva con muchos países que enfrentan sanciones de la ONU o Estados Unidos abre la posibilidad real de que se produzcan conflictos con otros miembros. Rusia, con derecho a veto, ganaría un aliado en sus frecuentes enfrentamientos con Occidente.

El gobierno de Venezuela es uno de los principales compradores de armamento ruso en el mundo y fue uno de los diez países que en la Asamblea General de la ONU votaron en contra de una resolución que criticaba la anexión rusa de la península de Crimea.

Venezuela también es un aliado de Irán. En 2011, Estados Unidos impuso sanciones a la petrolera estatal de Venezuela por venderles petróleo a la República Islámica y Maduro también ha sido un firme defensor del presidente sirio Bashar Al-Asad. El año pasado, Venezuela fue el único país, de 47, que votaron en contra de profundizar una investigación del Consejo de Derechos Humanos de la ONU sobre los abusos cometidos durante la guerra civil de ese país.

Diego Arria, quien fue embajador de Venezuela durante 1992-1993, cuando el país estuvo por última vez en el Consejo de Seguridad, dijo que teme que la grandilocuencia de los representantes del gobierno venezolano podría generar problemas.

"La presencia de Venezuela en el Consejo de Seguridad será un verdadero obstáculo para sostener una conversación seria", dijo Arria, que vive en Nueva York y que ha instado a los gobiernos a bloquear la elección del país. "Es un desperdicio del tiempo de mucha gente y podría convertirse en una especie de teatro para los grupos radicales".

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