ANÁLISIS / Wilstermann insinuó golear y se durmió


José Vladimir Nogales
Wilstermann alivió sus dramas con una victoria contundente en el campo pero escasa en el marcador (3-0) sobre un Universitario pandino sin gracia ni sustancia, que asistió como espectador privilegiado a la última opereta de Augusto Andaveris. El delantero, que probablemente atraviesa su mejor temporada con la camiseta del cuadro rojo, aligeró con una soberbia actuación el efecto de la racha sin victorias con las que llegaba el equipo de Julio Baldivieso.


Tras darle muchas vueltas al puzzle en los últimos dos días, el técnico reconfiguró defensa y sistema, alineando a Christian Vargas, Barba y Aponte el centro de una zaga averiada por las bajas. El cemento terminó de fraguar con Zampiery y Zegovia por las bandas y Amilcar Sánchez moviendo el balón en el círculo central, una opción a la que se llegó porque Sejas estaba en la grada por lesión y porque el cuerpo técnico prefirió la sobriedad del joven centrocampista al tranco lento de Edson Zenteno, que quizás imprime demasiada parsimonia a un equipo que, a la mínima, se atasca.

Los remiendos le sentaron adecuadamente a Wilstermann, que además sacó tajada del planteamiento ultradefensivo al que se encomendó Universitario, con Felipe Salinas abandonado a su suerte, para salvar la campaña. El ataque rojo se merendó a la línea de cinco zagueros que Miguel Ignacio rescató del baúl, concepto con el que se acercó al despido y con el que el conjunto pandino solo había logrado una victoria en mes y medio. Wilstermann recuperó la sonrisa resquebrajándola con las llegadas por el exterior de Neuman, Andaveris (extremos de un esquema 3-3-1-3), Zampiery y Zegovia (los laterales volante).

Los ataques vertiginosos son la especialidad de Oscar Díaz y Neuman, y ayer encontraron las condiciones perfectas para explotar sus cualidades. Universitario (que planteó un 5-3-1 con las líneas muy separadas, escaso de intensidad en la marca, desorientado en las coberturas y carente de relevos) no cuidó la pelota en el inicio de las jugadas. Fue la tónica del encuentro.

Mandó Wilstermann de cabo a rabo, de punta a punta del campo, porque supo estar, supo hacer y supo salir a partir de la idea de tener la pelota, jugarla en corto y progresar por las bandas, explotando los espacios que inocentemente concedía la visita, un cuadro tan ingenuo como voluntarioso, falto de todo.

Tenso y vertical, Wilstermann atacó las bandas y jugó por dentro ante un equipo que trató de responder abroquelándose atrás, amontonando gente, pero no pudo. Los rojos (en caída desde el fiasco ante Peñarol) se reivindicaron como un equipo fiable, uno por uno y en conjunto, confirmando que el fondo de armario de Baldivieso es más largo de lo que pudiera parecer, tanto que el resultado final pareció corto, atendiendo al nivel de las individualidades y a la solvencia en el juego. Universitario aguantó como pudo hasta el descanso, siempre sometido, y espabiló un poco en la segunda parte, cuando bajó el voltaje de juego del local, muy cómodo en el campo y en el marcador. La reanudación reactivó la ofensiva roja, pero en consonancia con la pobre eficacia de Neuman, no atinó en el remate. Muy certero al inicio, a Wilstermann le falló el punto de mira al final.

EL DUELO

Contra todo pronóstico, Universitario declinó la opción de negarle espacios al rival por medio de una táctica que le permitiese cubrir todo el ancho del campo y resguardarse en el centro ante la previsible avalancha roja. Los de Miguel Ignacio no ejercieron presión sobre el centro, descuidaron los flancos y se metieron muy atrás, con personal ocioso, que bien podía contribuir a fortalecer la frágil cobertura en el centro del campo (los laterales salían muy lejos a tomar marcas que, en teoría, correspondían a los volantes). La nueva disposición táctica provocó que Wilstermann no se mostrara suelto en el primer tramo del choque y no pudiera mover la pelota con fluidez. Costó que los volantes se acomodaran a la nueva configuración (3-3-1-3), que encontraran su posición (un punto de crítico equilibrio entre ser lateral con recorrido y prestar colaboración en la cobertura del centro del campo) y asimilaran sus roles. Aun así, las primeras llegadas con peligro al área contraria fueron para el conjunto rojo y cuajaron por la banda de Neuman (más activo que transitando por la cresta del ataque). Pese al empeño del que hizo gala el conjunto pandino, poco después del quinto minuto se impuso la lógica y los de rojo abrieron la lata con un cabezazo de Oscar Díaz tras un excelente desborde de Neuman.

Con el gol, la presión del Universitario bajó aún más. De este modo, los rojos consiguieron acomodarse de forma definitiva en el terreno y comenzaron a practicar un fútbol de control basado en el toque (con el brasileño Thomaz como eje), pero con énfasis en el juego periférico, incorporando a los laterales (Zampiery gravitó mucho más que Zegovia). La superioridad roja fue cada vez más evidente y el acoso a su rival se convirtió en la tónica dominante del envite hasta el final de la primera mitad. Poco antes del cuarto de hora, Thomaz consiguió poner más tierra de por medio con el segundo tanto local ejecutando con destreza un lanzamiento libre desde el vértice del área y acomodándolo en el primer palo del golero Gómez. En el linde del minuto 20, un desborde de Zampiery derivó en un centro al ras que, en el palo opuesto, Andaveris rescató en favor del disparo frontal de Neuman. 3-0.

Un disparo mordido de Thomaz y dos imperfectas ejecuciones de Díaz en la definición estuvieron a punto de desembocar en una goleada más que considerable al descanso. Resultado justo y quizás algo corto para Wilstermann.

PINCHAZO

Con un centro del campo formado por Amilcar Sánchez como ancla, la solución que adoptó Wilstermann para minimizar los daños por la ausencia de Roly Sejas fue pasar lo menos posible por esa zona. Buscó transiciones rápidas y directas entre la defensa y el ataque. Pero para que esa maniobra sea efectiva es necesario que los laterales jueguen abiertos y tengan recorrido y que los hombres de ataque se muevan, se ofrezcan, en definitiva, que generen espacios y que se conviertan en una alternativa constante para los pases de sus compañeros. No siempre se cumplieron esas premisas. Como tampoco se animó con la frecuencia requerida Thomaz a descolgarse y a dar unos pasos hacia atrás para convertirse en el generador de fútbol que no tenía su equipo. Cuando lo hizo, Wilstermann creció y Universitario lo pasó mal. También agradeció Wilstermann que Andaveris no se tirase tan de punta y arrancase, siempre como extremo, desde más atrás, disponiendo de espacios para explotar su velocidad. Cuando se estaciona arriba, como referencia estática, no sorprende a falta de espacios para el cambio de marcha. No está Wilstermann en condiciones de desperdiciar la potencia y la explosión del yungueño.

El equipo de Ignacio se rehizo después de parecer noqueado con el 0-3. Reformuló su planteamiento quitando a un defensa (Miguel Ortíz) para dar entrada a un atacante (Jehanamed Castedo) y transformar el rácano 5-3-2 en un 4-3-1-2 más equilibrado. Tocó y, aunque rondó más que llegó, controló mejor a Wilstermann en el centro del campo. Mantuvo el partido estable y demostró que el cuadro de Baldivieso se vuelve vulgar cuando siente que el trabajo está hecho y que basta con esperar a la próxima contra, a la penúltima emboscada, hecho que puede ser cierto pero que desde luego no le sienta bien.

El partido se atascó cuando parecía ventilado. El empuje de Wilstermann, no su fútbol, encerró en esa última media hora a Universitario, que sólo necesitó mantener el orden y la concentración para resistir los espasmódicos ataques de Wilstermann, que cuando acumuló más gente arriba, menos ocasiones creó. Thomaz aportó poco en la circulación, como poco han aportado los volantes creativos que trajo Baldivieso; apenas se notó la presencia de Oscar Díaz, y Neuman y Zegovia desaparecieron por completo.

SEGUNDO ACTO

El inicio de la segunda parte recordó al de la primera, con Wilstermann más enchufado y Universitario esperando atrás, consciente de que discutir la iniciativa sería un ejercicio tan vacuo como inútil. Buscó su espacio Andaveris, que apareció más y ahí empezaron a entrarle nuevas dudas a Universitario, que marcaba mal, incapaz de meter presión sobre los receptores y de evitar su desmarque en fuga. Ningún defensa conseguía contener a su hombre de referencia. La escuálida eficiencia defensiva dependía de los auxilios del bloque, pero fundamentalmente de los errores en que incurría un rival precipitado en el tramo final.

La ausencia de un eficiente medio centro en Wilstermann dejó un enorme vacío que nadie pudo ni supo cubrir, porque nadie en la plantilla está capacitado para hacerlo. Amilcar Sánchez aportó una gama de soluciones y recursos para dar fluidez al juego y patrullar el ancho del campo, pero tuvo enormes dificultades para construir juego. La solución debía llegar de los tres hombres que tenían por delante, Andaveris, Thomaz y Neuman, pero todos se olvidaron de apoyar. Miraron hacia delante, pero nunca para atrás, ninguno se dejó caer unos metros para multiplicar las opciones de salida del balón. Si ellos no vieron claro lo evidente, la indicación debió llegar desde el banquillo. Sánchez destacó en la destrucción, ni un pero se le puede poner ahí, pero sus carencias quedaron al aire cuando llegó la hora de crear. Necesitaba apoyo para soltarse y que los de arriba no quedasen tan lejos. A su alrededor, los encargados de articular el juego entre líneas no aclararon el camino. Sampiery, Segovia (por afuera) y Thomaz (en el eje) se esforzaron sin éxito para combinar, para tirar paredes o para habilitar al punta. Cuando el punta exhibe el nivel de Oscar Díaz, las dificultades se agravan.

Wilstermann se convirtió en un equipo demasiado previsible, fácil de defender. Nadie propuso algo diferente, nadie se atrevió a arriesgar. Segovia, que completó un partido flojísimo, pareció más cohibido que de costumbre y apenas se aventuró en esas batallas individuales que solía ganar y que hoy ya ni aborda. Aun así, ante la certificada inocencia de Universitario, Wilstermann encontró corredores abiertos para encarar, cara a cara, al golero Gómez. Neuman despilfarró cuatro de las cinco nítidas ocasiones, precipitándose en la ejecución (dos veces hizo pegar en el cuerpo del golero), equivocando la elección (disparó al primer palo con escaso margen de acierto) y errando el destino (disparó sobre el arco con el golero a mitad de camino). El quinto lo erró Díaz bajo el arco, tras magistral desborde de Neuman.

PRECIPITACIÓN

La ansiedad hizo que el equipo rojo se estirase en demasía, separando líneas y obligado a los volantes a jugar en largo o a trasladar demasiado. Si se juega en largo, además, uno se convierte en algo previsible y facilita de forma notable las maniobras defensivas del rival, que siempre recibe el balón de cara. Por eso, en este tipo de situaciones se hacen más necesarios que nunca futbolistas como Thomaz. Jugadores que proponen algo diferente y obligan al rival a pensar.

De pronto, pese a la pobreza de recursos de la visita, Wilstermann se convirtió en un equipo roto, partido por la mitad y sólo las mencionadas apariciones de Andaveris y Thomaz le mejoraron la cara a un equipo que anda justo de fútbol y en el que los atacantes no aparecen con la frecuencia y eficacia requerida.

Para ganar el volumen perdido en el centro del campo, Baldivieso movió a Segovia a la derecha y retrasó a Andaveris como volante por izquierda, montando un 4-3-1-2 más geométrico pero menos funcional. Ganó en manejo, pero no logró profundidad. Ocurre que el bloque carecía de movilidad para ofrecer opciones de descarga y de precisión para combinar y elaborar con la pelota. Fue peor con el ingreso del errático Rodrigo Vargas y de Gianakis Suárez, a quien el técnico maniató como lateral. El transcurso del partido matizó el duelo. Ganó orden Wilstermann, adelantó sus líneas, se juntó mejor para recuperar, pero siguió tan escaso de creatividad como al principio. Por su parte, el brasileño Rogerio Inacio se fabricó una ocasión, ante la perplejidad de los centrales rojos.

Con el discurrir de los minutos, Wilstermann era consciente de que la peor parte del trabajo ya estaba hecha y levantó el pie del acelerador de una manera descarada, aminorando considerablemente el ritmo del choque. Los de Baldivieso jugaron a velocidad de crucero hasta la conclusión ante la inocencia de su rival y sin renunciar a aumentar el goloso botín que por aquel entonces ya tenía en sus manos. A medida que se acercaba el final, el partido comenzó a sestear entre flojas embestidas de ambos equipos para acabar muriendo con el pitido final de un juez sin apenas trabajo. Sólo la expulsión de Barba (que presuntamente frenó con falta una situación de gol) cuenta como error. La coyuntura dejó a la defensa roja en paños menores, con todo el personal improvisado (Amilcar Sánchez llegó a jugar de segundo defensa central).

El final de batalla arribó bajo un clima plácido, sin las tormentosas angustias de siempre. Pero las mieles victoriosas tampoco alcanzaban para endulzar un presente más bien agrio, a veces desilusionante. El inicio de partido, que hacía prever una catarata goleadora, se descompuso progresivamente hasta emitir inequívocas señas de consumado deterioro que, sin cuestionar los merecimientos del vencedor, vincula, muy estrechamente, la facilidad de la conquista a la pobreza de su adversario. Algo que debe preocupar.

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