Jmer Rojo: Diario de víctima documenta brutalidad

Phnom Penh, AP
Fue un acto extraordinario de desafío en el que se jugaba la vida. Aunque todo lo que hizo fue escribir a escondidas. Hace casi 40 años, agachado sobre el piso de la cabaña de madera y hojas en la que se vio obligado a vivir alejado de sus hijos, el inspector de escuelas camboyano Poch Younly mantuvo un diario secreto en el que narró los horrores de la vida bajo el Jmer Rojo, el régimen comunista radical cuyo brutal experimento de ingeniería social costó la vida de 1,7 millones de camboyanos por exceso de trabajo, desatención médica, hambruna y ejecuciones.


Advertido de que podrían matarlo de ser descubierto, Younly ocultó el diario dentro de un jarrón de arcilla. En ese período trágico, en que estaban prohibidas la religión y las escuelas y toda persona educada era considerada una amenaza, no tenía derecho a poseer siquiera una pluma y papel.

"¿Por qué tengo que morir aquí como un gato o un perro... sin ningún motivo, sin ningún sentido?", escribió en las últimas páginas.

Cuatro décadas más tarde, esos interrogantes siguen acosando a Camboya.

Younly no sobrevivió. Pero su diario perdura. Fue parte del nutrido legajo de documentación que esta semana ayudó a condenar a los dos únicos sobrevivientes del liderato del Jmer Rojo que siguen enfrentando a la justicia: Khieu Sampan, el expresidente de 83 años, y Nuon Chea, mano derecha del infame líder Pol Pot. El jueves, un tribunal respaldado por las Naciones Unidas sentenció a ambos a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad, un veredicto que muchos consideran demasiado leve y demasiado tarde.

Difundido públicamente por primera vez el año pasado, el diario es un documento valiosísimo, apenas uno de cuatro conocidos de víctimas y sobrevivientes durante el régimen del Jmer Rojo, en comparación con 453 documentos escritos por secuaces comunistas en ese entonces.

Es "la historia de todos los que sobrevivimos", dijo Youk Chhang, que dirige el Centro de Documentación de Camboya, que ha amasado millones de documentos, fotografías, películas y testimonios verbales de la era trágica. Agregó que en ese entonces todo pertenecía a la revolución. "Uno no era dueño de nada, ni siquiera de la historia de tu vida".

El recuento de Younly es vital porque individuos como Khieu Samphan y Nuon Chea trataron de arrojar dudas sobre las atrocidades cometidas durante su régimen. La mayoría de los camboyanos actuales nacieron después del derrocamiento del Jmer Rojo en 1979.

"La gente olvida cómo nos moríamos de hambre", afirmó Youk Chhang, que todavía tiene cicatrices en las piernas de los grilletes con que lo esposaron los soldados del Jmer Rojo durante dos meses. "Es difícil describir a los jóvenes lo que era la hambruna. Pero toda la nación se moría de hambre".

Escrito en jmer, el diario llena un centenar de páginas y está dividido en dos secciones. La primera resume la historia familiar de Younly, una era que abarca desde el régimen colonial francés y la ocupación japonesa durante la Segunda Guerra Mundial, y su matrimonio arreglado con su esposa de 15 años de edad. El resto, escrito como si estuviera dirigido a sus hijos, describe la vida bajo las botas del Jmer Rojo y solo tiene fechas inicial y final, el 9 de febrero y el 29 de julio de 1976, con un agregado pocos días después.

Cuando las fuerzas del Jmer rojo capturaron Phonm Penh el 17 de abril de 1975, la pareja vivía con ocho de sus hijos en un pueblo rural llamado Kampong Chhnang. Tres días después llegaron los guerrilleros y los residentes, incluso Younly, los aclamaron, pensando que la guerra había terminado, recordó su viuda Som Seng Eath, de 86 años.

Pero apenas horas después todo cambió. A todos los residentes les ordenaron salir a pie.

El Jmer Rojo vaciaba las ciudades camboyanas, forzando a millones de personas a marchar al campo para hacer trabajos manuales. Su objetivo era crear una utopía comunista agraria, pero lo que estaban haciendo era convertir la nación del sudeste asiático en una enorme cárcel.

Younly "no podía creer lo que ocurría. Me decía 'No te preocupes, regresaremos pronto, no empaques mucho''', recordó su viuda. Pero ella se llevó todo lo que pudo, incluso cinco de las libretas de su marido, y varias plumas de tinta azul.

Mientras se oían disparos, se sumaron al éxodo masivo, arrastrando a sus hijitos y todo lo que pudieran llevar. Al caer la noche, en medio de la marcha, la gente lloraba. Younly recuerda haber marchado por bosques y montañas durante casi dos meses. En el camino les confiscaron la mayoría de sus posesiones, entre ellas cuatro de los cuadernos y una cámara que Younly había comprado durante una visita gubernamental para inspeccionar escuelas en Estados Unidos en 1961.

Empezaron a oír versiones sobre ejecuciones. El 1 de mayo llegaron al pueblo de Chumteav Chreng y allí se quedaron.

Las nuevas autoridades, conocidas como "Angkar" —"La Organización"— "nos obligaron a teñir todas nuestras de negro", escribió Younly. Los evacuados fueron organizados en unidades de trabajo. Los hijos fueron separados de los padres y forzados a integrar unidades especiales de trabajo.

"Trabajábamos día y noche despejando el bosque para hacer la tierra arable arrancando los árboles, cavando canales, construyendo caminos y diques, plantando vegetales", escribió. "Trabajábamos de 10 a 13 horas diarias".

Con los alimentos prácticamente agotados, Younly y su esposa canjearon ropas por sal, azúcar y medicamentos.

Pronto Younly enfermó y empezó a sentir que se aproximaba el fin. "Ahora mi cuerpo parece un cadáver, solo piel y huesos", escribió. "No tengo energías y me tiemblan las manos y las piernas. No tengo fuerzas. No puedo caminar mucho. Todos trabajan como animales, como máquinas, sin ningún valor ni esperanza para el futuro".

En un momento, Younly lamenta no poder ver a todos sus hijos. Sus dos hijos mayores estaban en otra parte del país. Los demás fueron obligados a vivir en otro sector del pueblo para trabajar en unidades de trabajo móviles infantiles.

"Déjenme morir", agregó. "Que mi destino me lleve a donde sea. Hijos míos, los extraño, los amo". El 1 de agosto de 1976 escribió un mensaje en la última página en la que pidió a su familia cuidar del diario. Horas después fue arrastrado a levantar una palmera que se había caído sobre un arrozal. Las autoridades de hecho fueron a arrestarlo porque uno de sus hijos intentó adquirir pescado canjeándolo por un reloj que su padre había comprado en Estados Unidos 15 años antes. La propiedad privada era ilegal y esconderla, todavía peor.

"Nunca volví a verlo", dijo Som Seng Eath bañada en lágrimas.

Younly murió varias semanas después en una prisión cercana donde permanecía encadenado al piso.

La viuda mantuvo el diario durante dos décadas hasta que se lo pasó a una de sus hijas. Fue el marido de ella quien sugirió entregarlo al centro de documentación.

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