Mundial de Brasil: ¿Por qué los porteros son tan buenos?
Brasil, EP
Si en este mundial de Brasil no hay marcadores de escándalo es por la labor de una extraordinaria generación de porteros internacionales. Navas (Costa Rica-Foto), Memo Ochoa (México), Enyeama (Nigeria), Bravo (Chile), Courtois (Bélgica), Neuer (Alemania), Howard (Estados Unidos) y hasta el atípico M’Bolhi (Argelia) tienen mucha culpa del buen papel de sus equipos. Constátese que la Roja, una de las pocas escuadras que han sido goleadas, alineaba a un portero que vive un drama interior desde que un mal técnico le sacó de quicio con el silencio cómplice de la directiva y parte de la afición madridista. De no haber mediado Mourinho, Casillas estaría sin duda en la lista anterior. Pero, ¿qué es lo que propicia que haya hoy porteros tan buenos, en una época en la que cualquier chico en su sano juicio debería huir de una demarcación como esta para evitar convertirse en un payaso global de YouTube? ¿Por qué se arriesgan tanto?
Vaya por delante una aclaración. Este blog está dedicado, en un sentido amplio, al pulso cultural, social y económico de la ciudad de Barcelona. También incorpora apuntes de cosmopolitismo comparado… Si este post habla de fútbol es, entonces, porque aceptamos que este deporte es capaz de infiltrarse en todos los ámbitos de la vida ciudadana. Sobre todo si se trata de un Mundial…
Este bloguero, que fue guardameta juvenil allá por los setenta y ochenta, aportaría una teoría: el portero actual se ha liberado de la presión de tener que blocar el balón desde que este se confecciona de manera que nunca sigue una trayectoria fija. Ante pelotas tan volátiles no hay nada como un buen manotazo. Se acabó el fino arte de atrapar el balón entre los dedos y el desgaste psicológico que comportaba. Sin esa exigencia, el portero se siente menos bicho raro, más parte del equipo. El central la saca con la cabeza y él, con el puño. Aquí despeje y después gloria.
Pero esta no puede ser la única respuesta a la pregunta. Consultamos al periodista cultural Antón Castro, entrenador de fútbol y teórico de la portería –publicó en La Vanguardia un excelente artículo sobre cancerberos con referencias a Nabokov y Camus– y nos sugiere que el de arquero se ha convertido en un puesto relevante en una sociedad que reclama a los jóvenes madera de líderes, autoexigencia y –atención– la necesidad de asumir su condición de seres individuales en tiempos de dispersión. Reflexionamos y concluimos que la heroicidad solitaria del portero es tal vez equiparable a la del chaval que en la intimidad de la habitación va superando niveles de dificultad en su videojuego.
La idea del guardameta como víctima de un entorno que empuja a los jóvenes a mojarse, a emprender negocios porque sí, a emigrar en busca de trabajo, a abandonar, en definitiva, la seguridad del hogar familiar y el sueño de ser funcionario (el equivalente del jugador de campo cuyos errores se diluyen en el conjunto y que se escaquea cuando van mal dadas) la certifica un curioso estudio de la Universidad Ben-Gurion. Sus autores demostraron que el portero se equivoca cuando, en el 93% de los casos, se vence a izquierda o derecha en los penaltis, ya que la estadística dice que pararía más balones si fuera menos emprendedor y se quedara esperando en el centro.
¿Por qué se tiran entonces? Tras analizar casi 300 lanzamientos, los investigadores concluyen que, en caso de acabar el chut en gol, el jugador se siente menos culpable si actúa (tirarse a un lado) que si opta por la omisión (quedarse esperando la pelota y confiar en que el problema, como tantos, se resuelva solo).
Si en este mundial de Brasil no hay marcadores de escándalo es por la labor de una extraordinaria generación de porteros internacionales. Navas (Costa Rica-Foto), Memo Ochoa (México), Enyeama (Nigeria), Bravo (Chile), Courtois (Bélgica), Neuer (Alemania), Howard (Estados Unidos) y hasta el atípico M’Bolhi (Argelia) tienen mucha culpa del buen papel de sus equipos. Constátese que la Roja, una de las pocas escuadras que han sido goleadas, alineaba a un portero que vive un drama interior desde que un mal técnico le sacó de quicio con el silencio cómplice de la directiva y parte de la afición madridista. De no haber mediado Mourinho, Casillas estaría sin duda en la lista anterior. Pero, ¿qué es lo que propicia que haya hoy porteros tan buenos, en una época en la que cualquier chico en su sano juicio debería huir de una demarcación como esta para evitar convertirse en un payaso global de YouTube? ¿Por qué se arriesgan tanto?
Vaya por delante una aclaración. Este blog está dedicado, en un sentido amplio, al pulso cultural, social y económico de la ciudad de Barcelona. También incorpora apuntes de cosmopolitismo comparado… Si este post habla de fútbol es, entonces, porque aceptamos que este deporte es capaz de infiltrarse en todos los ámbitos de la vida ciudadana. Sobre todo si se trata de un Mundial…
Este bloguero, que fue guardameta juvenil allá por los setenta y ochenta, aportaría una teoría: el portero actual se ha liberado de la presión de tener que blocar el balón desde que este se confecciona de manera que nunca sigue una trayectoria fija. Ante pelotas tan volátiles no hay nada como un buen manotazo. Se acabó el fino arte de atrapar el balón entre los dedos y el desgaste psicológico que comportaba. Sin esa exigencia, el portero se siente menos bicho raro, más parte del equipo. El central la saca con la cabeza y él, con el puño. Aquí despeje y después gloria.
Pero esta no puede ser la única respuesta a la pregunta. Consultamos al periodista cultural Antón Castro, entrenador de fútbol y teórico de la portería –publicó en La Vanguardia un excelente artículo sobre cancerberos con referencias a Nabokov y Camus– y nos sugiere que el de arquero se ha convertido en un puesto relevante en una sociedad que reclama a los jóvenes madera de líderes, autoexigencia y –atención– la necesidad de asumir su condición de seres individuales en tiempos de dispersión. Reflexionamos y concluimos que la heroicidad solitaria del portero es tal vez equiparable a la del chaval que en la intimidad de la habitación va superando niveles de dificultad en su videojuego.
La idea del guardameta como víctima de un entorno que empuja a los jóvenes a mojarse, a emprender negocios porque sí, a emigrar en busca de trabajo, a abandonar, en definitiva, la seguridad del hogar familiar y el sueño de ser funcionario (el equivalente del jugador de campo cuyos errores se diluyen en el conjunto y que se escaquea cuando van mal dadas) la certifica un curioso estudio de la Universidad Ben-Gurion. Sus autores demostraron que el portero se equivoca cuando, en el 93% de los casos, se vence a izquierda o derecha en los penaltis, ya que la estadística dice que pararía más balones si fuera menos emprendedor y se quedara esperando en el centro.
¿Por qué se tiran entonces? Tras analizar casi 300 lanzamientos, los investigadores concluyen que, en caso de acabar el chut en gol, el jugador se siente menos culpable si actúa (tirarse a un lado) que si opta por la omisión (quedarse esperando la pelota y confiar en que el problema, como tantos, se resuelva solo).