Maniobras conjuntas de La Habana y Moscú

La complicidad comenzó con la operación de EE UU de abrir un Twitter para la isla

Juan Jesús Aznarez, El País
El acuerdo entre Cuba y Rusia sobre la eventual reapertura del centro de espionaje de Lourdes, a 250 kilómetros de las costas de Florida, habría sido posible por la entrada en juego de dos elementos nuevos en la histórica rivalidad de esos países con Estados Unidos: Ucrania y la operación norteamericana para generalizar el acceso de los cubanos a Internet.


La confluencia de intereses entre Vladimir Putin y Raúl Castro, reunidos el viernes pasado en La Habana, comenzó la pasada primavera, coincidiendo con la abierta intervención de Washington en el país eslavo y la clandestina operación de habilitar un Twitter vía telefonía móvil para Cuba, supuestamente concebido para fomentar sublevaciones populares contra el régimen castrista.

Cabe pensar que haya sido Rusia la parte que más interesada en la consecución de un acuerdo sobre la reutilización de una base geopolíticamente importante y cuyos radares fueron capaces de captar señales electrónicas a casi 2.000 kilómetros de distancia. La reciente condonación del 90% de la deuda cubana en rublos convertibles originada durante los tres decenios de fraternidad comunista, cercana a los 30.000 millones de euros, no parece ajena a las conversaciones sobre temas de seguridad. De hecho, habría formado parte destacada en la batería de argumentos rusos para vencer las posibles reticencias de La Habana, cuyas relaciones con el gobierno estadounidense son menos malas que hace siete años.

Independientemente de la verdadera intención del anuncio de reapertura filtrada al diario Kommersat, y de su valor como herramienta negociadora ante EE.UU, la probabilidad de que haya sido Putin quien haya tomado la iniciativa no significa que a La Habana no le interese secundarla. La reciente distensión entre la administración de Obama y el castrismo, que se ha traducido en significativas cesiones, y en un intenso cruce de contactos oficiales y oficiosos, sufrió un retroceso cuando la agencia Associated Press reveló en abril que la Agencia Estadounidense para la Cooperación al Desarrollo (USAID) había promovido la creación de redes sociales y plataformas de comunicación para sortear la censura gubernamental en el acceso de la población cubana a Internet.

La denominada operación Zunzuneo, en la que también habrían participado empresas pantalla domiciliadas en España y en las Islas Caimán, consistía en piratear las bases de datos del servicio de telecomunicaciones cubano ETECSA para acceder a la identidad y datos personales de los usuarios, mayoritariamente jóvenes, a quienes se haría llegar contenidos de ordenador y móvil susceptibles de fomentar protestas contra el régimen. No tardó Cuba en arrimar el ascua a su sardina: la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), emitió un comunicado rechazando la utilización de las nuevas tecnologías de la Información para fomentar la subversión en uno de sus estados miembros.

Comprometido con la gradual liberación económica de Cuba, pero resuelto a no conceder ningún espacio a la disidencia política, Raúl Castro también maniobrará con el simbolismo del centro de radares. Ya lo hacen en Estados Unidos, los sectores más radicalizados del partido republicano, fundamentalmente de origen cubano, pese a que la utilidad de las instalaciones cerradas en el 2001, tras su apertura de 1967 sea menor porque Rusia cuenta hoy con satélites y sofisticados dispositivos de espionaje entonces inexistentes.

Probablemente no habrá confirmación oficial sobre la renovada alianza bilateral en asuntos de espionaje, debido a la naturaleza de su contenido, pero puede ocurrir al contrario: que los gobiernos de Rusia y Cuba la hagan pública para afianzarla como baza, y en una variante ad hoc de la Crisis de los misiles de 1961, se proceda al desembarco en la isla caribeña de los equipos necesarios para modernizar Lourdes, la gran oreja a un tiro de piedra de Miami.

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