No me pidan que cabecee

De la misma manera que muestran sus habilidades en la cancha, los futbolistas parecen dejar una marca con sus peinados o con sus botines. Desde la gomina de Cristiano Ronaldo hasta los japoneses rubios, pasando por los zapatos de dos colores de Balotelli.

Eric Nepomuceno
Río de Janeiro, Página 12
Un deportista es un ser competitivo por naturaleza. Si no, haría otra cosa en la vida. Contemplación meditativa, o abrazar un voto de castidad y silencio, o alguna otra rareza que les pareciera perfectamente natural. En el caso de los jugadores de fútbol, lo natural es la necesidad de competir, no importa si con o sin pelota. Así, muchos se empeñan en demostrar que tienen, todo el tiempo, la misma habilidad para dejar su marca singular y única como lo hacen en la cancha.


Por ejemplo: el peinado del portugués Cristiano Ronaldo. A veces me sorprendo dedicando buenos minutos de atención para tratar de entender cómo es posible que sus pelos, cuidadosamente esculpidos y sostenidos gracias a generosas y reforzadas dosis de gomina, se mantengan inalterados durante prácticamente todo el partido. Y me pregunto: cuando cabecea la pelota, ¿la cantidad de gomina no facilita que ella deslice con más velocidad? ¿No sería un caso de doping capilar explícito?

Otro modelito instigador es el ostentado por el brasileño David Luis y el belga Fellaini. Me refiero a esa mezcla rara de cabellera black power y nido de tucán. ¿Será que el cabeceo no amortigua la pelota, haciendo que una jugada tarde más de lo que sería deseable? En fútbol, como sabemos todos, décimas de segundo pueden ser esenciales o fatales.

También me despierta curiosidad la desatención de las autoridades del fútbol para otros trucos empleados por jugadores que, evidentemente, actúan de manera muy poco leal, como el italiano Balotelli. Independiente de sus calidades de futbolista, evidentes y concretas, me sorprende el truco que usa para confundir a los adversarios. Tengo serias dudas si no se trata de una casi falta de respeto a sus colegas. ¿Cómo marcarlo de cerca, poniendo atención total a sus pies, si cada uno de ellos tiene un botín de color distinto? ¿Cómo tratar de anticipar por una décima de segundo con cuál de los pies tratará de patear, si todavía no me fijé bien cuál es el derecho y cuál el izquierdo: el de botín rojo o el de azul?

Competitivo por competitivo, más discreto y sobrio parece el argentino Messi, que logró que el fabricante crease botines con los colores patrios –celeste y blanco– pero en ambos pies, en una clara señal de que se trata de un deportista que sabe respetar su oficio y al distinguido público. Claro que cuando baraja los pies a la hora de salir en estampida la agitación de los colores hace que todo se quede un tanto borroso y mezclado, pero al menos los dos pies aparecen del mismo color.

Otra vertiente de la competencia se da en los cortes y tinturas de pelo. ¿Alguien sería capaz de explicar, en pocas palabras, qué diablos significa el que luce el portugués Raul Meireles? Eso, claro, para no mencionar al brasileño Neymar, que parece haber ido a un peluquero, mirado todas las sugerencias de un álbum de posibilidades e, indeciso, pidió al artista de la tijera y la navaja que hiciese un poco de todo, lo que incluye estiramiento, picoteo y tintura. Su compatriota Daniel Alves podría ser considerado un ejemplo de sobriedad capital, al aparecer precozmente canoso. Pero esa impresión se deshace cuando uno observa la cantidad de sus tatuajes. Nada que se compare, y vale otra vez mencionarlo, al luso Meireles, que en el tópico de las extravagancias parece ser el más competitivo de todos. Pero hay japoneses rubios, nigerianos pelirrojos y se ve que los mohicanos tienen fuerte influencia en el fútbol africano.

Antes de que alguien me diga que hay cosas más importantes para mencionar en una Copa del Mundo, me anticipo diciendo que no es exactamente así. Por ejemplo: observando el corte de pelo de varios uruguayos (que, a propósito, el jueves hicieron un partido electrizante, dramático, frente a los ingleses), se ve cuál es la verdadera influencia de Cristiano Ronaldo en el fútbol mundial. Había varios uruguayos que, por no pretender emular a su ídolo con la pelota en los pies, tratan de hacerlo a la hora de peinarse.

Sí, son muchas las cosas que se observan en un Mundial, y no todas se refieren solamente a lo que pasa entre las cuatro líneas de la cancha. Pensar en ellas puede ser, a veces, una buena manera de eludir otra clase de pensamiento. Por ejemplo: ¿Felipão mantendrá a Paulinho contra Camerún, el lunes? ¿Fred sabrá, finalmente, reencontrar su juego espléndido, que nadie vio en los dos primeros partidos?

Mejor dejar para meditar sobre esas cuestiones un poco más tarde. Mañana, quizá.

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