Luis Felipe Scolari recupera a Hulk, su soldado favorito

Teresópolis, As
Campina Grande es una ciudad conocida como la Silicon Valley de Brasil. Hace poco, la revista Newsweek la definió como el mayor polo teconologico de América del Sur. Cuenta con tres universidades prestigiosas a la que acuden muchos jóvenes latinoamericanos que aspiran un día a trabajar en programación. Durante este mes, todo Campina Grande mira una pantalla para ver a su hijo predilecto en acción. La pantalla no es de ordenador, es a de la tele y el hijo predilecto al que siguen con pasión no ha inventado un nuevo sistema operativo o una aplicación que le hará multimillonario antes de los 30, es futbolista. Hulk es de Campina Grande.


Giovanildo Vieira, que así se llama Hulk, fue el jugador más criticado por los medios brasileños después del primer partido ante Croacia y al que más se echó de menos ante México cuando no jugó a causa de un pinchazo en un entrenamiento. Por precaución, Scolari tuvo que prescindir del que ha calificado a menudo como “su soldado favorito”.

Hulk es el jugador al que Scolari le puede pedir cualquier cosa, que la hará sin rechistar. Por ejemplo, cuando ante Croacia le pidió que jugara en banda izquierda para así dejar a Oscar libre la derecha. El joven jugador del Chelsea se salió, mientras que Hulk apenas intervino en juego y acabó siendo sustituido. Acostumbrado a jugar como segundo punta o por la derecha y en alguna ocasión como punta de referencia, Scolari le pidió que jugara donde menos cómodo se siente. No puso ni un reparo. Él está para estas cosas y ha dado muestras sobradas de saberse adaptar.

La historia de Hulk es la prueba más clara de la capacidad de adaptación de un jugador que únicamente ha jugado 70 minutos como profesional en la Liga brasileña. Con mucho, es el que menos han visto jugar sus compatriotas, que aún así le idolatran.

Tras jugar en el Esporte Clube Vitoria de Salvador, Hulk decidió probar con 16 años la aventura europea en el fútbol base del Oporto, pero como recuerda el presidente Pinto da Costa, “estaba muy gordito”, así que lo cedieron al Vilanovense, donde tampoco cuajó. Todo indicaba que la aventura fuera de Brasil había concluido y que tocaba volver a Brasil.

Nada más lejos de la realidad, llegó la posibilidad e ir a la segunda división japonesa y no se lo pensó. Jugó primero en el Kawasaki Frontale, luego en el Cansaole Sapporo y finalmente en el Tokyo Verdi, donde se hartó de marcar goles. Fue entonces cuando le descubrió por casualidad un directivo del Oporto que iba a ver a otros jugadores y recomendó su fichaje a Pinto da Costa, que cuando le vio comprobó que el niño gordito se había convertido en todo un mazas.

Antes de llegar al Oporto jugó seis meses en Uruguay con Rentistas y a partir de su llegada a Portugal todo le fue de cara. Éxitos al lado de Falcao y un traspaso millonario al Zenit de San Petesburgo, ciudad que considera “la más bonita en la que he estado jamás”. Está claro que el soldado favorito de Scolari se adapta a todo.

El lunes en el estadio Mané Garrincha, Brasil confía en su regreso para que Brasil recupere el gol que se esfumó cuando él desapareció del campo.

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